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LINEA DE FONDO | Fútbol | 13ª jornada de Liga
Columna
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Domingo de Ramos

Revestido de su sobriedad castellana, disfrazado de vecino del quinto, Juande Ramos, es decir, Juan de la Cruz Ramos Cano, ha puesto en órbita al Sevilla. Todos se preguntan cómo ha podido reunir un elenco tan variado, cómo ha logrado transmitirle su sello y cómo se las ha ingeniado para que sus pupilos, procedentes de escenarios tan distintos, hayan llegado a identificarse tan profundamente con una misma idea. En menos de dos años, sin caer en la soberbia ni en la rutina, ha conseguido armar un mecano en el que podemos reconocer algunas propiedades que hacen de un equipo un instrumento metálico. Es duro, flexible, dúctil y brillante, y en él se combinan admirablemente la velocidad, la precisión, la tenacidad y el estilo.

Aunque un organismo tan bien acabado nunca tiene un solo autor ni un solo secreto, el Sevilla representa como pocos la doctrina de su entrenador. Si se le pregunta por su esquema favorito, Juande dice que prefiere el viejo cuatro-cuatro-dos, pero inmediatamente aclara que no se siente atrapado en un dibujo: él repasa las existencias en la plantilla y las organiza según la fórmula que más convenga. Seguramente, esa elasticidad tan particular está relacionada con las condiciones de su vida profesional. En primer lugar, un estratega que al menos ha pasado por doce clubes, casi todos ellos obligados a aplicar una estricta economía de supervivencia, debe hacer muchas cábalas para llegar al domingo y muchos números para llegar a fin de mes.

El ejercicio de vivir de los excedentes exige aprovechar sin excepciones todo el potencial de la compañía, pero quizá fuera el paso por el segundo equipo del Barcelona lo que le reveló la verdadera diferencia entre los equipos pequeños y los grandes. En los pequeños, ganar es condición suficiente; en los grandes, ganar es sólo una condición necesaria: además de sumar puntos, en los clubes de nivel superior hay que cuidar las formas, reconocer que la fórmula más rentable es el buen juego y, en resumen, pensar en los espectadores.

A la estética de la solidez, el Sevilla de Juande suma la estética de la variedad. Su cuartel parece una abigarrada misión de las Naciones Unidas; en él conviven diez países con sus correspondientes escuelas: quince españoles de distintas procedencias, cuatro brasileños, dos franceses, un italiano, un alemán, un danés, un serbio, un congoleño, un uruguayo y un portugués. En su pizarra, la pizarra de Babel, pueden coincidir indistintamente once forasteros u once indígenas unidos por un mismo lema: si has perdido la pelota, corre tanto como puedas; si la recuperas, juega tanto como sepas.

Hoy por hoy, los domingos son de Ramos.

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