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Entrevista:MARCOS PEÑA | Presidente del CES

"El mercado laboral no está agotado; existe gente que necesita emigrantes"

Miguel Ángel Noceda

Marcos Peña (1948) recibe en el despacho de la presidencia del Consejo Económico y Social (CES), que acaba de asumir, en la última planta del edificio donde estuvo el diario Pueblo. Cuenta con una vista excepcional del cielo de Madrid, a norte y sur, y con el Jardín Botánico y el Prado de vecinos. Tras varios años de alto cargo con la Administración socialista, en la etapa del PP volvió a su puesto de inspector de trabajo, presidiendo mesas de negociación, mediando en conflictos laborales, moviéndose en un hábitat en el que se siente muy a gusto. Ha marcado, en su ya larga trayectoria de 35 años, un territorio de tolerancia que le permite recordar con orgullo que el Parlamento ratificó su nombramiento por unanimidad.

"Mientras no existe capacidad de diálogo para acuerdos en temas políticos, la patronal y los sindicatos pactan en temas conflictivos"
"Los sindicatos y la patronal han contribuido a que el país sea más laico y dialogante. Han fortalecido la tolerancia, la capacidad de entender al otro"

Pregunta. ¿Cree que el CES necesita cambios?

Respuesta. El papel está perfectamente definido en la ley: reafirmar la presencia de los agentes sociales en los asuntos que le son propios y que el Gobierno oiga sus planteamientos al adoptar medidas que les afectan.

P. ¿No cree que adolece de no ser más que un foro de análisis?

R. No es ajeno a lo que estoy diciendo. El peligro es el exceso de originalidad e inteligencia: eso de vamos a inventar cosas. Alguien podrá pensar que el CES está burocratizado, pero no. Se han hecho informes de enorme importancia sobre inmigración, temporalidad, dependencia... La Memoria, en la que vamos a profundizar.

P. A veces da la sensación de que no se hace caso a los informes.

R. Bueno hay que asumir que el CES no gobierna. Aquí hay que opinar sobre lo que te digan. Los países están necesitados del poso de la reflexión serena al margen de la convulsión inmediata del debate político. Eso enriquece a un país, lo hace más condescendiente.

P. Hablaba de inmigración, ¿es el problema que más le preocupa?

R. Si tengo que jerarquizar, el primer problema es el conocimiento, la formación, el I+D+i. Sé que a la postre se aplica mal, pero desde hace tiempo estoy convencido de que estamos en una sociedad distinta, la del conocimiento, y que hay que apostar como sea por ella. Hay que entrar de cabeza. Eso no es exportable como una fábrica.

P. La temporalidad no ayuda a ello y este país bate récords.

R. En los noventa daba pánico, ahora va mejor. No me escandaliza, porque es verdad que hay elementos que la explican (el país es estacional, de servicios, la temporalidad administrativa pública es muy elevada); pero también lo es que afecta a la formación y, por tanto, a la integración en la sociedad. Existen otras segmentaciones que demuestran que el mercado no está bien articulado: distribución geográfica (una horquilla que va del 4% al 18% de paro según zonas); hombres y mujeres; jóvenes y no jóvenes; extranjeros y no.

P. Y la siniestralidad, que sigue siendo una lacra.

R. Este tema es el que peor llevo, porque soy consciente de haber sacado la Ley de Riesgos Laborales con Griñán

[ministro de Trabajo con el PSOE con el que Peña fue secretario general de Empleo] y no comprendo por qué tenemos esos índices tan elevados. Pensar que la inspección puede acabar con ella sin la complicidad de los agentes sociales es imposible.

P. ¿Hay capacidad para absorber más inmigrantes?

R. Lo que no tenemos es capacidad para saber cuál es la capacidad que tenemos de absorber más inmigrantes. La inmigración se debe contemplar desde una doble consideración. La primera, de agradecimiento, porque ayuda a crear riqueza, al incremento de la calidad y de la economía. La otra es si es legal o no. Pueden venir más o menos inmigrantes, pero no puede venir nadie ilegalmente.

P. ¿Cómo?

R. Es muy difícil. Una de las formas es la represión: aquí no se puede trabajar ilegalmente. Evidentemente, podemos apelar a la compasión. Para resolverlo habría que invertir en aquellos países exportadores de mano de obra. Pero hasta entonces, nos tendremos que defender. Defender de lo ilegal, no del emigrante. La verdad, yo creo que nuestro mercado laboral no está agotado. El mercado de trabajo no es una cosa estática. Y frente al lenguaje oficial existe otro de gente que necesita emigrantes. Por otro lado, la imagen que se nos da de la emigración es excesivamente dramática. Vamos a ser más comprensivos, pero cumpliendo la ley.

P. Parece que el problema de las pensiones se ha aliviado gracias a la inmigración, ¿no?

R. Sinceramente, creo que las pensiones van a estar sometidas a un proceso permanente de ajuste. He vivido situaciones que preveían futuros muy dramáticos, pero al final no se produjeron los efectos perversos pronosticados. Los sociólogos hablan de la falacia exponencial: con los datos actuales los elevas a 50 años, y dices: la ruina, el caos. No tenemos ningún elemento elaborado de pensiones que valore mínimamente el factor emigración. ¿Era tan impensable cuando se estaba hablando constantemente como problema inminente? En fin. La caja está saneada. No es un tema de los que más me preocupe. La derecha ha incorporado el Pacto de Toledo a su acervo, y ya nadie piensa que el sistema se va a privatizar. Eso se ha conseguido, que no es poco.

P. ¿Van a entrar los autónomos en el CES?

R. Está pendiente de que se debata. Es complejo y no pacífico.

P. ¿Por qué no es pacífico?

R. Porque significa cambiar el acuerdo que dio origen al Consejo.

P. ¿Quién se opone?

R. Yo creo que nadie, lo que sucede es que la apertura del melón tiene efectos desconocidos. Es un asunto sometido a la negociación y a la razón.

P. ¿Usted está a favor?

R. Sé que esas modificaciones son complicadas y sé una cosa que este país recuerda mal: que la representatividad de los sindicatos y de las patronales es mucho más potente de lo que se piensa. Aquí están representados millones de trabajadores e infinidad de empresas. Y es que se hace una consideración un poco raquítica de la patronal. Comisiones y UGT tenían una cultura democrática y asociativa histórica; pero la patronal, no. Habría podido salir por cualquier sitio, dar una desbandada, un ataque a la convivencia democrática; pero no, ha respondido. Ha contribuido, junto a los sindicatos, a que el país sea más laico y más dialogante.

P. Cuevas se va a poner contentísimo.

R. Somos amigos desde hace mucho tiempo. Hubo un momento en que el marco institucional no estaba hecho y lo pactaron los sindicatos y la patronal. La crisis industrial fue tremenda y la pactaron ellos. La reforma actual del mercado de trabajo, también. Mientras no existe capacidad de diálogo para acuerdos en temas obvios a nivel político, la patronal y los sindicatos pactan en temas conflictivos. Es gente que ha fortalecido el diálogo, la tolerancia, la cultura y la capacidad de entender al otro. El esfuerzo de la razón. Y es que los líderes sindicales y patronales se están viendo todo el día. Eso no es nada caprichoso ni gratuito, produce efectos positivos al país.

P. ¿El CES ayuda a ello, no?

R. El CES es un vínculo de unión. Se caracteriza porque la componen empresarios y sindicatos, es decir, representa el conflicto y, sin embargo, expresa el consenso.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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