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Crónica:Fútbol | Novena jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Chamartín ya sabe cómo pierde Capello

El Madrid, de nuevo muy plomizo, cae ante el Celta y el técnico italiano se estrella en casa por primera vez

José Sámano

Tan poco fútbol tiene el Madrid que a veces ni le alcanza para ganar cuando lo merece. Frente a un Celta de plastilina, el equipo de Capello fue tan plomizo como de costumbre pero nunca estuvo por debajo de su rival. Sin vistosida alguna, el Madrid sí jugó con una marcha más que el Celta y esta vez el técnico italiano probó varias recetas, pero no le dio resultado. Y cuando se le tuerce el marcador el entrenador italiano se queda sin discurso, sin coartada para sostener su apuesta por el fútbol de pico y pala. Contra el cuadro gallego envidó con Ronaldo, luego con el brasileño y Van Nistelrooy, y más tarde con el holandés y Raúl; arrancó con Emerson y Diarra, hasta que les divorció y Guti copó el sitio del africano; por las orillas se sucedieron Robinho, Raúl, Reyes y Beckham... Nada le funcionó al Madrid, cuya única mejoría respecto a cursos anteriores está en el juego aéreo, suerte en la que es un equipo muy dañino.

REAL MADRID 1 - CELTA 2

Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Helguera,Cannavaro, Roberto Carlos; Emerson, Diarra (Reyes, m. 46); Raúl, Guti, Robinho (Van Nistelrooy, m. 46); y Ronaldo (Beckham, m. 65). No utilizados: Diego López; Pavón, Raúl Bravo y Mejía.

Celta: Pinto; Ángel, Lequi, Contreras, Placente; Oubiña, Iriney; Núñez (Tamas, m. 90), Canobbio (Jorge, m. 74), Nené (Jonathan, m. 80); y Baiano. No utilizados: Esteban; Vila, Guayre, Larena y Perera.

Goles: 0-1. M. 35. Nené, a pase de Canobbio. 1-1. M. 43. Emerson remata de cabeza un córner lanzado por Raúl. 1-2. M. 82. Jorge supera a Casillas con un tiro cruzado.

Árbitro: Miguel Angel Pérez Lasa. Enseñó cartulina amarilla a Guti, Diarra, Reyes, Oubiña y Nené.

Unos 75.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.

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Más allá de los vuelos de Sergio Ramos, Helguera y Emerson en el área celtiña, el único rastro ofensivo del Madrid fue Ronaldo, que de vuelta a la titularidad dejó su huella con tres remates crudos que destemplaron a Pinto. Nadie le mejoró. Ni antes ni después de que Capello le hiciera regresar al banquillo a la hora de partido. Con dieta o sin ella, Ronaldo sigue por encima del resto. Su presencia atemoriza a cualquier rival y aún conserva la potencia suficiente para resultar imparable en determinadas jugadas.

El Madrid domestica tan poco el juego que supedita su destino a los pequeños detalles que se dan en cada partido. Por su nómina de futbolistas resulta probable que haga bingo en más de una ocasión. Así, si el asunto se empantana, Capello hace girar la ruleta y da vidilla, uno tras otro, a sus delanteros. Pero hay días, como el de ayer, en los que el Madrid prueba su pócima y dos lances puntuales le condenan al fracaso: un error juvenil de Emerson al cerrar un córner favorable y un regate de Reyes en la zona prohibida para cualquier torería. Del primer patinazo se aprovechó Nené, del segundo, Jorge. El Celta, que se había mostrado como un equipo paliducho, de aire cansino, de repente se vio en el trono. Excesivamente mimoso con la pelota, tanto en defensa como en ataque, al conjunto de Fernando Vázquez le faltó vigor, algo de chicha en todas las zonas del campo. Justo lo que le sobra al Madrid, al que -exceptuada la estación de Getafe-, no se le puede negar su tajo. Su problema es futbolístico y es profundo. No gobierna los encuentros porque le falta vocación con la pelota, que en los pies de Diarra transita como por un paisaje lunar, dando tumbos hasta que aparece Guti y se enciende la luz. Al equipo tampoco le da salida cegar una banda con Raúl, que jamás tuvo un desborde largo, ni siquiera en su época juvenil. La orilla del capitán es asunto de Sergio Ramos, convertido por exigencia capellista en un maratoniano de primera. Hasta que el cuerpo aguante.

Con ese desapego por el control del partido, el Madrid se deshilacha, sus líneas se separan y todos se ven obligados a multiplicar su esfuerzo físico por la pradera. Incluso si el contrario, caso del Celta, se despliega de puntillas, con toda la parsimonia del mundo. Incluso si el rival, caso del Celta, también regala un gol, como el cabezazo que todos los muchachos de Vázquez concedieron a Emerson en el empate madridista. El brasileño, que se debe sentir desairado por una hinchada a la que ha dado muchos motivos de desconfianza, se puso gallito y se empecinó en no celebrar el gol, pese al corrillo de sus compañeros. Un gesto revelador: el pretoriano de Capello se siente a gusto con lo hecho hasta ahora esta temporada. No se espera que él y su técnico descorchen un fútbol de la mejor cepa, pero sí al menos alguna chispa que otra. Y resultados. Sobre todo, resultados. Sin ellos no queda justificación posible. Que a estas alturas un equipo de Capello sume tres derrotas oficiales resulta sospechoso. Y que pierda en Chamartín resulta más que dudoso. A Capello jamás le había sucedido, ni ahora ni hace una década. Motivo suficiente para la reflexión, una vez superados los cincuenta días de plazo reclamados por el técnico y tras desaprovechar la oportunidad de igualar al Barça en la clasificación. Con lo que ello habría supuesto para la parroquia, que no encuentra consuelo en el césped ni en la clasificación.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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