Nos han prometido el oro y el moro
Motivos tenía el PP para descafeinar a todo trance la moción de censura con que le acosaba el PSPV. A la postre, a nadie le gusta que le aireen sus flaquezas e incumplimientos, aunque el vapuleo público no amenazase ninguna preeminencia y dejase previsiblemente la relación de fuerzas más o menos como era y es. Más o menos decimos porque, después de esta tanda parlamentaria que nos ha ocupado la semana, el partido del Gobierno ha salido a nuestro juicio menos fortalecido que su principal antagonista, lo que tampoco habría de sorprendernos: dar políticamente caña, y sobre todo habiendo motivos, resulta más agradecido que argüir la defensa cuando tan obvios han sido los incumplimientos y tanto están gravitando los escándalos, por más que oficialmente se ignoren o soslayen mientras se prospectan y airean los pecados del adversario.
Tal ha sido la estrategia de los populares, al tiempo de desacreditar cuanto han podido la moción: buscar trapos sucios de los socialistas donde los hubiere y con la suficiente temperatura mediática como para condensar y desviar el interés mayoritario. A la tarea se aplicó el audaz consejero de Territorio y Vivienda, Esteban González Pons, que nos deslumbró con la insólita y espectacular retirada de las competencias urbanísticas al Ayuntamiento de Catral. Una decisión probablemente apropiada, pero de todo punto inoportuna. Penalizar esa localidad del Bajo Segura por sus trapisondas inmobiliarias equivalía a que emergiesen súbitamente todos los catrales que saturan la geografía valenciana, cuestionando así la política desarrollada en este capítulo por los populares en los dos últimos decenios. En fin, un bumerán.
Tal como se ha querido, los debates sobre la censura y el de política general se han sucedido sin pausa, lo que ha terminado por convertirse en un torbellino agitado de críticas, inciensos, promesas y compromisos. A tenor de lo que los portavoces del PP nos anticipan, no vivimos todavía en la fabulosa Arcadia, pero sólo hay que esperar a la próxima legislatura en la que aumentará la bonanza en todos los órdenes: ayudas familiares y a los más necesitados, a la par con las desgravaciones fiscales y el impulso a las infraestructuras, entre otras partidas. Incluso se menciona la promoción el zumo de clementina, un detalle ilustrativo del amplio y minucioso programa que se ha diseñado para neutralizar la ofensiva de la oposición, tan desdeñada hasta ahora. El corolario clave de esta propuesta es el "crecimiento inteligente", así descrito por el PP y sin duda pergeñado por su conspicuo equipo dirigente, Serafín Castellano, la consejera Milagrosa Martínez o la secretaria general Adela Pedrosa.
De todo el denso bagaje promisorio del PSPV, que no le va a la zaga, se nos antojan mencionables tres puntos, por cuanto que supone asimismo el empeño de su palabra en el caso de que gobernasen. Nos referimos a la transparencia, tan echada en falta a lo largo de estos dos últimos lustros de gestión autonómica difuminada por la contabilidad creativa, la reducción en un 25 % del número de altos cargos (¿tantos viven de la sopa boba?) y la democratización -si hemos entendido bien- de RTVV. Ya se adivina que en las otras rúbricas vitales -sanidad, enseñanza, vivienda y etcétera- los socialistas administrarán con largueza.
Una impresión que no se decanta de estos lances parlamentarios que comentamos, de no ser a fuerza de retorcer los hechos, es el propalado radicalismo de la izquierda, aludido como un peligro por los portavoces del PP autónomo. Tanto Joan Ignasi Pla, que ha confortado a sus leales pasando solventemente la prueba del doble debate, como el portavoz de EU
L'Entesa, Joan Ribó, han dado pruebas de madurez y prudencia, sin necesidad de dejarse nada en el tintero. Asociarlos a un extremismo anacrónico en el supuesto de que gobernasen nos antoja una frivolidad electoralista, cuando no una villanía. ¿Qué decir, en cambio, de un presidente de la Generalitat, Francesc Camps, que incómodo por la adscripción a la derecha que se le otorga declara ignorar qué ha sido el franquismo? Eso sí es un peligro.
LOS BORGIA
Sesión de gala organizada el martes pasado por la Generalitat para presentar el filme Los Borgia en el Auditorio del Palau de les Arts de Valencia. Llenazo. La peli, producida por Antena 3, no llega a ser un bodrio, pero casi. Mucha sangre, perversidad y sexo, lo que sólo es una parte de la historia de la famosa familia valenciana, su muy divulgada
leyenda negra, acrecida en esta ocasión por el esquematismo de los personajes y guión. Pero gustará al gran público, a pesar de que tampoco está servida por un buen elenco. Sobre todo, vista en otra sala con una acústica tolerable y con butacas más cómodas. ¡Qué tortura!
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