Agüero resucita al Atlético

Con el agua al cuello, lanzado a un ataque enloquecido, el Atlético encontró un salvavidas milagroso en la puntera de Agüero. La magia del Kun rescató a su equipo en el minuto 90 cuando ya se ahogaba, incapaz de marcar un gol pese a jugar con tres delanteros, y estiró una eliminatoria interminable que él mismo cerró con el penalti decisivo. Fue una jugada de puro talento, con los defensas cayendo por el camino y el portero estirándose para la foto. Cavallero encajó el tanto y se citó con Leo Franco para la tanda de penaltis. Dos internacionales argentinos frente a frente. Ninguno paró un solo disparo, pero el Levante desvió dos tiros y Agüero le ejecutó sin piedad.

El chispazo de Agüero recompensó la tenacidad del Atlético, un equipo que tardó un mundo en descubrir que era muy superior al Levante. Tanto como 180 minutos. Hasta entonces, el grupo de Aguirre había sesteado, relajado en un torneo que consideraba apetitoso. O eso parecía. Muy atractiva para algunos equipos, la Copa es un estorbo para otros. Se suponía que el Atlético jugaba "una final". Y que el Levante despreciaba los partidos entre semana para centrarse en la Liga. Lo dejó claro el técnico, López Caro, que bajó de la cita a varios titulares, los jugadores y el público, que se quedó en casa. El del Atlético es otro cuento: busca un título y una puerta a Europa. Estuvo a punto de perderlo todo.

El Atlético encontró su primer enemigo en sus propias filas. Pese a su querencia por actuar de visitante, no sabía a qué jugar. Sus jugadores se pasaban el balón con poca claridad en las botas y menos ideas en la cabeza. Sólo faltaba que se encogieran de hombros. De ahí que la única pólvora en la primera parte fuera cosa de Gabi en dos lanzamientos lejanos ante los que Cavallero metió los puños. Mista y Torres revolotearon por el área, engullidos en el embudo. El Atlético se enredó en la salida del balón y apenas Valera enchufó el ventilador por la banda derecha. El resto, a esperar a ver qué pasa.

El Levante estaba dispuesto a resistir como fuera. Esperaba, eso sí, un rival más peleón, de modo que se creció ante la dejadez rojiblanca y se lanzó al ataque casi por inercia. Riga remató al palo mientras Leo Franco hacía la estatua y Déhu cabeceó alto con el portero de nuevo vencido. El Levante redundó en el latigazo: que corran Riga y Luyindula en ataque.

Tommasi es un ejemplo. Pese a las medallas en su pechera, el medio italiano acepta sin rechistar su papel en la sombra, el de suplente de un equipo modesto. Y cuando toca ponerse el mono de faena, en un estadio casi vacío y con un frío intenso, el hombre parece un juvenil. A la hora de jugar con el reloj, eso sí, es el más listo de la clase. Cada falta que recibía era un minuto de tregua para su equipo.

Aguirre torció el gesto, refrescó al equipo con Luccin y Galletti y el Atlético espabiló aunque fuera por la bronca del técnico. Jurado abandonó la banda para dejar vía libre a Pernía y se unió a los delanteros. Puestos a jugar por el centro, Agüero completó el tridente y después de especular un buen rato el Atlético se desmelenó. Entonces sí se vio un verdadero partido copero, al ataque y lleno de suspense.

El Levante se encogió, asustado por tantos delanteros como se le echaban encima. Apenas se refugió en algún contragolpe solitario, el único momento para tomarse un respiro. El balón se le escapaba de las botas, secuestrado por Luccin y Gabi. Mista y Torres aparecieron ante Cavallero, pero muy desafinados. Tanto tiempo fuera de onda, al final no supieron marcar. Sí Agüero, en una jugada mágica que forzó la prórroga. Como si hubiera ya hecho los deberes, el Atlético se desinfló y Kapo y Camacho rozaron el empate. Fueron las únicas ocasiones, con los futbolistas con la lengua fuera. La última bala la guardaba, quién si no, Agüero.