Relevo en la sede
La prensa publicaba la semana pasada la noticia del relevo en la dirección de la Sede de la Universidad de Alicante. Manuel Alcaraz deja el puesto, y se ha nombrado para sustituirle al profesor Emilio Soler. Bajo el gobierno de Alcaraz, la Sede ha cobrado un impulso que en el momento de acceder al cargo, cuatro años atrás, era imposible imaginar. Soler deberá esforzarse en mantener este tono, lo que no resultará sencillo. Hombre forjado en la política -fue director general de Cultura con Cipriano Ciscar, y dirigió Música 92- el nuevo director posee, sin embargo, condiciones para afrontar la empresa.
En algún momento, se ha querido ver el éxito de la Sede como el resultado de una programación copiosa capaz de atraer a un público variado. Esto es cierto, sin duda, pero no basta para explicar las razones de su aceptación. En mi opinión, el éxito de la Sede no radicó tanto en el número de actividades, como en su capacidad para sintonizar con amplios sectores de la ciudad. Alcaraz planteó la programación como un diálogo entre la universidad y Alicante, para superar el alejamiento del campus alicantino del núcleo urbano. Es probable que si Alcaraz se hubiera limitado a programar los habituales cursos de extensión universitaria, como algunos pretendían, las consecuencias hubieran sido distintas.
Cuando se produce un fenómeno de esta clase, se tiende a creer que es el resultado de un golpe de fortuna. No menospreciaremos a la fortuna pero, en esta ocasión, yo diría que se han dedicado muchas horas a pensar el papel que la universidad debía desempeñar en la vida ciudadana. Hace algún tiempo, Alcaraz publicó un libro, Alicante especulación, donde manifestaba su interés por los problemas de la ciudad. Fue una lástima que la obra apareciera con un título tan desafortunado, pues dio la impresión a muchas personas de tratarse de un panfleto sobre el urbanismo alicantino. Nada de eso. Alicante especulación es una de las reflexiones más apasionadas y sugestivas que se han escrito sobre la ciudad en los últimos tiempos. En ella estaba contenida toda la doctrina que Manuel Alcaraz ha aplicado con posterioridad.
Cuando se revisa la relación de los conferenciantes que han pasado por la Sede durante estos cuatro años, sorprende el escaso número de nombres famosos que aparecen en ella. Lo habitual en las instituciones suele ser precisamente lo contrario. Si se dispone de presupuesto suficiente -y, en ocasiones, aunque no se disponga de él-, lo primero que se hace es contratar a un conferenciante que asegure el lleno del local y los titulares de la prensa. Después, se pasa la temporada de una u otra manera. Aquí, sin embargo, no han sido los conferenciantes sino los temas quienes han atraído al público.
Una de las claves del éxito de la Sede ha sido acercarse a los temas de carácter popular. En sus instalaciones, se ha hablado de la emigración y del urbanismo; de política y de la Constitución, pero también de las Hogueras, de las tradiciones, de la Santa Faz... Alcaraz ha pretendido demostrar que estos asuntos podían tratarse desde una perspectiva de izquierdas, con respeto y con inteligencia. Todo ello ha producido un efecto de fusión muy acentuado y poco habitual. Algunas tardes, el visitante que contemplara el trasiego de gente en las puertas de la Sede, pudo tener la impresión de que allí sucedía algo extraordinario. Y realmente era así, pues nada hay más extraordinario en este país que ver a los ciudadanos ejerciendo su ciudadanía.
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