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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Alberto Spencer, el 'señor gol' de Suramérica

Era el jugador que más tantos marcó en la Copa Libertadores

Hay futbolistas cuya medida la establece el temor que su sola presencia produce en los rivales, la ansiedad con la que éstos suelen mirar el periódico la mañana del partido con la secreta ilusión de leer que el día anterior el objeto de sus miedos se haya torcido un tobillo o pillado un constipado. Alberto Spencer (Ancón, Ecuador, 1937- Cleveland, Estados Unidos, 2006), quien falleció el pasado viernes al no poder superar una cirugía a corazón abierto, pertenecía a esa estirpe. Su negra figura, longilínea, musculosa y atlética, sembraba pavor en las defensas de todo Suramérica allá por los años sesenta, cuando las televisiones sólo ofrecían imágenes con cuentagotas y en diferido, y las radios agigantaban la imaginación de los hinchas y la dimensión de sus ídolos.

Pero enfundado en la camiseta amarilla y negra del Peñarol de Montevideo, Spencer no necesitaba de la grandilocuencia de los narradores para ganarse la adoración de los viscerales simpatizantes de uno de los dos clubes más populares de Uruguay. Le bastaban sus números, su certeza en el área, su velocidad, su impecable cabezazo, tal vez herencia de un abuelo inglés que emigró a Jamaica, para alcanzar la dimensión de héroe.

Nacido en Ancón, un pequeño pueblo petrolero en la provincia del Guayas, Spencer llegó a Uruguay en 1960, recomendado por Juan López, el entrenador charrúa en el Maracanazo del cincuenta, que por entonces dirigía la selección ecuatoriana. A López no le pasaron inadvertidas las cualidades de ese delantero centro del modestísimo Everest de Guayaquil, donde llevaba marcados 101 goles. Muy pocos, comparados con los 326 que lograría en la Liga uruguaya y, sobre todo, los 54 señalados en la Copa Libertadores de América (el equivalente a la Copa de Europa), que aún se mantienen como récord absoluto, y prácticamente inalcanzable, en el máximo torneo suramericano de clubes.

La efectividad de Alberto Spencer fue clave para que Peñarol viviera la época más ilustre de su historia. Con él como eje del ataque, "el equipo del pueblo" conquistó 8 títulos de Liga, 3 Copas Libertadores y 2 Copas Intercontinentales. La última, en 1966, tal vez pueda avivar el recuerdo de algún memorioso hincha del Real Madrid. Porque los aurinegros vencieron al conjunto de Serena, Amancio, Pirri, Velázquez y Gento, 2-0 en la ida en Montevideo; y 0-2 en la revancha en el Bernabéu, en lo que el Corriere dello Sport denominó "una espléndida lección de juego". Spencer convirtió tres de esos cuatro goles.

Fue aquella la última gran época del fútbol uruguayo. Junto al ariete ecuatoriano brilló durante sus primeros años en Peñarol su "compadre" Pepe Sacía; y después compartieron delantera el Pardo Abbadie, el Verdugo Rocha, Cortés y el peruano Joya, en un equipo donde también destacaban el portero Mazurkiewicz y los defensas Gonçalvez y Pablo Forlán, padre de Diego, el delantero del Villarreal.

Junto a varios de ellos, Spencer disputó seis partidos para la selección charrúa, aunque en un caso único en el fútbol, alternativamente también jugó un Suramericano de naciones y una eliminatoria mundialista para Ecuador. Porque la de su nacionalidad fue una disyuntiva que aquel moreno callado y caballeresco nunca pudo dilucidar. Se fue a terminar su carrera al Barcelona de Guayaquil en 1971, y regresó a Montevideo, donde se quedó viviendo con su mujer y sus hijos uruguayos, pero como cónsul honorario de Ecuador.

Por eso, quizá no sea tan extraño que su corazón de atleta no haya soportado que lo abrieran, dividido como estuvo siempre entre dos amores que hoy recuerdan con cariño a ese hombre que los reunió en un mismo punto de la pasión: un grito de gol transmitido por radio de punta a punta de Suramérica.

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