El 'crack' surgido del odio
Cristiano Ronaldo ilumina la Liga inglesa seis meses después de ser su jugador más impopular
"Brilla por la derecha, brilla por la izquierda. Nuestro muchacho Ronaldo sonroja a Inglaterra". Algo así dice la canción que los 70.000 seguidores del Manchester United entonan en Old Trafford para explicar la historia de su 7, el extremo portugués que ha iluminado la Liga inglesa con sus regates, sus centros y sus 12 goles, uno menos que Drogba, del Chelsea, el líder de los goleadores. Cristiano Ronaldo roza ya el reto de pretemporada de su entrenador, Alex Ferguson, en una apuesta monetaria para ver si alcanzaba los 15. A punto de cumplir los 22 años, ha encontrado en el odio que le profesó Inglaterra el mejor combustible para lograr la madurez. Juega con un punto de resistencia y determinación alejados de los pasados fuegos de artificio. Y, encima, sabe cabecear: en la ferocidad de las áreas, ha impuesto sus 184 centímetros para anotar dos tantos de cabeza. En esta primera mitad de la Premier suma ya los mismos que en toda la pasada, cifra que ni arañó en las dos anteriores. Es decir, es la explosión de Cristiano después de que Inglaterra lo convirtiera en el chivo expiatorio de su eliminación del Mundial. La escena incendió el ánimo de los hinchas: Rooney pisó la entrepierna de Carvalho. Cristiano reclamó la expulsión de su compañero del United y el árbitro le atendió. Guiñó el ojo al banquillo luso, Inglaterra cayó en los penaltis y los tabloides bramaron contra él, que empeoró las cosas al afirmar que quería irse al Madrid.
Los hinchas hicieron al luso chivo expiatorio de la eliminación del Mundial por exigir la expulsión de Rooney
Su salida del United parecía inminente, salvo por un detalle: el testarudo Ferguson no estaba dispuesto a ella. Su poder de convicción se basa en que siempre está de parte del jugador en los malos momentos. Así fue cuando en septiembre de 2005 murió el padre de Cristiano y un mes después éste fue acusado de violar a una chica, imputación de la que fue absuelto. En plenas vacaciones estivales, Ferguson se plantó en el Algarve, donde veraneaba su 7, para convencerlo. No fue fácil. Cristiano se sentía injustamente vapuleado. Pero recordó esos trances difíciles y decidió seguir. "Después del shock inicial", le confesaría al periodista Bruno Prata, "he reaccionado al contrario de lo que querían los aficionados rivales. A partir de cierta altura, ya no oigo los silbidos". Antes hizo las paces con Rooney: "Se ha publicado que dijo cosas terribles sobre mí, pero me ha dicho que lo ignore todo". Curiosamente, ahora que Cristiano brilla en la Liga, Rooney la deja indiferente.
Apasionado del chocolate y militante antitabaco, el otro Ronaldo es uno de los futbolistas más mediáticos, especialmente en Asia. Su web echa humo y sus romances causan expectación. El que tuvo con la presentadora televisiva de origen español Merce Romero es considerado en su país uno de los desencadenantes de su gran forma: rompieron hace tres meses y ya no viaja a Lisboa tras cada partido.
Lejos quedan sus humildes orígenes en Madeira, donde causó sensación en el Andorinha antes de que se lo rifaran los dos clubes más importantes: el Marítimo y el Nacional. Venció este último, pero por poco tiempo. Le llamó el Sporting de Lisboa, la mejor cantera lusa, e inició una carrera fulgurante. "Vino a los 11 años. Era alto y delgado, vivaz y extravertido", recuerda el director de la escuela, Aurelio Pereira; "al tratarse de un niño de la calle, tuvimos que ofrecerle un acompañamiento mental". "Me llamó muchas veces llorando y pidiéndome volver a casa", confiesa su madre, María Dolores.
A los 17 años deslumbró ante el Inter, pero dijo que no había hecho nada. Y a los 18, en un amistoso frente al Manchester, su actuación fue tan formidable que Ferguson decidió ficharlo por 18 millones justo cuando Beckham dejó Old Trafford por el Bernabéu.
Al joven Cristiano no le faltaron tormentas emocionales. Como adolescente del Sporting, fue expulsado de un torneo por tirar una silla a un profesor. Ante Holanda sub 21, destrozó a patadas un vestuario. Suerte que se topó con dos mentores que ejercieron de padres: Ferguson y Luiz Felipe Scolari, su entrenador en la selección. Scolari piensa en él como futuro capitán. "Tiene carisma y ha aprendido mucho". Ahora la hostilidad inglesa ha acelerado la maduración de su enorme talento.
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