Regreso en familia
Luis concentra el abatimiento de la selección mientras sus futbolistas vuelven a España protegidos por sus padres, novias, esposas e hijos
La máxima dice que el fútbol pertenece a los jugadores. Hay equipos, sin embargo, en los que el peso del técnico es más relevante que el de la plantilla. A España, como a Holanda, le ocurrió algo similar. En el Mundial de Alemania la voz cantante de la selección fue la de Luis Aragonés, que ayer concentró la mayor parte de la pena por la eliminación. El hombre no podía disimular su abatimiento. Lo acompañaron a un paso por detrás, en silencio, su grupo de pretorianos, entre los que destacaron el preparador físico, Jesús Paredes, y el ayudante de campo, Armando Ufarte. Puesto que la tensión corría a cargo del seleccionador, el clima en el avión de regreso a Madrid fue más bien distendido. Acompañados por familiares y amigos, los jugadores regresaron bien protegidos. En Barajas los esperó un pequeño baño de multitudes. Unas doscientas personas, entre viajeros y personal de la Terminal Cuatro, se arrimaron a darles la bienvenida como a héroes. Como si caer en los octavos de final del Mundial hubiese sido un detalle en comparación con las alegrías que inspiró el equipo.
La madre de Villa quiso quedarse con uno de los reposacabezas del avión, que llevaba su nombre
Algunos jugadores procesan mejor el fracaso que otros. Mariano Pernía, Iker Casillas y Xabi Alonso dieron síntomas de mayor pesadumbre que el resto. "Nos faltó experiencia", lamentó Pernía, perdido en un mar de cámaras y aficionados al salir del aeropuerto. "En la primera ronda la selección jugó con nota muy alta. Cuando tuvimos que jugar a partido único nos faltó experiencia y cometimos errores puntuales".
"La sensación de quedarse fuera de un Mundial es mucho peor de lo que os imagináis desde fuera", dijo Pernía a los periodistas que le preguntaban por el estado anímico del grupo. "Estamos amargados y desilusionados", agregó; "porque antes de que Francia empatara nos merecimos mucho más".
El hispanoargentino viajó solo y con cara de huérfano. Pero el ambiente del avión de regreso fue familiar. Las novias, las madres, los padres y las esposas de los jugadores se mezclaron con una abundante prole. La hija pequeña de Michel Salgado se paseaba con su padre por el pasillo del avión, Iker Casillas y Xabi Alonso charlaban con sus novias, y los padres de Villa rogaban al hijo que no dejara escapar ningún recuerdo. La madre del goleador del Valencia quiso quedarse con uno de los reposacabezas personalizados especialmente con el nombre de su hijo.
En la cola del aparato se juntó el grupo más grande. Torres procuró distraerse escuchando música con su i-Pod. El capitán, Raúl, sobrevoló los Pirineos completamente dormido. Pertenece a esa clase de deportistas que disfrutan con el drama. Cuenta la leyenda que se durmió en el autobús que lo llevaba hacia su debut en Primera, en La Romareda. Ayer, en la situación inversa, cuando el mundo de éxito que había conocido se le desmoronaba, Raúl seguía durmiendo sin alterarse. Los libros de historia apuntarán que en el Mundial de Alemania le hizo un gol a Túnez.
El equipo de España siempre convivió en un ambiente distendido. En la victoria y en la decepción. Tal vez ese fue un mérito de Luis Aragonés. Alrededor de las otras grandes selecciones se generó un clima de mayor hostilidad. En ocasiones, como en el caso de Italia, le tensión del equipo rozó la paranoia. Brasil también dejó atrás sus concentraciones abiertas de Corea 2002. En Alemania el equipo de Ronaldo se retiró en fortalezas, castillos y palacios recoletos. El propio Ronaldo vivió al límite de la crisis de ansiedad, provocada por la tremenda exigencia a la que vive sometido. El equipo español, en cambio, produjo lo que los futbolistas llamaron "ilusión". Esta sensación de expectativa y fantasía fue lo más cercano que conocieron los futbolistas españoles a la presión de otras selecciones.
Las emociones que desencadena la selección española nunca suelen ser violentas. La moderación sentimental de los jugadores se traslada a la gente. Ayer en la Terminal Cuatro de Barajas, donde aterrizó el avión, los jugadores fueron recibidos con un entusiasmo sorprendente. La reacción de la hinchada contrastó con la despedida fría del día de la partida, hace 20 días. "¡Ánimo Luis!", le gritó una niña al seleccionador en el momento en que la puerta automática se abrió para darle paso hacia la salida. La respuesta del técnico, con una señal de gratitud, fue su gesto más aliviado de la jornada. Su primera sonrisa tras el hundimiento.
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