_
_
_
_
_
Reportaje:Atletismo | Campeonatos de Europa en pista cubierta

Jackson de bronce

Una mala salida marca la primera medalla 'española' para el ecuatoriano nacionalizado en 2005

Carlos Arribas

Dijo Jackson Quiñónez (Esmeraldas, Ecuador, 1980; español desde otoño de 2005) que según pasara el tiempo lo iba a aceptar mejor y que hoy, seguramente, una medalla, aunque fuera de bronce, en su primera competición internacional como español le iba a saber de maravilla, pero que eso no impedía que se sintiera "jodido, jodido". "Siempre aspiro a más, al ciento por ciento, y encima se ha ganado con una marca muy inferior a la de esta mañana en las series. Y eso es lo que más duele. Aspiraba a un excelente y me he quedado en notable. Y yo que pensaba que necesitaría batir mi récord de España para lograr medalla...". Llegó Quiñónez con una mejor marca esta temporada de 7,58s. Corrió en la final en 7,65s.

Pero, eso, lo dijo caliente, sudor ya frío añadiendo peso a su camiseta roja, ni cinco minutos habían pasado desde que dos holandeses, uno por su izquierda, el ganador, Gregory Sedoc, otro por su derecha, Marcel van der Westen, le derrotaran, dos centésimas apenas, en la final de los 60 metros vallas. Pocos minutos después, ya duchado, ya con chándal, en el podio, parecía el hombre más feliz del mundo. Aunque aún le faltara tiempo para enfriarse, para "digerir los errores". Para digerir con su exigente entrenadora, perfeccionista, Ascensión Ibáñez, por ejemplo sus problemas con las salidas. En las tres carreras del día, las series de las 10 de la mañana, la semifinal de las cuatro de la tarde y la final de las seis y media, Jackson Quiñónez, ecuatoriano de sangre africana, de la costa tierra de esclavos y caña de azúcar, tuvo o el peor o el segundo peor tiempo de reacción de todos los competidores. Y según avanzaba el día, más lento salía, peor era su marca. 165 milésimas de reacción en la serie para un tiempo de 7,60s, su mejor prestación. 209 en la semifinal: 7,63s. 240 para los 7,65s de la final. "Es mi mayor defecto", dijo Quiñónez, atleta de gran envergadura que mide 1,90 y que sólo en la cuarta valla empezó a rozar a los holandeses. "Soy muy lento en las salidas. El paso que me han sacado en la salida, esos 3-4 metros, me han sido imposibles de recuperar en las cinco vallas. Los 60 metros se me han hecho cortos, si son cinco más, los alcanzo".

Quiñónez, que es orgulloso y reflexivo, habló de la necesidad de un trabajo mecánico, de análisis biomecánicos, de aprender a distinguir cuáles son las salidas buenas y malas, de aprender a mecanizar sus gestos y sus posiciones, un trabajo lento e ingrato bajo la niebla de Lérida. Pero mientras ello llegue, Quiñónez, que también luce una marcada vena espiritual, se centra en otras rutinas, otros rituales. Durante sus explicaciones a lo largo del día fueron recurrentes conceptos como energía, biorritmos, sensaciones, ritmo, motivación. Por ejemplo, contó que estaba todo planificado como si fueran unos Juegos y que por eso se había levantado a las cinco y media de la mañana, para activar los biorritmos dando un paseo por la fría Birmingham, tomando el aire. Luego, explicó, decidió correr en ayunas la serie, con no más un zumito de naranja en el estómago, para evitar que algo le sentara mal. Terminada la primera prueba, contó, se iría a desayunar, a bajar los biorritmos para relajarse, a echarse la siesta, que ya habría tiempo por la tarde para volver a enchufarlos. Y para hacerlo, los mismos gestos, los mismos movimientos en los tacos, las palmadas en los muslos, el beso al anillo, las dos cruces de oro, regalo de su madre y de una amiga, el cadenón de oro, por dentro del cuello, la palmada y los rugidos. Pero ni por ésas. Sonaba el disparo, y clavado.

En el resto de la jornada sucedió lo esperado para los españoles: cuatro saltadoras -en altura Beitia y Mendía; en triple, Castrejana; en longitud, Montaner- se clasificaron para la final, así como la debutante Mayte Martínez en 1.500 metros, una prueba que acabó con las piernas ensangrentadas, tacos rivales. En una serie del 800 femenino se cayeron cuatro de las seis que corrían. Una, la inglesa Harewood, acabó con la tibia rota. Y en una del 800 masculino descalificaron a dos que machacaron al pobre Manuel Olmedo, quien acabó casi andando. Y eliminado.

Quiñónez (izquierda), superado por el holandés Sedoc ayer en la final de 60 metros vallas.
Quiñónez (izquierda), superado por el holandés Sedoc ayer en la final de 60 metros vallas.ASSOCIATED PRESS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_