Excelente Zaragoza, desfondado Barça
Un gol de Diogo pone en ventaja al equipo aragonés frente a un rival que fue encogiendo con la lluvia
En mal día y peor hora llegó un buen partido de fútbol en un torneo precioso por épico y, sin embargo, desbravado porque las eliminatorias son de ida y vuelta para evitar un mayor dramatismo.
Al Camp Nou fueron poco más de 31.000 aficionados, y los dos equipos jugaron un buen rato como si se hubieran sentado los 100.000 espectadores que caben en el estadio. Al final, como es costumbre, ganó el Zaragoza, que resolvió cuando la lluvia se hacía sentir y el Barça no podía con los calzones. No es que los azulgrana tiraran la ronda, sino que los blanquillos maduraron mejor el partido y resolvieron con autoridad y grandeza, circunstancia que ahondó en el desespero del bando barcelonista.
A la espera del partido de La Romareda, se puede convenir que el Zaragoza le ha cogido el truco a la Copa y al Barcelona, nuevamente abatido en un gran duelo y en una competición que exige un perdedor inmediato, como ocurrió en el Mundial y la Supercopa europea. La derrota cuestiona la resurrección azulgrana apuntada en la Liga y obliga a preguntar de nuevo por Ronaldinho, tieso como una vela, y Deco, el mejor cuando está bien y el peor cuando anda mal. A la que topó con un rival fuerte en la contención y vertical en la transición, el equipo de Rijkaard se venció y perdió esta temporada su imbatibilidad en el estadio. No le alcanzó con un aceptable primer tiempo ante un rival que defendió muy bien antes del descanso y atacó mejor en la reanudación.
Al Barça le estimuló inicialmente la visita del Zaragoza. Necesitaba contrastar su mejoría frente a un rival ambicioso y cuajado, y Víctor Fernández tiene muy buena prensa por su capacidad para armar equipos con buen gusto. Aunque perdió control y profundidad por las ausencias de Celades y Aimar, el Zaragoza presenta siempre un juego intimidador por su organización defensiva y despliegue en ataque. El Barcelona lo enfrentó con respeto y también determinación. Los azulgrana han dado un paso adelante, y desde hace un par de partidos juntan mejor las líneas y recuperan la pelota en cancha ajena alrededor de un Edmilson más fiable como mediocentro. Vuelve a manejar el equipo tres conceptos de su ideario: posición, posesión y presión. La presencia de Iniesta ha mejorado su organización por la misma regla de tres que la ausencia de un extremo derecho le quita agresividad. Así que el partido tuvo un buen ritmo.
Al fútbol intenso y atrevido del Barcelona le faltaba precisión. No sabía cómo acabar las jugadas, enredado en el pase, escaso de ocasiones, tan rápido en el robo del cuero como torpe en la última maniobra. No rompe Ronaldinho y cada pérdida de la pelota suponía un riesgo por la contra rápida del Zaragoza.
Una vez puesto a recuperar sensaciones, el Barça no sólo se ha reencontrado con virtudes sino también con defectos. Iniesta, por ejemplo, vuelve a ser tan buen jugador como mal rematador. El sostén ofensivo eran los disparos a media distancia de Xavi y Deco, y especialmente, las llegadas de Zambrotta, muy coreado en el estadio.
Ante la laboriosidad del Barcelona, el Zaragoza fue más selectivo: Jorquera le sacó un remate de gol a Óscar y Sergio remató al palo antes de la media parte. Jugaba muy organizado el equipo maño y su lectura del partido era excelente para desdicha de un Barça tan aseado como exento de malicia.
La contra del Zaragoza espantó al Barça, que regresó timorato a la cancha. No le funcionó el intercambio de papeles, y a Rijkaard no le quedó más remedio que cambiar para entrar de nuevo en un encuentro gobernado por el equipo maño, excelente en el juego de ayudas y en las faltas tácticas. El Barça respiró ofensivamente con Giuly y perdió capacidad defensiva sin Zambrotta y Edmilson. El Zaragoza, mientras, no paró hasta rematar su medida crecida con un gol en el momento justo porque no admitía respuesta. Aunque marcó en un córner, su jerarquía era tan rotunda que pudo alcanzar el triunfo en cualquiera de sus jugadas de ataque, descolocado, desfondado, desfigurado y sin chispa como quedó el Barça, de nuevo en la lona.
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