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Reportaje:Tenis | Final del torneo de Cincinnati

El retorno del guerrero

Aunque perdió ante Roddick y su clasificación mundial sigue siendo baja, Ferrero regresó esta semana a la élite tras dos temporadas de crisis

Ataviado con su clásica cinta blanca en la frente, recogiéndole el pelo, y utilizando su raqueta con la misma precisión que un fusil, Juan Carlos Ferrero ofrece siempre la imagen de un guerrero, uno de aquellos irreductibles que lo da todo en la pista y que nunca muestra la bandera blanca de la rendición. Tras un par de temporadas en horas bajas, el tenista de Ontinyent pareció volver a la élite mundial a lo largo de la pasada semana, cuando consiguió ganar a Ivan Ljubicic, Rafael Nadal y Tommy Robredo -tercero, segundo y séptimo del mundo- para alcanzar la final del Masters Series de Cincinnati, que ayer perdió ante el estadounidense Andy Roddick por 6-3 y 6-4 en 1 hora y 10 minutos.

No era habitual ya ver a Ferrero celebrando victorias y mucho menos frente a los 10 primeros del mundo. Tras el mejor año de su vida tenística, en 2003, cuando se proclamó campeón en Roland Garros y fue número uno del mundo aquel mes de septiembre, la estrella del valenciano se fue apagando, quebrado por las lesiones y una infección y sin encontrar el camino del regreso a la cima del circuito profesional masculino.

Sus datos parecían encallados en aquel 2003, cuando ganó el último de sus cuatro títulos Masters Series, en Madrid; su único Grand Slam, en Roland Garros, y disputó su última final grande en el Open de Estados Unidos.

Después, siguieron unas semifinales en el Open de Australia y comenzó una racha de lesiones que le permitieron jugar sólo en contadas ocasiones durante todo el año y nunca en sus mejores condiciones. Su cabeza comenzó a quebrarse. Para un campeón es especialmente doloroso comprobar que no logra dar lo mejor de sí mismo. Y a Ferrero le costó superar esta etapa. Después del Open de Australia de 2004, lo mejor que consiguió el de Ontinyent en el Grand Slam fueron unos octavos de final en Wimbledon el año pasado, y sus resultados en los Masters Series se movieron en la mediocridad, alcanzando sólo unas semifinales, en Montecarlo el año pasado.

No es un balance para echar las campanas al vuelo precisamente, y tanto él como su entrenador, Antonio Martínez Cascales, lo sabían. Por eso se pusieron manos a la obra y buscaron revulsivos capaces de lograr una reacción en el juego del ex número uno. Entre ambos llegaron a la conclusión de que tal vez la incorporación de una tercera persona en el equipo podría ser bueno. Pensaron en Josep Perlas, ex técnico de Moyà y de Albert Costa, justo cuando él acababa de fichar por Guillermo Coria. Pero el pasado mes de enero, Perlas había quedado ya libre y Martínez Cascales se puso en contacto con él.

"El proyecto me gustó", indicó entonces Perlas, "porque siempre he considerado a Ferrero un gran tenista, y no tenía dudas de que tarde o temprano regresaría a la élite mundial". Comenzaron a trabajar en enero, pero los resultados seguían sin llegar. Había mejoras, el jugador parecía mucho más motivado, se le veía con una renovada ilusión. Pero seguía encallándose en unas rondas que no eran las habituales en un jugador de tanta calidad. Además, la irrupción de Rafael Nadal, en el momento más bajo de su carrera profesional, le relegó a un segundo plano y le costó encajar su nueva situación.

Había varios aspectos que debían resolverse. El primero, que volviera a sentirse a gusto con la raqueta y lo lograron cambiándola y recuperando un viejo modelo que él había usado. El segundo era más mental: no podía ser que tras cada derrota el mundo se le hundiera y fuera incapaz de encontrar los aspectos positivos cuando los había y eran evidentes.

Cuando llegó a Cincinnati para iniciar el segundo Masters Series de la gira norteamericana, el desánimo parecía haberse apoderado de nuevo de Ferrero. Mermado por su clasificación, 31º mundial, los cuadros se le complicaban en las primeras rondas y no lograba nunca dar el salto que le abriera las puertas de los últimos eslabones. No le había ido bien en la temporada de tierra batida y tampoco en la de hierba, a pesar de su tercera ronda en Wimbledon. Su primera incursión americana, en el Masters Series de Toronto, concluyó en la segunda ronda ante el chileno Fernando González (13º mundial).

Su cuadro en Cincinnati no invitaba al optimismo, con la perspectiva de James Blake en la segunda ronda y de Rafael Nadal en cuartos de final. "Le dijimos que debía arriesgarse más si quería ganar, que era el único camino", confesó Martínez Cascales. Así ganó por primera vez a Nadal. Y así se metió en la final. Perdió contra Roddick, pero Ferrero demostró que su juego vuelve a estar ahí, junto a los grandes.

Juan Carlos Ferrero, durante la final contra Roddick.
Juan Carlos Ferrero, durante la final contra Roddick.REUTERS

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