_
_
_
_
Reportaje:Alemania 2006

Lejos del paraíso

Ghana se impone a los checos y obtiene la primera victoria de un equipo africano

Santiago Segurola

Se anunciaba África como el nuevo paraíso del fútbol, un continente inexplorado por un juego enfermo de importancia en Europa y Suramérica. Los rigores de la profesionalización habían desvirtuado la naturaleza del juego, cada vez más atento a todo lo que significaba control. La pérdida de espontaneidad se interpretó como una señal de decadencia. Se necesitaba el vigor de lo natural, del fútbol sin contaminar, para revitalizarlo. África era ese territorio. Su incorporación al deporte había obtenido éxito en las actividades donde el valor de la naturaleza era primordial. Ningún ejemplo más claro que el atletismo, donde los africanos aparecieron de forma triunfal en los Juegos de México 68. Desde entonces su influencia ha sido apabullante. Algunas especialidades, como las pruebas de fondo, se han convertido en un territorio exclusivamente africano. Las acomodadas sociedades occidentales han aceptado la derrota con resignación. No hay lugar para los atletas europeos en la mayoría de las pruebas donde es más importante la naturaleza que la técnica.

Allí también hay lucha entre la naturaleza de los futbolistas y el control de los entrenadores

En el fútbol se ha sospechado que podía ocurrir lo mismo. África era el paraíso prometido. Lo apuntaban muchos datos. Selecciones africanas -Camerún y Nigería- habían ganado los Juegos Olímpicos. Jugadores como Roger Milla o George Weah se intuyeron como pioneros del nuevo poder en el fútbol. En parte ha sido así. La presencia de jugadores africanos es cada vez mayor en los grandes equipos europeos. Sus figuras son indiscutibles y abundantes. Sin embargo, el salto no se ha concretado en los Mundiales. En África también comienzan a sufrir los estragos del control. Hay una lucha entre la naturaleza de los futbolistas y el control de los entrenadores. El resultado no indica grandes avances. Ni hay rigor táctico, ni se impone la espontaneidad. Se trata de un mal híbrido. Este Mundial presenta más selecciones africanas que nunca. Juegan cinco equipos: Ghana, Costa de Marfil, Angola, Túnez y Togo. La primera victoria se produjo ayer. Ghana se impuso a la República Checa en un partido donde el equipo africano jugó desatado.

La victoria mueve a la esperanza. Ghana, que jugó bien frente a Italia, perdió todas sus inhibiciones ante los checos, que no encontraron la manera de frenar a los atléticos y verticales jugadores africanos. El partido se libró según las reglas de Ghana, no desde la ortodoxia europea. Vencieron los africanos con un juego sencillo, donde sus condiciones atléticas estuvieron acompañadas por la desenvoltura de sus jugadores. Se animaron a ser ellos mismos y vencieron. Es el único equipo de África que puede alcanzar los octavos de final. Se interpretaría como una regresión la ausencia de sus equipos en la fase decisiva del torneo, que hasta ahora ha sido dominado por las viejas potencias de Europa y Suramérica. Sólo ha emergido Ecuador. Los demás son los de siempre, con una particularidad: casi todos se han inclinado por un juego de ataque, o menos rígido, con un solo medio defensivo, con tres delanteros en muchos casos y con una hegemonía de las defensas zonales. En términos metafóricos, han decidido ser un poco africanos, justo cuando los africanos prefirieron ser un poco europeos. El resultado es el torneo más atractivo de los últimos 20 años. Pero África no tiene el papel que se esperaba.

Los jugadores de Ghana celebran el triunfo.
Los jugadores de Ghana celebran el triunfo.REUTERS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_