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Los apuros del autoritario elegante

Capello es el técnico madridista con peores números en los últimos años

Diego Torres
EL PAÍS

En el fútbol, el prestigio es cuestión de pequeños detalles. "Con Capello", cuenta un jugador del Madrid, "trabajamos lo mismo que con Luxemburgo, sólo que Capello no toma café en los entrenamientos y Luxa llevaba un termo".

Con sus corbatas manufacturadas a pedido por un sastre de Nápoles, sus gafas azul cobalto y una dedicación constante a la autopromoción -llegó a decir que él fue el precursor del estilo del actual Barça cuando puso a Mijatovic, Suker y Raúl juntos en 1996-, Fabio Capello se labró un currículo atronador. Durante años fue considerado como un modelo de infalibilidad.

En Europa, presentarse a un entrenamiento con un termo de café puede resultar un deterioro para la reputación inversamente proporcional al brillo que otorga una elegante pose autoritaria. La consecuencia se refleja en la nómina. Vanderlei Luxemburgo cobró en su día algo más de tres millones de euros brutos por temporada. Capello se embolsa ahora algo menos de siete millones.

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Claro que Capello garantiza resultados. El Madrid de Luxemburgo consiguió 1,78 puntos por partido en la temporada pasada y el Madrid actual obtiene 1,80. Aunque la diferencia no le basta para ser el tercero en la Liga, a Capello le alcanza para eludir una destitución fulminante. Si a Luxemburgo lo echaron en la jornada 14ª, después de cinco derrotas, su colega italiano ha sobrevivido a la 21ª con siete partidos perdidos.

Los aspectos ornamentales sirven para ganar más dinero, pero no representan una garantía contra la crisis. Capello ya lo sabe. Su Madrid es un equipo sin forma ni carácter, que pierde encuentros ante adversarios más débiles y mete menos goles que ningún otro en los últimos 30 años.

El Madrid decadente de las pasadas temporadas, con sus entrenadores destituidos, nunca fue tan pobre en el área contraria. Los equipos que dirigieron Luxemburgo, Mariano García Remón, Juan Ramón López Caro y Carlos Queiroz metieron más goles que el conjunto que ha confeccionado Capello. En su primera temporada, la 2004-05, Luxemburgo propició que el Madrid marcara el doble de goles que el cuadro actual, al tiempo que recibía los mismos tantos por partido.

Desde que Florentino Pérez le negó la renovación a Vicente del Bosque, la cuestión decorativa alimenta las decisiones en materia de política deportiva en el Madrid.

Al entrenador salmantino no le bastó con ganar una Liga, o una Liga de Campeones, por temporada. En la primavera de 2003, Pérez buscaba alguien con trazas de cónsul plenipotenciario, elegante por fuera, dócil por dentro. Fichó a Queiroz, cuya piel tostada evocaba a su Mozambique natal. Queiroz fue destituido después de 38 partidos y diez derrotas. Una mala estadística, aunque no tan alarmante como la actual.

Desde 2003, el Madrid ha destituido a cuatro entrenadores por fracasar en el intento de ganar un título. Queiroz fue el primero. Le siguió García Remón, al que borraron del mapa tras poner a Beckham en el banquillo en Santander. A lo largo de 11 jornadas de Liga, el conocido como El Gato de Odessa consiguió una media de 1,81 puntos por partido. Lo mismo que Capello en su versión 2006-07. A él no le valió, sin embargo, para llegar a las Navidades. Por entonces, el nivel de tolerancia en la directiva madridista era menos laxo.

Luxemburgo fue presentado en la Navidad de 2004. El técnico de Río de Janeiro vio la luz de 2006 en un invierno que los jugadores relacionan con el frío de Las Rozas, el gorro de Luxemburgo y su termo de café caliente. No llegó a la primavera.

El club lo sustituyó por López Caro, hombre ambicioso que, como político, nunca estuvo a la altura en una época de fuertes convulsiones institucionales. Como entrenador resultó bastante eficaz: tres derrotas, nueve empates y doce victorias en 24 partidos. Lo perdieron las igualadas. Con todo, su balance de puntos por partido fue de 1,87. Mejor que el del Madrid actual.

"Si echamos a Capello, ¿a quién contratamos?", se preguntaba un dirigente del Madrid, ayer por la tarde; "sólo Del Bosque está en el mercado. ¡Y seguro que pide esta temporada y la que viene!".

Los prejuicios ornamentales siguen, invencibles, pesando sobre Del Bosque. Mientras tanto, la crisis, que comenzó en 2003, ha barrido a cinco entrenadores (incluyendo a José Antonio Camacho, el único que no fue destituido, sino que dimitió) y amenaza con tragarse al sexto. El último, sin embargo, es duro de roer. Ni toma café en el banquillo ni usa bigote.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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