Sobre el espacio
Los artistas y los teóricos del arte, obsesionados con los problemas de la forma y la materia, no empezaron a reconocer los valores del espacio hasta los últimos años del siglo XIX y no fueron capaces de empezar a servirse consciente y premeditadamente de sus cualidades estéticas hasta que se afianzaron los movimientos de vanguardia, más o menos, desde el cubismo y el constructivismo. Sin embargo, en un tiempo inusitadamente breve tanto las ruinas del clasicismo y las construcciones del Barroco como el arte contemporáneo, se empezaron a interpretar como espacio. Así, los propios artistas plásticos y los arquitectos comenzaron a considerarse creadores de espacios, valorando más el vacío y sus cualidades que la materia que lo limita y la forma que ésta adopta.
ESPACIO INTERIOR
Sala Alcalá 31
Alcalá, 31. Madrid
Hasta el 27 de agosto
Desde que el escultor Adolf
Hildebrand y el historiador August Schmarsow destacaron el valor artístico del espacio, éste pasó de ser un asunto propio de la filosofía y de las ciencias a convertirse en una cualidad estética que se situará por encima de los temas y los géneros artísticos, haciéndose entonces necesario diferenciar entre espacios vacíos y llenos, abiertos y cerrados, grandes y pequeños, libres y acotados, interiores y exteriores, generándose entonces tantos repertorios de categorías como se le pudieran ocurrir al taxonomista de turno.
Poco más de cien años después del hallazgo del espacio como cualidad artística se propone ahora éste como tema para una exposición que lleva por título Espacio interior, una disculpa como cualquier otra para reunir un conjunto de obras actuales.
Aunque los argumentos que se esgrimen para justificar la exposición hacen agua por todas partes, sin embargo algunas de las piezas que se exhiben, con independencia del tema que las reúne, hacen que merezca la pena visitar la muestra, por ejemplo, los trampantojos de Georges Rousse, las construcciones de Cristina Iglesias, los espejos birreflectantes de Dan Graham, las protomaquetas de Rita McBride o los vacíos ocupados de Rachel Whiteread, entre otros. Cualquiera de estas obras (así como el resto) se puede interpretar, efectivamente, como aportaciones desde el campo artístico a las actuales reflexiones sobre el espacio. La diversidad de intereses de cada uno de los artistas y la variedad de las propuestas seleccionadas son un reflejo de las enormes posibilidades que sobre el espacio quedan sin explotar; esto se debe a que el espacio ha pasado de ser entendido como un mero receptáculo para convertirse en un acontecimiento o, si se quiere, en un tema que ha permitido al vanguardismo superar los clichés más estancados de la tradición al mostrar el vacío como ente y los elementos y sucesos que lo pueblan, como la luz, el movimiento, la distancia, el sonido o los objetos, como sujetos.
Muchas de estas obras ponen de manifiesto el hecho de que estos elementos pueden cobrar nuevos sentidos al ser observados, analizados y razonados en función de su espacialidad o de su posición en un lugar determinado, con el que se relacionan y en el que el espectador, a su vez, se sitúa.
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