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Reportaje:Ciclismo | Giro de Italia

El aguador galáctico

La carrera transalpina proclama a José Antonio Garrido plusmarquista mundial del transporte de botellines, 16 a la vez, para sus compañeros

Carlos Arribas

Antaño, en el ciclismo, a los gregarios se les escogía por su fuerza, por su corpulencia, por su habilidad para tomar al asalto los bares de las carreteras y ser los primeros en salir cargados de bebidas. A los líderes de entonces, tipos de fuerte dentadura, capaces de quitarles las chapas a las Coca-colas con los dientes, les daba por ejercer de déspotas. "Quiero una cerveza", le decía, por ejemplo, José Pérez Francés a uno de sus chicos del Ferry's. Y, cuando el subalterno, sudoroso y sin soplo, se la llevaba, el corredor cántabro la cogía, la miraba y la dejaba caer al suelo. "¡Pero cómo me traes Águila!", bufaba; "¡sabes que a mí me gusta San Miguel!".

Pero los gregarios también encontraban ocasiones para colmar su sed de venganza. Todavía hay ex que recuerdan a un sediento Luis Ocaña pedir agua a Jesús Manzaneque y cómo el manchego le respondía que no podía dársela: "El pozo está muy hondo, Luis".

"Hay tantas figuras que, si no destacas por algo, no tienes nada que hacer" "No sé si tengo colegas jetas, pero tampoco me lo pregunto. Sé cuál es mi función"

Años después, la lucha de clases parece un concepto superado en el pelotón ciclista. "Garrido, tenemos sed"; "Garrido, danos de beber...". Las pancartas se multiplican en las cunetas del Giro de Italia. "Garrido, tengo sed"; "Garrido, súbeme agua"..., resuenan, en eco, las voces de algunos de los integrantes del grupo.

Todos, pancartas, corredores..., celebran a un ciclista español que se ha convertido en un fenómeno de masas, en el corredor más popular después de los campeones. José Antonio Garrido, de Zeberio (Vizcaya), quería ser veterinario y acabó siendo ciclista, como su vecino Zubero, que corrió el Tour de Francia con el glorioso Kas de los años 70. Garrido (Quick Step), como todos los chavales, soñó con ser campeón y, como la mayoría, acabó de aguador, de gregario, de trabajador que derrama su sudor por la gloria de un compañero... Pero, como muy pocos elegidos, por esa vía alcanzó la gloria propia.

No hay nadie como él, que es capaz de transportar 16 botellines a la vez en los bolsillos, en la bicicleta, por debajo de su maillot..., agua helada que le hiela la piel, en la boca, apretando bien los dientes en el pitorro, ocho kilos de sobrepeso, cuatro paseos apresurados, del pelotón al coche, del coche a la cabeza del pelotón en un esprint frenético cuatro veces por etapa.

La Gazzetta dello Sport, el periódico rosa que organiza el Giro, le ha proclamado plusmarquista mundial de la especialidad: nadie puede llevar tantos botellines en un único viaje. El programa especial de la RAI tras la etapa diaria le dedicó el viernes honores de protagonista. Su líder, Paolo Bettini, exige su presencia en las mejores carreras. ¡Viva Garrido!

"Es que en este equipo hay tantas figuras, tantos ciclistas buenos..., que, si no destacas por algo no tienes nada que hacer en él", explica Garrido por teléfono desde el propio Giro; "entendí que me tocaba trabajar todos los días y lo asumí enseguida".

Y enseguida desplegó su generosidad y su habilidad con los botellines. "Ya cuando estaba en el Paternina, mi primer equipo, empecé a manejarme con muchos bidones. Normalmente, cuando hace falta agua, bajan dos corredores por equipo, pero yo dije que, para que no se fastidiara otro, yo podía hacer incluso el doble. Y así empecé".

Y así sabe que, cuando llega el kilómetro 50, el punto en el que se autoriza el avituallamiento líquido, su primera misión es preguntar a los compañeros qué tipo de agua quieren -sola, con sales, botellines marcados con una equis o con dextromaltosa, con un punto...-; pedir al coche por el pinganillo que suba cargado a cola del pelotón y descolgarse para recibir la mercancía. Y, luego, a repartirla. "No sé si tengo colegas jetas, pero tampoco me lo pregunto", dice con el orgullo del especialista; "sé cuál es mi función dentro del equipo y no quiero que nadie esté sin agua fresca".

El furor por la marca de Garrido ha alcanzado tal grado que la propia Gazzetta dello Sport ha organizado un desafío para ver si algún otro ciclista puede con tanta agua. Al ganador se le otorgará el Óscar al mejor gregario. "Yo, en realidad, creo que puedo llevar hasta 20", asegura Garrido, un amante de las apuestas y los desafíos; "pero hasta ahora no tenía sentido hacerlo. Somos ocho en el equipo y cada uno recibe dos botellines. Y ocho por dos son 16".

José Antonio Garrido posa con sus botellas.
José Antonio Garrido posa con sus botellas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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