El Mundial de los porrazos
Los jugadores coinciden en la inestabilidad del césped y el comité organizador admite su fracaso en este aspecto
La organización del Mundial tiene un problema resbaladizo. De agarre al suelo. El asunto no es banal teniendo en cuenta que a este deporte se juega con los pies. Tampoco es aislado. Se trata de una inquietud en la que coinciden los jugadores. El césped de los estadios no les ofrece la suficiente estabilidad. "Hemos probado con todos los botines y todos los tacos y nos seguimos resbalando", dijo Mascherano el sábado en Leipzig; "no es un problema de calzado, sino del campo. No sabemos qué hacer. No es normal que en un partido en el que juegan 22 haya 15 que se caigan".
El césped, dice Mascherano, "se levanta" cuando se le imprime mucha presión. En el mejor de los casos, la consecuencia es un golpe, que suele ser en brazos, espalda o culo. Esta irregularidad genera desajustes defensivos, ridículos en el ataque, y algunas lesiones. Villa advierte de que hay algo que no es normal: "Riegan los campos dos horas antes y por arriba están muy blandos, pero por debajo son muy duros".
"He tenido que ponerme tacos de aluminio para no irme al suelo", se alarmó Ayala en Gelsenkirchen, "y ahora tengo las piernas muy cargadas". El seleccionador argentino, José Pékerman, le ha secundado: "Los campos son muy duros. Como los riegan una hora antes, la superficie se vuelve resbaladiza".
El conflicto es un tema de debate nacional en Alemania desde que Ballack hizo su apunte: "El césped es demasiado resbaladizo. Nos afecta a todos los equipos por igual". En el libro de quejas figuran Zico, el seleccionador de Japón; Van Nistelrooy, el punta holandés, y el técnico de Angola, De Oliveira, que atribuyó la lesión de Mateus en el partido contra Irán (1-1) de la primera fase a la fluctuación del piso. Mateus perdió pie y se fracturó un brazo. Otros casos tuvieron consecuencias menos dramáticas, como el del argentino Palacios, que vio cómo se frustraba su debut con una sucesión de resbalones cuando intentaba sus gambetas.
Antes del Mundial, el comité organizador, presidido por Franz Beckenbauer, resolvió replantar la hierba en todas las sedes. El responsable de la empresa es Engelbert Lehmacher, que salió en defensa de su proyecto: "El terreno se compone de un 70% de grama azul y un 30% de césped inglés, que es muy robusto y se usa como forraje".
"Las apreciaciones de los jugadores son muy subjetivas", opina Lehmacher; "los holandeses se quejan de que es muy duro, otros creen que es blando y algunos prefieren una superficie más rugosa. Hay selecciones que prefieren el césped húmedo y otras más seco. Éstos olvidan que debe ser regado para mantener un nivel apropiado de humedad. Los jugadores deben ser más tolerantes".
En busca de la solución "estándar", Lehmacher no ha contentado a nadie. La crisis ha llevado al vicepresidente del comité organizador, Wolfgang Niersbach, a admitir el fracaso con laconismo prusiano: "No hemos alcanzado nuestro objetivo. Las condiciones de la hierba no son óptimas".
El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha intuido que es hora de atacar el negocio de las alfombras. "Necesitamos una base que sea independiente de las inclemencias del tiempo", dijo; "estamos investigando sobre la hierba artificial. Siempre ha sido mi deseo. Esperemos que para 2010, en Suráfrica, se pueda jugar en una superficie sintética".
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