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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ambrosio Ochoa, editor

El editor Ambrosio Ochoa, que fue director general de los sellos no educativos de la Editorial Santillana, falleció a los 78 años en la madrugada de ayer, domingo 18 de febrero. Su cuerpo partirá del tanatorio de la M-30 de Madrid para ser incinerado hoy a las 8.50.

Se nos ha muerto Ambrosio Ochoa. La noticia de su muerte ha tenido un eco de desolación en el sector editorial. Porque Ambrosio Ochoa ha sido, es cualquier cosa menos una persona del montón. Es un hombre excepcional.

En la capilla ardiente, ayer por la mañana, un editor amigo me decía que Ambrosio era como un roble, como el roble del sector editorial. Y es cierto. Era un roble, por su fortaleza física a prueba de cualquier esfuerzo o de cualquier trabajo. Era un roble por su entereza moral y ética, insobornable ante la estupidez o ante los intereses espurios. Era un roble por su autoridad, una autoridad imponente, rigurosa, flexible y eficaz. Este roble, ya añoso, pero erguido y seguro, ha caído víctima de la imprevisible enfermedad que ha quebrado sus raíces en un tiempo, más que breve, acelerado. Y en el mundo del libro somos muchos los que nos sentimos huérfanos, profundamente huérfanos. Porque no sólo hemos perdido al amigo, sino también a ese roble que nos sostenía, que nos orientaba y que nos alentaba. Decir que la muerte de Ambrosio Ochoa es una pérdida irreparable es decir muy poco.

Jubilado hace algunos años (ha muerto a unos 78 todavía jóvenes y creativos), Ambrosio ha seguido estando disponible, de manera desinteresada y generosa, para cualquier consulta, para cualquier trabajo que se le pidiera en interés de los editores o de los libreros. Su claridad de ideas, su actitud profundamente responsable, su insobornable rectitud, le daban a sus opiniones un valor incuestionable y hacían que sus consejos siempre fueran estimados y tenidos en cuenta.

Su vida profesional se desarrolló, durante sus años más creativos, en Anaya. Él estaba allí, en el momento de su despegue y de su consolidación, como director general, primero, y como vicepresidente y director general, después. Ya entonces tuvo una participación muy activa en la creación y desarrollo de las instituciones del sector, tanto en la época predemocrática como en la democracia. Su contribución fue valiosísima en la creación de la Federación de Gremios de Editores de España, y en el desarrollo y consolidación del gremio de editores de Madrid, pero, sobre todo, fue decisiva en la creación, en la consolidación y en la actuación de ANELE, la asociación que agrupa a los editores de libros educativos.

Tras su salida de Anaya, después de algunos años, se incorporó al Grupo Santillana, donde asumió la dirección general de todos los sellos editoriales no educativos (Alfaguara, Aguilar, Taurus, Altea...) en un delicado momento de transición en el mundo de la edición y en el de las nuevas tecnologías de edición e impresión. Su trabajo permitió consolidar este complejo editorial y dejarlo preparado para los importantes cambios que se avecinaban y que todavía hoy se están produciendo en el mundo de la edición. En el Grupo Santillana se jubiló.

En su calidad de antiguo alumno del colegio de El Pilar, ha colaborado durante su jubilación con la Fundación Santamaría, vinculada a Ediciones SM.

Pero todo esto dice poco de su currículum real. Su currículum real se ha construido sobre el esfuerzo personal, sobre el rigor de su pensamiento, sobre la solidez de sus convicciones morales, sobre su ética irreprochable, sobre su disponibilidad permanente para ayudar a quien le hiciera falta y donde hiciera falta, por la delicada firmeza en el trato con sus colaboradores y subordinados. Su verdadero currículum profesional es el que ha construido y criado ese roble que ayer se nos cayó herido por el rayo de la imprevisible y siempre inoportuna enfermedad.

Ambrosio Ochoa es mi amigo. Pero creo que puedo afirmar sin miedo a equivocarme que Ambrosio Ochoa es el amigo de todos los editores, de todos los profesionales del mundo del libro que le han conocido o lo han tratado en alguna ocasión.

Y no puedo terminar sin dejar constancia de una de sus cualidades ocultas, su generosidad. Somos muchas las personas que tenemos que agradecerle a Ambrosio su generosidad, su entrega y su cariño. Hombre de aspecto duro por su firmeza, era de una ternura infinita, capaz de una total entrega cuando su apoyo o su persona podían ayudar a otros o prestarles un servicio. Y en eso siguió la máxima evangélica: nunca se enteró su mano izquierda de lo que hacía su derecha. Generosidad y discreción en la que siempre le acompañó su mujer, Mari, esposa y mujer ejemplar, a la que le expresamos nuestro condolor de todo corazón y a la que queremos acompañar en estos momentos de desesperanza, a ella que siempre tiene esperanza. Y también nuestro amor y nuestro recuerdo para su hija, Marilí; para sus nietos, Dánae y Manuel, y para toda su familia.

Amigo Ambrosio, descansa en Paz. Que ese Cielo que esperabas te acoja, que el Dios de misericordia en quien creías te reciba y te premie tus buenas obras. Aquí, en este mundo en que nos dejas, tus amigos te recordamos, te seguimos queriendo y seguiremos buscando en el horizonte la fortaleza de ese roble que fuiste y que tanto bien nos hizo.

Mauricio Santos es editor.

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