Unidad de los contrarios
El bíblico título de esta obra no obedece a la casualidad, ya que se trata propiamente de una historia de judíos contada por judíos, si no es que tal expresión no es escénicamente correcta. Si que lo es el montaje de Vicente Genovés, que hace una especie de combate de esgrima verbal no carente de sorpresas, las cuales no será necesario mencionar aquí. El tono general es de comedia, de esas que los cursis de antes llamaban agridulces, aunque lo que prima es un texto que se deja correr y decir como si no pasara nada, en medio de esa tonelería real o fotográfica de la bodega satánica que imaginó Paco Azorín como escenario.
Con este tipo de obras, una especie de monólogos superpuestos que muchas veces renuncian a la acción que habría de servirle de soporte, ocurre que el espectador puede dejarse llevar por la cadencia de los recitados sin apenas fijar la vista, tal es la preeminencia de lo dicho sobre lo actuado, lo que a veces constituye un peligro cuando sólo hay dos actores en escena, por transformistas que sean. El resultado depara una atención flotante que tanto se agradece en una tarde de lluvia, y el asunto no tiene más interés que el que el visitante esté dispuesto a otorgarle, lo que también viene a ser flotante. Es un mérito que no requiera de toda tu atención, y un descanso ver un montaje que, en algunos momentos, incluso se diría que funciona por encima de sus pretensiones.
Abraham i Samuel
Abraham i Samuel De Víctor Haïm, en traducción de Philip Rogers, por Germinal Producciones. Intérpretes, Josep Minguell, Sergi Calleja. Vestuario, Georgina Viñolo. Iluminación, Mario Luque. Escenografía, Paco Azorín. Espacio sonoro, Dani Cherta. Dirección, Vicente Genovés. Teatro Talía. Valencia.
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