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Crónica:FUERA DE CASA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El último escándalo

He acudido al Real para ver 'Wozzeck', de Alban Berg, en versión de Bieito, y nada. Ya no hay provocaciones.

En un tiempo, el escándalo era un arma revolucionaria. Había que organizar un escándalo como arma para enfrentarse a la desigualdad, a la explotación, a la influencia castradora de la religión o al brutal militarismo. Así, los surrealistas buscaban por la vía del escándalo, por la provocación, despertar conciencias. Tenían una moral a la contra, exaltaban la pasión; reivindicaban el insulto, la risa malévola, la mixtificación y hasta el asesinato como una de las bellas artes. Naturalmente toda esa provocación se quedaba en la palabra o en la obra. Cuando decían que a ellos les parecía más atractiva la idea de incendiar un museo que de fundar un hospital o un centro cultural, por un lado provocaban, exageraban; por otro, no se imaginaban el dinero que algunas de sus obras valdrían con el tiempo ni cómo los museos se llenaron con sus provocaciones, con sus escándalos.

Hace tanto tiempo que ya no se provoca, que no se escandaliza, que me dirigí a ver Wozzeck al Teatro Real de Madrid con la exaltación y la esperanza de ver uno de esos espectáculos que -además de la belleza, la dificultad y la actualidad de la ópera de Alban Berg, basada en la obra de Büchner- nos pudieran conmover, provocar hasta el punto de que la gente abandonara sus entradas, pateara, silbara y se mostrara indignada, provocada por el último de los grandes provocadores españoles, Calixto Bieito. Nada. Una decepción, un fracaso. Lo siento por Miguel Muñiz -el atrevido director del teatro-, por Bieito, por Alban Berg, por los cantantes, por el escenógrafo y por los cuerpos desnudos que se pasean por ese mundo tan opresivo y hermoso del decorado de gran belleza expresionista de una de las óperas claves del siglo XX. Y lo siento mucho por Josep Pons, el genial director musical de la obra y flamante director de la Orquesta Nacional de España. Todo el escándalo del día del estreno, las quejas, los abandonos, los pitidos y los insultos se quedaron en nada la noche en que fuimos a la ópera. Un fracaso. Así se lo comunicó un resignado Pons a un sorprendido Bieito. Traduzco del catalán: "Nada, chico, un fracaso; nadie abandonó la sala, apenas un tímido silbido, y el resto del público, encantado, aplaudiendo, emocionándose, y algunos, entusiasmados con la escena, la escenografía y hasta con la música... Estamos acabados, pero sobre todo tú, que eres el maestro de la provocación... Tú verás lo que haces, ya ni con Houllebecq, ni con Berg... En fin, el futuro se pone duro...". Tengo que decir que es una traducción muy libre, como mi catalán, porque no pude escuchar, con tantas felicitaciones que le daban a Pons, su conversación con su amigo Bieito. Pero lo que quedó claro es que la provocación ya no es la que era. Y que no es lo mismo el público de un día cualquiera en el teatro que el público del estreno. Lo siento por Bieito, pero así es porque así lo vimos. Un éxito sin haber provocado escándalo. ¡Dónde vamos a llegar!

Para darle ánimos, unos amigos invitamos a cenar a Pons, que había conseguido hacer lírico el complicado mundo musical de Berg. Con su pasión, lo átono tenía otro tono. Y decidimos que había que adaptarse a esa madurez de ya no ser provocadores ni provocados. Nos provocan otros, nos escandalizan o nos irritan otros, pero están en la política, en el ladrillo o en el deporte. El arte, ya no es el que era. Ni el país, ni su paisanaje. El paisaje sí que sigue siendo un escándalo de especulación y destrucción. De eso, también de eso, hablaba la puesta en escena de Bieito. Precisamente no fue ese escándalo el que escandalizó a los ofendidos de la primera noche.

¿Qué sería de nosotros sin artistas provocadores? ¿No provocó Velázquez cuando pintó demasiado verdadero al papa Inocencio? ¿Y no provocaron con su obra Quevedo, Goya, Picasso, Valle-Inclán, Buñuel o Dalí? Y si nos venimos más cerca, ¿no fue por la vía de la provocación que se hizo conocer Arrabal, aunque hoy sólo nos provoque un poco de risa? ¿No han sido las provocaciones de La Fura dels Baus las que les hicieron internacionales? ¿No siguen siendo provocadores los españoles más internacionales, más universales? ¿No es eso todavía Almodóvar? Y sin duda, talentos añadidos, los grandes éxitos de Bieito en el mundo vienen de la capacidad provocadora. Como provocadores fueron los guiones de Azcona y las películas de Berlanga.

Que sigan los provocadores, que no se rindan, que lo sigan intentando. Es curioso cómo muchos de ellos proceden de Cataluña o sus alrededores. Provocadores de toda condición. Suaves y cultos como el veterano escritor Cristóbal Serra, que convoca mundos de rebeldías amables. Irónicos como Albert Pla o Astrud en la música pop. Atrevidos como Carles Santos y sus incitaciones circenses y musicales. O Andreu Buenafuente, mi vecino, desde la televisión. Plurales, imaginativas, diversas y ricas provocaciones que siguen llegando de mundos tan ordenados como el catalán. Ya casi todos somos catalanes. Que no pare el escándalo. Que seamos capaces de seguir provocando, aunque sea en día de estreno.

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