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Reportaje:

30 años educando "con el alma"

Homenaje a dos maestras de Pontevedra que trabajaron tres décadas en un poblado gitano

Han sido más de 30 años plantando cara a la pobreza y "arrastrando" a la lectura a los más pequeños del poblado gitano de O Vao, en Poio. Mari Fe Conde y Luisa Carral saldan su carrera como profesoras del centro de primaria EEI O Vao dedicándoles a sus alumnos los versos lorquianos del Romancero gitano: "Los niños que García Lorca describía son los mismos que tuvimos nosotras, los mismos de ahora. Nacen cantando y bailando, con un arte genuino que se identifica con los sonidos de la naturaleza".

Tras su larga experiencia, aseguran que esta minoría étnica -no alcanza el 0,25% del total de la población gallega- "es una cultura superior con una historia milenaria que no se ha dejado influir". Por eso insisten en que la cercanía es básica para avanzar en la educación y seguir rompiendo una barrera social que les impide escapar de una vida marginal. Con todo, desde 1983 a 2000, el nivel de escolarización de los gitanos en la escuela primaria ha pasado del 65 al 94%.

A pesar de que ya han traspasado la barrera de los 60, Mari Fe Conde y Luisa Carral transmiten la pasión de dos primerizas tras una trayectoria laboral que culminó esta semana con un homenaje ofrecido por la Consellería de Educación. Un tributo que también los gitanos tenían previsto rendirles, a su manera, de no ser por el reciente fallecimiento de tres miembros de esa comunidad.

Cuando empezaron, recuerda Mari Fe, el colegio no disponía ni de agua corriente. "Teníamos que ir con cubos y con los niños a la fuente para coger agua y cubrir las necesidades básicas". Entonces las familias vivían en carromatos: "Allí parían, dormían y hacían toda la vida". Una época en la que se encontraban con las mujeres cocinando arroz con hinojo en medio de los caminos. Introducir los hábitos mínimos de higiene supuso una larga lucha que se hizo desde el corazón. "Nos enseñáis con toda el alma", llegó a decirles un alumno.

En los años 80, aún compartían los pupitres payos y gitanos, pero con la llegada de las drogas los primeros cambiaron de colegio y se fueron quedando solos. De aquel tiempo destacan una convivencia limpia, sin recelos ni prejuicios: "Nos decían: 'Tú no eres ni paya ni gitana, eres la profesora'. Entonces se compartía todo".

Las dos evocan con especial entusiasmo la faceta artística de los pequeños. Cuentan que un bote de suavizante servía para que a un niño de 4 o 5 años le hiciera las veces de guitarra mientras los otros se arrancaban al momento con palmas y cante. También recuerdan con intensidad a La abuela, del clan de los Amaya, una gitana muy respetada que apostó por la educación.

El arrojo de estas mujeres les llevó a plantar cara a las drogas dentro de las aulas. "Colgábamos una pancarta con una jeringuilla pintada con gotas de sangre y gritábamos '¡Drogas fuera, drogas muerte! ¡Escuela sí!". Una lucha que también se extendió a la reivindicación por la igualdad de la mujer: "Vive explotada, es la que tiene que buscar el sustento. El hombre es como un dios, el rom le llaman". Que un antiguo alumno les contase casi con lágrimas en los ojos que su hija acababa de obtener el carné de conducir es una de las satisfaccines difíciles de olvidar. "Cada vez que nacía un niño nos lo traían a la escuela para enseñárnoslo", afirman. De esos pequeños, sólo 2 de cada 5 asistirán de forma regular a la escuela, según el informe extraordinario del Valedor do Pobo, José Ramón Vázquez Sandes, sobre la situación de la población gitana en Galicia, presentado en enero de este año.

No han perdido su espíritu guerrero y por eso reivindican a las autoridades que actualicen unas instalaciones que, "aunque muy acogedoras y bien puestas", consisten en un piso emplazado sobre dos chabolas. "Fuimos muy felices allí y los vamos a echar muchísimo de menos", lamentan. Pero no van a parar pese a la jubilación: ya han empezado a impartir clases a adultos inmigrantes.

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