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Análisis:Fútbol | Liga de Campeones
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El fútbol no es de Mourinho

José Sámano

"Si tu te sientes el número uno, tienes que ser el número uno; si eres el segundo no eres nada". El aforismo del mítico Bill Shankly, forjador de la leyenda del Liverpool, un escocés tan altanero como convincente, devuelve a Mourinho a su condición de actor de reparto. Al aplicado técnico portugués de nada le han servido esta vez sus bravuconadas, sus gases verbales. Sobre la pradera, el fútbol le ha hecho un mal guiño. Caprichoso como es, este juego de nuevo le ha dejado en la orilla mucho antes de lo que pensaban el propio Mou y su mecenas Roman Abramovich. Estudioso como es, resulta curioso comprobar cómo a Mourinho se le escapa que el fútbol no entiende de soflamas: once contra once y la pelota en la noria, gira que te gira y quién sabe en qué dirección, a veces al capricho de una triquiñuela de Carvalho, un gol a medias de Luis García o un esprint de Ronaldinho.

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El fútbol es de los jugadores, estación que Mourinho se saltó por falta de aptitudes, de ahí que el portugués procese el fútbol en un Pentium 5. Lo que escapa a su ratón informático no existe. Por contra, Rijkaard, actor principal sobre el césped en sus años de acné y deficiente con la cibernética en sus tiempos maduros, procesa el fútbol con la naturalidad propia de quien ha sido protagonista. El fútbol de Rijkaard pasa por Ronaldinho, el de Mourinho por Windows. Como el fútbol es universal caben los dos métodos, uno y otro han conducido al éxito en repetidas ocasiones. Nada se supo del Sacchi jugador, ni hubo noticias del Benítez futbolista y apenas un par de recortes del Van Gaal defensa, todos ellos técnicos reputados, como ya lo es, por méritos propios, Mourinho. Todos ellos entrenadores que forman parte de esa estirpe de triunfadores que han llegado al pedestal poniendo grilletes al juego, como si al no haber probado la receta sintieran que sobre el campo nada ocurre sin que ellos lo hayan imaginado. La escuela de Rijkaard, eslabón de Cruyff, Valdano, Del Bosque, Ancelotti y tantos otros, concede al jugador una importancia capital, su guión está sujeto al talento de sus futbolistas, al recuerdo de tantas y tantas horas de rodaje en el césped.

Así es Rijkaard, de profesión padrino técnico de un grupo de grandes jugadores a los que coordina, protege y educa con un par de lecciones con la legitimidad propia de quien antes ha sido cocinero. Cumplido el partido de ida, Rijkaard aplaudió a Messi y Mourinho, lejos de sacudir el orgullo de Lampard o cualquier otro de sus pupilos de cara al pulso de Barcelona, se reservó unos cuantos titulares para sí mismo. ¿Por quitar presión a su vestuario? No, en absoluto. El portugués quería exhibirse de nuevo allá donde se siente Hércules: ante los micrófonos. ¿Ha sometido Rijkaard, con su prudencia, a algún tipo de presión añadida a su vestuario? Gente como este holandés con tila en las venas ya sabe qué es copar portadas como futbolista de primera. Nada que ver con Mourinho, por segunda vez estrella intencionada de una eliminatoria que, en el caso del Barça, también ha encumbrado por segundo año a Ronaldinho, excelente hace un curso en la vuelta de Stamford Bridge y magnífico anoche en el Camp Nou. En la derrota y en la victoria él ha sido la estrella. Como lo fue Terry, con su definitivo gol de Londres en la pasada edición; o Luis García, semanas después, cuando metió la puntera en Anfield y desterró al Chelsea de la Liga de Campeones. En ningún caso, muy a su pesar, ha sido Mourinho, por más que haya desviado los focos hacia él.

El fútbol no es suyo, aunque su cátedra merezca atención. Hace un año una pillería de Carvalho; anoche un eslalon de Ronaldinho. Nada que Mourinho hubiera computerizado jamás; seguro que nada cogió de sorpresa a Rijkaard. Ese es el verdadero teatro del fútbol, con sus grandes actores y sus secundarios apuntadores. Mourinho, buen entrenador, se resiste a admitir que la pasarela no es suya, que él sólo es un apuntador. Muy cualificado, sí; pero un apuntador.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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