"El arte es intemporal y no tiene fronteras"
Picasso. Tradición y vanguardia, comisariada por Francisco Calvo Serraller y Carmen Giménez, tiene en el Museo Reina Sofía su instalación más impactante y concentrada. Unas salas en las que la violencia de las guerras, el horror y el dolor que causan son el argumento principal. Las obras maestras que se han enfrentado a la fuerza simbólica del Guernica no hacen sino acentuar su importancia y cobran ellas mismas nuevos significados. La directora del Reina Sofía destaca la relevancia de esta propuesta y subraya el papel educativo que cumple una muestra tan excepcional como ésta.
RESPUESTA. Es un momento histórico por muchas razones. No solamente por la confrontación Goya-Picasso, y que en el Prado se produzca la visita de Picasso a los maestros antiguos, sino que es una muestra que abre puertas, horizontes, y rompe barreras. Desde el punto de vista educativo es también extraordinario. Pienso que si algo no tiene fronteras es el arte, si algo es intemporal es el arte y los grandes maestros, como demuestra Picasso, actualizan el pasado. Eso lo ves en literatura, en poesía, en música y otras artes. Los grandes maestros que se enfrentan a temas universales le dan una formulación nueva, pero partiendo de lo que han hecho antes otros grandes maestros. Y eso es lo que hace Picasso.
P. ¿Cómo ha vivido usted esta colaboración? ¿Qué opina de las fronteras entre el Prado y el Reina Sofía?
R. Creo que hay que distinguir dos cosas. Una es la distribución de las colecciones organizadas por el Ministerio de Cultura con el criterio de grandes expertos, que es un criterio de ordenación, de intentar poner una lógica, pero que no es científico porque uno puede establecer el criterio en un sitio o en otro. Este criterio puede establecer que la colección permanente sea de artistas que han nacido a partir de 1881, y en el Prado lo anterior a esa fecha, con las excepciones que contempla el propio decreto porque al final la vida no es tan rígida y el arte tampoco. Una cosa es la delimitación de las colecciones y otra la misión educativa que tiene un museo en el que no se pueden poner barreras. A mí me parece que esto supone un enriquecimiento para ambos museos y unas enormes posibilidades de colaboración en el futuro. Ha sido una experiencia extraordinaria trabajar con los equipos de los dos museos, tanto a nivel de conservación como de restauración, de organización, de gestión y de comunicación. Y desde el punto de vista artístico ni qué decir tiene.
P. Hay a quienes les ha chocado ver a Goya en este museo de arte contemporáneo.
R. Yo entiendo que choque, porque es la primera vez que se hace, pero creo que a su vez es bueno porque abre horizontes. Por poner un ejemplo que se refiere a nuestra institución, la forma en que está planteado magistralmente el enfrentamiento de Picasso, Goya y Manet es muy aleccionador desde muchos puntos de vista. Primero, porque permite la individualidad de la visión de cada uno de los cuadros. Por otro lado, permite la relación entre ellos. Hay una primera relación exclusivamente formal entre Manet, Goya y el propio Picasso en La masacre de Corea, donde composición es el punto de partida, y hay otro enfrentamiento básico que es el eje fundamental de la exposición, que es Goya y el Guernica, donde el diálogo que se produce es un diálogo de esencias, de contenido, una confrontación moral y emotiva. ¿Qué quiero decir con esto? Que a veces las relaciones con el pasado no son tan literales como a primera vista le parecería a cualquiera. ¿Picasso está copiando? No, no está copiando. Está asimilando y haciendo una cosa nueva. También es muy pobre pensar que te vas a encontrar repetido exactamente lo que ha hecho el maestro del pasado. La influencia puede ser de distinto tipo. No necesariamente tan literal.
P. Hay cruces de significado y relaciones en las que se refuerzan unos cuadros a los otros.
R. En esta cruz que tenemos en el museo se ve la diferencia entre lo que es una influencia formal revitalizada y una alternativa honda a lo que se está haciendo. En el Prado pasa lo mismo. La exposición se inicia con El Greco, con esas torsiones del cuerpo y angulosidad que reconoces en La planchadora de Picasso. Y, sin embargo, hay otros alargamientos que no tienen tanto que ver con la composición. La manera de afrontar los bodegones o los desnudos no son siempre literales. Hay una sala bellísima donde están Los borrachos, de Velázquez, y Los músicos, de Picasso, donde hay muchos guiños de aproximaciones distintas. Por mucho que leas y tengas referencias diversas, la experiencia visual de enfrentarte a la obra y por ti mismo descubrir los puntos de contacto, eso es educativo. Y si eso te produce un shock, pues es buenísimo. Uno no va a conocer lo que ya conoce sino a tener una visión más honda.
R. No todo se puede medir con el mismo rasero. Las razones técnicas, que son las primeras para impedir el viaje de una obra, son suficientes para no poner en riesgo la pieza. Y en el caso del Guernica es evidente, sería una irresponsabilidad tremenda. Además, hay algunas obras que son más significativas para la humanidad en general que otras, que identifican un lugar y que provocan visitas ex profeso para apreciarlas. Las Meninas no van a viajar nunca, aunque otras obras de Velázquez sí. Es como la Gioconda del Louvre. Luego hay otras obras que son importantísimas y que sólo en situaciones verdaderamente excepcionales tienen sentido que viajen. Muchas veces se pone más el acento en la polémica en vez de poner de manifiesto lo que se aporta, el trabajo que hay detrás y lo que significa para la educación.
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