El Valencia paga su molicie
El Nàstic empata en el tiempo de prolongación ante un rival vulnerable y especulador
Se creyó un grande el Valencia, de esos que ganan sin merecerlo, con un fútbol escuálido y una defensa de mantequilla. Pero con calidad arriba y un toque de fortuna. Se lo creyó durante casi toda la segunda parte. Había marcado Joaquín en uno de sus peores partidos. Lo había festejado como un gran acontecimiento. Era su estreno goleador en el club de Mestalla. ¡Qué gran día!, pensó hasta que fue sustituido por Quique cuando faltaban 10 minutos. Ni siquiera en estos días le permite el entrenador acabar un encuentro. Justo cuando se embalaba, a la ducha. El tiempo se apuraba y el Nàstic, tan inocente, era un cuerpo inerme, sin pegada, incapaz de aprovecharse de una defensa tremendamente vulnerable. Vulnerable por la izquierda: a Curro Torres le pasaba cualquiera como un avión. Por el centro: David Navarro deambulaba más que jugaba. Y, sobre todo, en la portería: Butelle, un flan todo el encuentro. Desde el principio hasta el final. Cuando marcó Rubén Castro, que cabeceó solo en el punto de penalti después de un centro de Portillo desde la izquierda. Un empate insustancial, pero que al menos salvó la honrilla del Nàstic, que para entonces ya había despedido a su gran ídolo, Pinilla, en medio de una ovación a pesar de ir perdiendo. "Illa, Illa, Illa, Pinilla maravilla". Cumplía 36 años el delantero y su gente lo festejó.
GIMNÀSTIC 1 - VALENCIA 1
Gimnàstic: Bizarri; Calvo, César Navas, David García, Mingo; David Cuéllar, Morales, Chabaud (Generelo, m. 63), Gilberto (Rubén Castro, m. 70); Pinilla (Grahn, m. 84) y Portillo. No utilizados: Álvaro, Matellán, Juan, Generelo, Marco.
Valencia: Butelle; Curro Torres, David Navarro, Ayala, Moretti; Joaquín (Miguel, m. 80), Marchena, Hugo Viana (Pallardó, m. 90), Angulo (Morientes, m. 59); Silva y Villa. No utilizados: Cañizares, Del Horno, Baraja y Jorge López.
Goles: 0-1. M. 65. Centro de Hugo Viana, remata Villa y el rechace lo emboca Joaquín. 1-1. M. 92. Rubén Castro cabecea un centro de Portillo.
Árbitro: González Vázquez. Amonestó a Gilberto, Pinilla, Morales, Joaquín, Marchena, Calvo, Morales y Mingo.
14.000 espectadores en el Nou Estadi.
El resultado es dañino para los de Quique, cuyo intento de remozar el equipo fracasó
Un empate muy dañino para el Valencia, que se desinfla. Fracasó el intento de remozar el equipo que intentó Quique, salvo en un caso: el de Hugo Viana, que por una vez tuvo una actuación convincente. Manejó con cierta autoridad el centro del campo y buscó la complicidad de Silva, mucho mejor cuando volvió al extremo izquierdo. Es curioso: el chico quiere jugar de media punta, pero donde saca brillo a su regate es en la banda, allí donde Luis Aragonés le ha concedido el puesto.
"Ha salido a recoger setas", sentenció, en catalán, un señor de la tribuna, la gorra calada y los auriculares asomando por las orejas. Una especie de sabio local que definía así lo que ocurría cada vez que el Nàstic enviaba un centro cruzado al área de Butelle. Invariablemente, el portero francés se la tragaba. O salía en falso o ya no salía, convertido a la media hora en un manojo de nervios. Su sorprendente titularidad sólo tenía dos explicaciones. Una: Cañizares sigue afectado de aquella gripe que le impidió rendir a su nivel ante el Inter en San Siro. O dos: Quique trataba de refrescar a toda costa al equipo para evitar que le sucediera lo de la última salida ante el Getafe, cuando pagó caro el cansancio tras la cita internacional de España en Inglaterra.
Fuera lo que fuera, le salió mal la jugada al técnico valencianista. Salvo Hugo Viana, las otras cuatro novedades respecto al choque de San Siro desmerecieron la ocasión que les brindó el entrenador. Especialmente la pareja que ocupó la banda derecha. Curro Torres y Joaquín naufragaron hasta que a Joaquín le cayó un regalo del cielo. Cuando menos lo esperaba. Pues se pasaba la tarde haciendo como que defendía, sin irse de nadie, sin un centro que llevarse a la boca, con la confianza por los suelos, cuando de pronto, zas, se le apareció la diosa Fortuna. En forma de un balón que no atrapó Bizarri a un disparo mordido de Villa. Joaquín marcó, al parecer en posición de fuera de juego. Tanto hacía que no marcaba el andaluz, que tardó en reaccionar. Sí, Joaquín, has marcado, aunque parezca mentira, por primera vez desde que vistes de valencianista, y por primera vez desde que fuiste padre, de ahí que recordaras casi un minuto después cómo querías celebrarlo: meciendo los brazos como si tuvieras en ellos a tu hija. Y entonces, sí, alejados todos los demonios, Joaquín volvió a ser Joaquín: la finta y el sprint. Hasta que lo sustituyó Quique. En el momento más inoportuno, justo cuando volvía a sentirse futbolista. Quique ubicó a Miguel de interior derecho. Sin ningún éxito.
Antes, había entrado Morientes por Angulo, lo que supuso que el Valencia recuperara al mejor Silva, el que se escora a la izquierda. Por ahí llegaron un puñado de acciones para matar la cita. Mientras, David Cuéllar entendió que Butelle era un chollo y le disparó desde lejísimos. El poste repelió el disparo, con Butelle ya batido. Claro que el cuadro de Paco Flores encontró una vía para entrar por la izquierda. La descubrió Portillo, que se dejó caer al extremo, envió un centro plano y Rubén Castro sólo tuvo que colocar convenientemente la cabeza. Butelle, como todo el partido, seguía perdido. Y el plan anticansancio de Quique, por los suelos.
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