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Crítica:TEATRO | 'La revelación'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Varietés y compromiso

Con un grito atávico en plena calle sobre un contenedor de escombros cercano al Club Capitol, en calzoncillos y con el cuerpo pintado a rayas transversales rojas y negras, como los indígenas de la Patagonia chilena, y tras repartir a los espectadores impresos oficiales de declaración de apostasía, Leo Bassi acababa la noche del miércoles la función de estreno de La revelación, su último espectáculo y uno de los más polémicos. El público barcelonés supo apreciar el coraje y el esfuerzo de este bufón de la protesta, su sinceridad en la defensa de lo que considera justo, su fervor a prueba de bombas, y nunca mejor dicho. (En el teatro Alfil de Madrid este montaje le supuso que alguien colocara un artefacto explosivo al lado de su camerino, afortunadamente desactivado a tiempo).

La revelación

De Leo Bassi. Intérpretes: Leo Bassi, Pablo Alonso, Miguel Peres. Vestuario: Liza Bassi. Imágenes de vídeo: Fred Tort. Dirección: Leo Bassi. Club Capitol, sala 1. Barcelona, 20 de septiembre.

Lo más admirable de Leo Bassi es que, a sus 55 años, tenga aún ganas -motivos no nos faltan a nadie- de seguir luchando por un mundo mejor. Y para él, como para muchos de nosotros, un mundo mejor es un mundo más equitativo, más respetuoso, más tolerante y, por supuesto, con más sentido del humor. El humor, siempre presente en sus acciones, envuelve en La revelación un discurso a favor del laicismo y en contra de los monoteísmos fanáticos. Apoyándose en la razón y en el siglo de la Ilustración, cuyas figuras más destacadas aparecen proyectadas al final del espectáculo a modo de homenaje, Bassi desgrana fragmentos de la Biblia (el Génesis, el Éxodo, Josué) y dedica una parte de su arenga a la figura de Jesús con el fin de resaltar las muchas contradicciones e inconsistencias que el libro de los libros contiene y a reflexionar, siempre en clave cómica, sobre ellas. Y junto con el humor, la acción: un sorprendente ejercicio de antipodismo con un piano, la escenificación de El lago de los cisnes o la representación de El pensador, de Rodin.

La revelación empieza con Leo Bassi personificando al papa Benedicto XVI, parodiando su liturgia y adaptando su sermón inicial a sus últimas y desafortunadas declaraciones sobre el islam. Bassi, enfundado en una sotana blanca, las matiza y dice, en ese hilo de voz papal, que no han sido bien interpretadas. Ya pasó con la Inquisición, muchos no vieron el amor que motivaba las acciones de la Iglesia, así como con la evangelización de los pueblos indígenas, cuyas masacres hay que entender como daños colaterales.

El sermón acaba con el enunciado de un par de innovaciones: la de autorizar el uso de preservativos (se disculpa por el sida en África y reparte unos cuantos en tres sabores distintos) y la reforma del culto basada en la sustitución de la música sacra por otra más disco, y suena un tema a lo Prince que Bassi baila con mucho garbo. Así es Leo Bassi. Extravagante, excesivo (su verborrea parece no tener fin, con lo que La revelación pasa de las dos horas), ateo y, sobre todo, un tipo comprometido, política y socialmente.

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