Ruidos terribles
En la espléndida serie de Jorge Martínez Reverte en La 2 sobre la Guerra Civil hubo el viernes a medianoche (en el capítulo sobre la batalla del Ebro) algunas escenas escalofriantes sobre las que el tiempo no va a pasar nunca: cuando los soldados de entonces contaban, cada uno por su lado, el sonido de las metralletas. Ra-ta-ta-ta-ta... El ruido horrendo de aquellos instrumentos, decían, sólo funcionaba cuando se lo concebía como si fuera música: Ra-ta-ra-ta-ta...
La música, tantas veces horrenda. Hay una música martilleante que se sienta en los platós y desgrana su melodía indecente sobre la realidad íntima de las personas; esas salsas tienen estos días su víctima propiciatoria en una mujer que está seriamente enferma; te sientas delante del televisor hasta que el interruptor queda poseído por la vergüenza ajena.
El domingo por la noche me precipité a ver fútbol, cómo no. Primero vi al Real Madrid disparar con su música decaída, y luego me dispuse a contemplar cómo el Barça ratificaba sus armonías; pero el ruido de los granizos se puso en primer plano; la retransmisión de Canal + siguió adelante con mucho sentido del humor; El día del fútbol se prolongó así hasta que el árbitro, tan solemne, dijo lo que todo el mundo había visto incluso desde sus casas: allí se podía nadar.
La suspensión del partido me concedió tiempo para ver cómo empezaba la nueva serie de Tele 5, Tirando a dar, comedia que sucede en una oficina de seguros. Tirando a dar: tienen que afinar mucho el tiro para cumplir con el cliente. Mientras allí se decidía cómo montar una boda gay fluctué entre Los simuladores (Cuatro), donde ayudaban a un estudiante caradura, y el debate de Helena Resano sobre cómo se junta la gente en los tiempos de Internet (La Sexta)... Cuando volví al enredo ya había metido la pata hasta el apuntador, y la oficina parecía el paisaje después de una batalla. Tirando a dar.
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