"Barça, Madrid, el Nàstic ja està aquí"
Tarragona entera se vuelca en una celebración del ascenso que reunió unas 30.000 personas
Mucha gente. No, muchísima. Tarragona no recuerda una fiesta popular como la de ayer, que reunió alrededor de 35.000 personas, según datos municipales. Da igual si las estimaciones eran optimistas -la ciudad tiene 135.000 habitantes- porque no hay precedente de una celebración de esta magnitud. No era para menos. El Nàstic, el pequeño que se ha colado por la puerta principal entre los grandes del fútbol, acaba de subir a Primera División después de 56 años en las categorías inferiores. Ayer tocaba celebrarlo y la ciudad se vistió entera de grana para dar la bienvenida a sus héroes, elevados ya a la categoría de dioses que obtenían los vencedores en el circo romano.
Todo salió rodado. El club y el Ayuntamiento habían previsto las celebraciones para ayer domingo, lo que significaba que el Nàstic debía obtener al menos un punto en el estadio municipal de Chapín, en Jerez. En lunes, la misma fiesta quizá no hubiera lucido. Porque el ascenso, al margen de colocar al club en primera línea mediática, ha significado la comunión en la provincia, monolítica y uniforme para la Administración central, pero dividida entre el Camp de Tarragona y las Tierras del Ebro por la Administración catalana.
"Hemos sufrido, pero lo hemos conseguido", dijo el entrenador, a quien la afición reclamó que se quede
La plaza de la Font estaba llena. Lo nunca visto. Ni en la 'diada castellera' de Santa Tecla.
La fiesta comenzó en la plaza Imperial Tarraco, sede de todo lo tarraconense. Alrededor de 4.000 incondicionales esperaban los autocares del club, que se hicieron esperar. De repente, llega uno. La masa se mueve y ocupa la calle. "¿De verdad es ese el autocar?", se pregunta una joven. Falsa alarma: se trata de un autobús de línea Almería-Barcelona que, quizá para no desentonar o tal vez para que le dejen pasar sin problemas, toca la sirena sumándose a la fiesta. Los autocares de verdad, los descubiertos en los que viajaban los jugadores, llegaron con mucho retraso. La organización prefería que la celebración principal en la plaza de la Font contara con menos luz, puesto que habían preparado una iluminación que nada tendría que envidiar a la de cualquier equipo de la élite en la fiesta de presentación ante sus socios, uno por uno, de sus jugadores. La falsa alarma no hizo más que avivar el ánimo de los seguidores, que seguían con sus cánticos.
La afición del Nàstic no está demasiado acostumbrada a festejos y, quizá por eso, los cánticos son los mismos que los del FC Barcelona, pero adaptados. Para muestra un botón: "Lo lo lo lo lo looo... lo lo lo lo lo looo... lo lo lo lo lo looo... Nàààààstic de Tarragoooooona". O este otro, en catalán: "Ole re, ola la, ser del Nàstic és... el millor que hi ha". Sin embargo, pese al mimetismo inevitable, de la masa surge el grito espontáneo, con la fuerza extra de lo que realmente es autóctono. "Barça, Madrid, el Nàstic ja está aquí". ¡Ahí queda eso!
Y en eso estaba la multitud antes de aparecer los autocares. Dos autobuses descubiertos -uno de ellos ha sido el que ha usado el equipo durante toda la temporada- sirvieron para que jugadores, directivos, hijos, novias, y amigos varios pasearan por el centro de la ciudad sin esconder su euforia. La cara de los jugadores reflejaba que la noche había sido muy larga en Jerez. Antonio Pinilla, uno de los jugadores emblemáticos del club y que está viviendo una segunda juventud en el Nàstic, saludó a un periodista que había estado horas antes con el equipo y le recomendaba que se fuera a dormir.
La multitud apenas dejaba avanzar los autocares. Iban, o trataban de ir, Rambla Nova arriba. El objetivo era la plaza de la Font, la del Ayuntamiento, la misma que el sábado congregó a 12.000 personas para ver el partido del ascenso en directo a través de una pantalla gigante. La calle era roja, de grana, igual que los balcones del centro tarraconense.
La plaza estaba llena. Lo nunca visto. Ni en la diada castellera de Santa Tecla, la mayor en la ciudad, que habitualmente reúne a 10.000 personas. Unos focos proyectaban en la fachada del edificio consistorial la frase "Gràcies, Nàstic". La euforia se contagió a los jugadores de inmediato, que no dudaron en subirse a una de las farolas de la plaza.
"La ciudad siempre ha sido de primera, una gran ciudad. Lo que pasa es que hoy lo significamos mucho más", dijo el alcalde, Joan Miquel Nadal. El consejero de Gobernación y Administraciones Públicas, el tarraconense Xavier Sabaté, no quiso perderse la fiesta y señaló que el ascenso del Nàstic no es solamente el ascenso de una ciudad, sino que el hito tiene "dimensión nacional". Estas eran algunas de las reacciones mientras se hacía tiempo para que los jugadores llegaran al Ayuntamiento. El autocar les había dejado en un extremo de la plaza, que tiene forma rectangular, y tenían que andar -por definirlo de alguna manera- hasta el otro extremo para llegar al edificio consistorial. Era su momento de gloria con la afición entregada, y los jugadores se tomaron su tiempo. El entrenador, Luis César, que aún no ha desvelado si seguirá en el club la temporada próxima, dijo entre ovaciones: "Hemos sufrido, pero lo hemos conseguido". La afición le contestó rápidamente con un "César quédate". Y el presidente, un eufórico Josep María Andreu, añadió: "Esto ha dejado de ser un sueño".
La fiesta del ascenso duró desde el sábado por la tarde hasta primera hora de la mañana, y pese a las continuas apelaciones del Ayuntamiento a la tranquilidad y al buen comportamiento de los aficionados, nadie pudo evitar unos pocos actos vandálicos.
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