El futbolista omnipresente
Vieira simboliza el espíritu de superación y la fortalezade Francia, de la que es líder en el vestuario y en el centro del campo
Acabó el Quiquiriquí en Francia. Raymond Doménech tocó a rebato nada más llegar a Hamelin después de eliminar al campeón Brasil. "Quiero que todo vuelva a la normalidad", insistió, sabedor de que el presidente de la República, Jacques Chirac, felicitó a los jugadores en el vestuario, conocedor de que en los Campos Elíseos ha estado sonando durante el fin de semana I will survive. "No quiero que los jugadores vean la televisión", insistió el seleccionador, hijo de un republicano catalán que tuvo que abandonar el país por la guerra civil; "vamos a volver al trabajo y a procurar que todo recupere la normalidad".
No será fácil por cuanto supone derrotar al campeón con un gol de Henry después de una asistencia de Zidane, una conexión inédita en la selección francesa pese a que el capitán suma 106 partidos por 83 el delantero del Arsenal. "El debate, felizmente, está ya cerrado", suscribió Henry, convertido en el segundo máximo goleador francés en las fases finales, con seis tantos, uno más que Platini, a mucha distancia de Fontaine, que metió 13 en Suecia 1958. La jugada resultó inédita en un equipo que tiene una constante desde que comenzó el torneo: Vieira (Dakar, 1976) no sólo es un jugador inmenso (1,91 metros y 83 kilos), sino colosal.
"No tengo nada que probar, pero las críticas me hacen daño"
"No tengo nada que probar, pero las críticas me hacen daño", respondió Vieira a la salida de Francfort. "El equipo estuvo muy bien parado en el campo. Cerramos los espacios y ofensivamente mejoramos", insistió; "vamos a más en cada partido, como ya ocurrió en el Mundial de 1998. Estamos en racha y, personalmente, me encuentro en un buen momento de forma".
La actuación del centrocampista ha resultado una sorpresa después de un año complicado en el Juventus. El club está amenazado de descenso, ya se sabe que los jugadores acostumbran a acabar el ejercicio fundidos cuando les entrena Fabio Capello y Vieira, además, ha tenido problemas de lesiones.
Nadie lo diría en Alemania. Ya fue determinante en la victoria contra Togo, desequilibró el encuentro ante España y estuvo espléndido frente a Brasil. "Los grandes jugadores se demuestran en los grandes partidos", concluye el medio. "Es el mejor en su puesto", subraya Alex Ferguson, el entrenador del Manchester United. "Sólo se pueden decir cosas buenas de él", remacha Zidane. Vieira sólo ha tenido un problema en el Mundial. Doménech se empeñaba en situarle en un costado del campo hasta que, finalmente, le ha devuelto a su posición natural de medio centro.
"Necesita estar metido muy dentro del campo y precisa espacio para recuperar y llegar, dos cosas que combina estupendamente, junto con su gran determinación por las cosas", asegura Luis Fernández, ex entrenador del Athletic y el Espanyol y el técnico que le descubrió en el Cannes cuando acababa de cumplir 17 años: "Vi a un tipo grandote, con unas grandes cualidades físicas y que, además, era muy listo".
Vieira, que cuando tenía siete años emigró de Dakar al barrio parisiense de Trappes y después al de Dreux, empezó a jugar en el Tours y triunfó en el Cannes, que le traspasó al Milan. No le fue bien inicialmente en el calcio y, por el contrario, acabó siendo el capitán del Arsenal en sustitución de Adams, un anuncio de su importancia capital en Highbury, donde acabó por ceder el testigo a Cesc.
La temporada pasada regresó al fútbol italiano para jugar en el Juventus porque necesitaba "nuevos desafíos" y ahora aspira a volver a ganar la Copa del Mundo con Francia después del éxito de 1998. Vieira es el jugador referencial de Doménech porque simboliza los valores que exige el seleccionador: actitud y fortaleza defensiva, ayuda en la recuperación de la pelota y poderío en la transición. El despliegue físico del volante francés es tan determinante como su remate.
Vieira es el jugador omnipresente por excelencia. Imprescindible en el campo, es igualmente necesario en el vestuario por su compromiso y fiabilidad, extensible a causas como la lucha contra el racismo.
No es casualidad que sea el capitán en ausencia de Zidane, circunstancia que siempre enorgulleció a su familia; sobre todo, a su abuelo, un senegalés que combatió con el ejército francés. En definitiva, representa el espíritu de superación de la selección francesa.
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