Un libro relata las torturas de la Inquisición en Málaga
El viajero escocés William Lithgow (1582-¿1645?) recorrió unos 60.000 kilómetros a lo largo de 19 años por el simple placer de conocer nuevas tierras y gentes. Sus peregrinaciones, llenas de avatares que superaba con mayor o menor fortuna, le llevaron a lugares tan remotos en aquella época como Jerusalén o Constantinopla, que describió en varios libros.
En 1620, el protestante Lithgow atravesó España en busca del reino del Preste Juan, un sacerdote-rey que sólo existió en las leyendas medievales, y cuyos dominios se creían situados en Etiopía. Sin embargo, el recorrido de este trotamundos británico se interrumpió abruptamente en Málaga. El gobernador de esta ciudad acusó a Lithgow de espiar para la armada inglesa y, al no lograr arrancarle una confesión de culpabilidad, lo puso en manos de la Inquisición, que lo acusó de hereje y lo sometió a tremendas torturas, que duraron desde finales de octubre de 1620 hasta el Sábado Santo de 1621.
El viajero, que quedó lisiado por estos tormentos, escribió una crónica de su peripecia. Esta narración constituye uno de los pilares en los que se basa la leyenda negra española, traducida por Juan Martín Martín y publicada por primera vez en castellano por la editorial malagueña Caligrama.
Viaje por España de Lithgow resulta pobre en descripciones de lugares, aunque es rico en juicios de valor sobre los españoles de comienzos del siglo XVII que, dado el mal trato que recibió, no salen muy bien parados. El que puede considerarse uno de los primeros turistas de la historia de España asegura que "resulta penoso viajar por estas diez provincias o pequeños reinos: es difícil encontrar alojamiento y su calidad es mala".
"Mezcla de razas"
Respecto a los "altivos españoles", Lithgow hace referencia a las diferentes culturas que habían pasado por la Península para concluir que "esta mezcla de razas ha generado una naturaleza tan compuesta que tiene afinidades con muchas pero la virtud de ninguna" y asegura que "en cuanto a sus habilidades de trabajo, su inventiva y sus virtudes son tan torpes como sus inmediatos predecesores, los moros". El escocés, proveniente de un pueblo con fama de avaro, constata que "el español escatima la comida y la bebida si es él el que paga; pero si es gratis, tienen los colmillos más grandes que se hayan visto en una mesa".
Lithgow, un antipapista confeso, describe con pormenores las torturas que sufrió en las mazmorras del palacio del gobernador y en un cortijo de la Inquisición en la desembocadura del Guadalhorce. Allí, el viajero se enzarzó en largas discusiones teológicas con los inquisidores, que le llevaron a concluir que "para los españoles tiene más valor ser llamado cristiano que llevar una vida acorde con la doctrina cristiana". Al ser extranjero, su detención se mantuvo en secreto hasta que el cónsul inglés en Málaga tuvo conocimiento de su arresto por azar. Las gestiones del embajador inglés lograron su liberación.
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