Nostradamus en el castillo del barón de Münchausen
Francia teme el cruce en octavos con España, favorita para el adivino en 1555
Francia tiembla. Los declinólogos -augures de la decadencia-, una especie que últimamente prolifera en el país vecino, se temen lo peor. Les bleus, la selección francesa, todavía no ha ganado un partido en el Mundial; su estrella, Zidane, repescado a última hora de su retiro, está cansado. Las imágenes del momento en el que fue reemplazado, en el segundo tiempo del partido contra Corea del Sur, agotado, evitando cruzar su mirada con la del seleccionador Raymond Doménech, han llenado las primeras páginas de los periódicos.
Todo el mundo pudo verlo: tras una primera parte aceptable, los franceses se vinieron abajo físicamente en la segunda. Y los coreanos, que en ningún momento habían dado la más mínima sensación de peligro, empataron el partido. Es un grupo cansado. Las cifras cantan: el promedio de edad de los dos equipos que ha puesto Doménech sobre el campo en Alemania es el más alto del torneo hasta la fecha: casi 30 años de media.
El seleccionador culpa directamente a los árbitros, y el viejo portero de antiguas batallas, Barthez, le secunda. Doménech ya ve una conspiración. La tarjeta amarilla a Zidane por apresurarse a tirar una falta en el partido contra Suiza, es "lo nunca visto" y el gol fantasma no concedido a Vieira ante Corea pone a los franceses en la tesitura de "tener que marcar seis goles para ganar un partido". Los suizos, añade, "fueron enormemente favorecidos por el árbitro". Y Henry le secunda: "Sé que los árbitros han recibido consignas, pero son extrañas", dice.
Se diría que quien habla es uno de tantos seleccionadores españoles que se han dado de bruces con el Mundial. Pero no, uno se frota los ojos y se convence de que es el seleccionador francés de apellido catalán. Y tal vez tenga razón, como la tuvieron sus colegas ibéricos, pero lo cierto es que Francia no ha ganado ni un partido en la fase final de la Copa del Mundo desde que se la adjudicó en 1998 y corre el riesgo de repetir hazaña en esta ocasión.
Primero fue el no a la Constitución Europea. A continuación París perdía los Juegos de 2012 frente al peor rival posible: Londres. ¿Dónde está la grandeur? Francia ha perdido peso en la escena internacional, dicen los ciudadanos en las encuestas. A Chirac ya no le hacen caso en las cumbres...y sin embargo parecía posible recobrar el optimismo gracias al fútbol. El recuerdo de los grandes momentos, el del triunfo sobre Brasil en París por un contundente tres a cero, el de la Eurocopa de 2000, no acaba de morir, y el sabor de la gloria se resiste a abandonar su paladar. La esperanza es lo último que se pierde y por eso ahora todo el país se ha conjurado para ganar a Togo y pasar a la siguiente fase.
Claro que después de Togo podría llegar ni más ni menos que España -"un país très dynamique", dicen ahora- y en el castillo de Münchausen, donde están recluidos les bleus, cunde el pánico. Tal vez por eso, ayer, Le Parisien se curaba en salud y recurría a las profecías para justificar el desastre. Nostradamus, el famoso adivino, ya predijo la victoria de España en el Mundial de 2006.
Un pasaje de sus Profecías, publicado en 1555, dice lo siguiente: "Cuando termine el sexto mes de 2006, el rey de España pasará los Pirineos con su Ejército. Las legiones de Belcebú les esperarán para la batalla en las planicies de Europa central. La destrucción y la derrota se abatirán sobre los malvados. El Santo Grial volverá a España, con el Rey triunfante".
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