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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

Francia adaptará el blairismo

Es una forma de hacer política que toma elementos de la izquierda y la derecha

Timothy Garton Ash

Qué ironía. Ahora que Blair abandona el escenario en el Reino Unido, el blairismo llega a Francia. ¡Le Blair est parti, vive le blairisme! No de forma explícita, por supuesto, ni tampoco como una serie de políticas económicas concretas, neoliberales y posthatcheristas, de esas que en Francia suelen denunciar por "anglosajonas". Me refiero al blairismo como forma posideológica y pragmática de hacer política, una actitud ecléctica que toma elementos prestados de la izquierda y la derecha y se preocupa más por los resultados que por la coherencia ideológica. Su respuesta frente al reto de la globalización es tratar de hacer una combinación de dinamismo económico empresarial, una tasa de empleo elevada y justicia social, a través de un Estado de bienestar redistributivo. Su auténtico lema es "cualquier cosa que funcione".

Una Francia enferma significa una Europa enferma, y eso es malo para el Reino Unido, desde el punto de vista económico y político
Nicolas Sarkozy no oculta su admiración por lo que ha hecho Blair en el Reino Unido, pero tendría dudas a la hora de definirse como blairista
Cuando los numerosos detractores de Ségolène Royal en la izquierda quisieron atacarla, la acusaron de ser una blairista encubierta

El blairismo francés será muy distinto del blairismo británico, porque Francia no es el Reino Unido. Para empezar, sea quien sea el próximo presidente francés, su política no se llamará blairismo. Desde luego, Nicolas Sarkozy no oculta su admiración por lo que ha hecho Blair en el Reino Unido. Durante una visita que realizó a Londres a primeros de este año, destacó que "los socialistas europeos pueden estar orgullosos de lo que ha hecho uno de nosotros" -y se apresuró a rectificar-, "quiero decir, uno de ellos". Pero incluso Sarkozy tendrá dudas a la hora de definirse como blairista. (Nota semántica: blairista, que quiere decir practicante del blairismo, y no blairita, que quiere decir partidario de Blair frente a Gordon Brown. Muchos partidarios de Brown son blairistas importantes, y el blairismo es en realidad, en términos históricos, blairbrownismo, o brownblairismo, según se prefiera).

Para la mayoría de los socialistas franceses, ser llamado blairista es un insulto. Cuando el líder socialista François Hollande invitó al ex ministro británico para Europa Denis MacShane, que habla francés, a hacer campaña por Ségolène Royal, apuntilló: "Pero, por favor, Denis, durante seis meses no digas que Ségolène es una blairista". Cuando los numerosos detractores de Royal en la izquierda quisieron atacarla, la acusaron de ser una blairista encubierta. En economía seguramente se equivocan, por desgracia. Está meramente confundida. Pero en otras áreas de la política, como el mantenimiento de la ley y el orden, la inmigración o incluso la política europea, es posible que tengan algo de razón. Incluso en economía, la realidad es muy exigente. Tendrá que adoptar más medidas blairistas o la economía francesa seguirá sufriendo su penoso deterioro relativo.

Modelo renano

El centrista François Bayrou es seguramente el menos blairista de los tres candidatos principales. Cuando piensa en el extranjero, si es que lo hace, prefiere mirar hacia Alemania y lo que se ha denominado el modelo renano de capitalismo. La comparación alemana es interesante. En los tiempos en los que Blair y Gerhard Schröder todavía se llevaban bien y trabajaban juntos en "la tercera vía", los críticos (incluido yo) nos preguntábamos si era posible ser un Blair alemán sin haber tenido antes a una Thatcher alemana. Muchos dirigentes empresariales alemanes compartían esas dudas. Pero ahora estoy empezando a pensar que la respuesta a aquella pregunta es sí. Con Angela Merkel, Alemania ha comenzado a tener una especie de blairismo alemán sin haber pasado antes por un thatcherismo alemán.

El motivo es que los principales países europeos tienen modelos de capitalismo muy diferentes. La clave para tener empleo y crecimiento está tanto en el plano concreto de cada empresa y cada empresario como en la macropolítica que hace el Estado. Lo que funciona en el Reino Unido puede no valer en Francia, y viceversa. Alemania ha empezado a descubrir lo que sirve en su caso. Ahora bien, si creemos que el blairismo es esencialmente un pragmatismo posideológico sobre los medios -"cualquier cosa que funcione"-, unido a una visión clara de los objetivos deseables -esa difícil combinación de crecimiento económico y justicia social-, entonces podríamos decir que Alemania ha progresado hacia un blairismo de rostro alemán.

El reto para Francia, por tanto, es descubrir qué es lo que puede servirle. Por el momento, Francia no va bien. El desempleo global permanece tercamente por encima del 8% y el paro juvenil está alrededor del 22%. Casi la mitad del electorado depende del Estado, en forma de salario, prestaciones o pensión. Para sostener este chirriante capitalismo de Estado, la deuda pública se ha disparado hasta el 66% del producto interior bruto. La economía crece más despacio que la de cualquier otro país de la UE excepto Portugal. Desde el punto de vista económico, Francia es uno de los enfermos de Europa. El punto de partida del nuevo presidente es, en este sentido, más parecido al de Margaret Thatcher en 1979 que al de Blair en 1997.

"Es la economía, estúpido". Cuántos problemas de Francia se remiten, en definitiva, a éste. Como el descontento en las viviendas protegidas de las afueras de París, las banlieues habitadas principalmente por las familias y los descendientes de los inmigrantes llegados de África y otros lugares. Desde luego, aquí, como en toda Europa, hay problemas de integración, educación e identidad, exacerbados por una controversia cada vez más enfebrecida sobre el islam. Pero mi impresión, reforzada después de hablar con jóvenes de esas banlieues, es que esos problemas, en sí, están seguramente mucho menos agudizados en Francia que en el Reino Unido. Los jóvenes me dijeron, en un francés fluido, que lo único que quieren es que la República Francesa cumpla su promesa de tratarles como a iguales y ofrecerles puestos de trabajo. Pero, claro, si el desempleo juvenil en su conjunto es del 22%, ¿qué posibilidades hay de que eso ocurra, sobre todo cuando los que llegan de las banlieues a solicitar empleo se encuentran con barreras discriminatorias adicionales? Que les den trabajo y verán cómo se sienten inmediatamente franceses.

El centro perdido

Del mismo modo, resulta difícil creer que las actitudes francesas sobre el proyecto europeo -hoy tan reacias y malhumoradas- no serían muy distintas si la economía fuera mejor. En una Unión Europea ampliada, de 27 Estados, Francia ha dejado de ser el centro, y hace falta tiempo para acostumbrarse a eso. Sin embargo, el hecho de que Nicolas Sarkozy haya entablado una polémica con el presidente del Banco Central Europeo, un francés al que Francia colocó en el cargo después de una lucha encarnizada, no tiene nada que ver con que estén desorientados por la ampliación. Es probable que el tipo de interés fijado por el BCE no sea el ideal para la economía francesa. Pero los problemas económicos de Francia, en general, son culpa suya, no de la eurozona.

Al margen de quién gane la presidencia en Francia y de lo que haga para lograr que Francia vuelva a recuperar el rumbo, en el Reino Unido debemos aspirar a que lo consiga. Todavía existe una tendencia residual, que procede de hace sólo 700 años, a creer que lo que es bueno para Francia es malo para el Reino Unido, y al contrario. Eso es hoy menos verdad que nunca. Una Francia enferma significa una Europa enferma, y eso es malo para el Reino Unido, desde el punto de vista económico y desde el político. Estamos todos en el mismo barco.

Tony Blair debe de sentir cierto pesar ante la posibilidad de que el trío europeo con el que soñaba desde hacía tiempo -Blair, Merkel, Sarkozy- sea realidad precisamente cuando él está a punto de irse. El trío de ensueño existirá, si gana Sarkozy, durante un instante fugaz. Sin embargo, en el Reino Unido seguirá habiendo blairismo después de Blair, independientemente de que el primer ministro se llame Brown o Cameron. En Alemania ya hay una especie de blairismus. Y todavía puede que haya un blairisme à la française. Sólo que se llamará otra cosa. Pero es lo que ha ocurrido siempre entre Francia y el Reino Unido, ¿no? Al fin y al cabo, cuando los británicos se van sin decir adiós dicen que están despidiéndose a la francesa. Y los franceses dicen que están despidiéndose à l'anglaise.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Carteles propagandísticos para la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas que se celebran hoy.
Carteles propagandísticos para la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas que se celebran hoy.EFE

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