Millar cumple su penitencia

Diez días antes de comenzar el Tour de 2004, David Millar cenaba en un restaurante cerca de su casa en Biarritz con su amigo David Blaisford, entrenador inglés. Le hablaba Millar de lo fuerte que se sentía para ganar el prólogo de 6,1 kilómetros de la semana siguiente en Lieja, de la ilusión que le hacía ser el primero en vestirse de amarillo, cuando tres policías franceses entraron en el restaurante y se lo llevaron a prisión. En el cajón de un escritorio de su casa, la policía había encontrado varias jeringuillas y muestras de EPO. La evidencia no podía ser más clara. Los análisis, tampoco. "Sí, me dopaba. Y guardaba aquello como souvenirs de la mentira que estaba viviendo", reconoció el corredor escocés. La mentira que le relacionaba con el médico español Jesús Losa y que vivía desde el año 2001. Desde entonces reconoció que era adicto a la EPO.

Millar fue sancionado con dos años apartado de la competición, dos eternos años que cumplió el pasado 23 de junio en medio de la indiferencia y de las investigaciones en España por la Operación Puerto. Justo a punto para reaparecer en otro Tour, en otro prólogo como el que quería ganar en 2004. Por las calles de Estrasburgo recuperó ayer las sensaciones que había perdido, el nerviosismo, los ánimos de la gente, el pedaleo contra el crono. No ganó, como pretendía y aseguraba su director, Joxean Fernández Matxin. Acabó decimoséptimo, a 14 segundos de Hushovd, pero "orgulloso" de sí mismo. "No estoy decepcionado en absoluto, el puesto en la clasificación no me importa", afirmó. Después, en la soledad, recordó el calvario que había vivido, los seis meses siguientes a la sanción en los que quedó atrapado en el alcohol. "Estuve con la cabeza metida en la arena durante mucho tiempo. Beber y salir eran mi forma de escapar de todo porque mi mundo se estaba derrumbando", afirmó hace unos días.

En enero de 2005 decidió que volvería, que regresaría a los entrenamientos. El Saunier Duval le ofreció en contrato por dos años, una segunda oportunidad en la vida. "En los primeros meses no estaba seguro de que iba a volver, todo estaba en el aire, pero ahora estoy preparado para un segundo inicio", dijo. Durante el último mes ha pensado únicamente en el prólogo. Su equipo le preparó una bicicleta especial, más pequeña adelante (talla S) que detrás (talla L), con su nombre grabado junto a un dibujo de la Torre Eiffel. La horquilla está inspirada en los alerones de los coches de fórmula 1 de McLaren y con un manillar cinco centímetros más largo de lo permitido por la UCI -pidieron permiso- para adaptarse a su altura: 1,94. Se marchó a San Diego a entrenarse en el túnel de viento, con la ilusión de un debutante. "He vuelto, he empezado de nuevo, y estoy limpio", asegura.

En medio del escándalo del dopaje, Millar asevera que "los equipos saben cuando sus corredores se dopan" y afirma que sus ambiciones "son incluso mayores que antes". "No hubiera vuelto si no pensara que puedo ganar estando limpio. Algunos de mis mejores resultados fueron sin haber tomado nada. Conseguí ocho victorias limpio en 2001. Gané una etapa del Tour de Francia cuando estaba limpio. Simplemente me puse en las manos de la gente equivocada, pero eso ha quedado atrás para siempre".

Tras su regreso ayer a la competición, este hijo de un piloto de British Airways, nacido por casualidad en Malta, desea reivindicarse en el Tour a sus 29 años. "Ante todo quiero acabar la carrera. No se me pasa por la cabeza no conseguirlo, no creo que sea un problema. Luego quiero correr la Vuelta a España. Y disfrutar. Durante demasiado tiempo he vivido muy triste".