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Reportaje:VUELTA 2006

Una victoria en descenso

La bajada hacia Granada por la carretera de Sierra Nevada fue el momento decisivo del duelo Vinokúrov-Valverde

Carlos Arribas

Y luego dicen que los descensos no sirven para nada. En su aprendizaje acelerado de los fundamentos clásicos del ciclismo, Alejandro Valverde comprobó, muy a su pesar, que bajando también se puede ganar. Y perder, como lo sabían Jean Robic, frágil y ligero, que ponía bidones de plomo en su bicicleta para no quedarse atrás en los descensos, o Jacques Anquetil, que hacía trampas para poder cambiar de bicicleta y usar una más pesada bajando.

A los antiguos, a los personajes que llevan décadas dando vueltas alrededor del mundo de la bicicleta, les encanta contar historias. Y no falla, entre todas ellas hay alguna que se refiere a los desarrollos de la bicicleta. Todos cuentan cómo en los años de oro, en las salidas, los directores y los mecánicos no se dedicaban ociosamente a ver cómo pasa el tiempo o cómo caminan las azafatas, sino que inquietos, entrometidos, no paraban de curiosear entre los coches de los equipos rivales echando un vistazo a sus bicicletas, a los desarrollos que tenían montados para la etapa que estaba por salir. Así, Nemesio Jiménez, equipier del Kas en los años 70, siempre recuerda cómo, después de que Ocaña arrasara a Merckx en Orcières-Merlette, para la etapa siguiente, que comenzaba con un descenso, los corredores del Molteni de Merckx habían preparado unos desarrollos inusitados, con plato de 54 dientes, que nadie usaba. Supo entonces Nemesio que la venganza de Merckx sería terrible, y se fraguaría en el largo descenso hacia Marsella. Y así ocurrió: Merckx y su equipo pillaron desprevenidos a los Bic de Ocaña, que sufrió un día inesperado y empezó a perder el Tour del 71. La derrota final le llegaría, con trágica caída, en otro descenso, cuando arriesgó más allá de sus límites persiguiendo a Merckx bajo la tormenta del col de Menté.

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Alejandro Valverde también perdió la Vuelta de 2006 en un descenso, y también, como Ocaña aquel verano de 1971, en los más de 20 kilómetros que llevaban de la cima de Monachil bajando por la carretera de Sierra Nevada hasta el centro de Granada, sufrió la ley de un rival con un desarrollo que le permitía avanzar casi medio metro más en cada pedalada, pero de nada le habría valido a su director darse un paseo con una lupa por entre las behaches de Vinokúrov y sus astanas: como observó Valverde durante la etapa, el kazajo cambió de bicicleta y, por lo tanto, de desarrollo, antes de la ascensión final, con su tremendo ataque en el descenso ya en la cabeza.

"Y, sin embargo, a Valverde seguro que aún le ronda por la cabeza, le perturba, le interrumpe el sueño, el recuerdo de aquel descenso", cuenta su director, José Miguel Echávarri. "Seguro que piensa que si alarga su agonía 500 metros más, que si en vez de sentarse y resoplar aliviado cuando alcanzó en el descenso al trío Kasheckin-Vinokúrov-Marchante, momento que aprovechó Vinokúrov para atacar, prosigue su esfuerzo y pega su rueda delantera a la trasera de Vinokúrov, y que se hubiera ido quien quisiera, nada importarían desarrollos, metros o cadencias. Es una lección que tiene que aprender bien: hay que atar corto al rival más peligroso, nada más".

A Vinokúrov, evidentemente, también le siguen rondando por la cabeza, endulzando sus sueños, las imágenes de su descenso victorioso hasta el corazón de Granada, y también considera que allí, un miércoles 13 de septiembre, por lo menos, comenzó a ganar la Vuelta, pero no achaca tanto el éxito de la maniobra a su astucia y habilidad, a su capacidad para atacar de manera inesperada en cualquier momento, cuanto al error táctico del Caisse d'Épargne. "Si hubieran tenido a un corredor en la fuga que iba por delante de los favoritos, como nosotros tuvimos a Paulinho, nada habría sido posible", dijo el kazajo.

Este invierno, cuando Valverde deje reposar un poco su bicicleta, Pascale, su jefe de prensa, y otros técnicos del equipo quieren someterlo a un cursillo intensivo de concentración. "A veces le pasa en la bicicleta y también en las conferencias de prensa, que se despista, que piensa en otras cosas", dice Pascal.

El exceso de confianza es, por supuesto, la consecuencia de lo fácil que a veces parece resultarle ganar a Valverde, como si fuera más difícil perder. Su manifestación, positiva, más espectacular en la Vuelta han sido sus habituales paseos hacia las zonas traseras del pelotón para visualizar a sus rivales antes de la ascensión final. Y esa manía que parecían haber combatido con éxito sus directores le visitó de nuevo en la ascensión a La Pandera. Justo regresaba de uno de esos paseos cuando le atacó Vinokúrov.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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