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Reportaje:Segundo aniversario del 11-M

"Que la vida continúe"

Expertos y víctimas prefieren que el segundo aniversario del 11-M tenga un perfil bajo y no vuelvan a emitirse imágenes del atentado

Otro 11 de marzo. Otra vez ceremonias oficiales, crespones negros, minutos de silencio y despliegue obligado en los medios de comunicación. Con razón algunas de las víctimas del atentado -el más sangriento de los ocurridos en Europa desde la última Gran Guerra- se disponen a huir de Madrid. Hay indicios, sin embargo, de que este segundo aniversario de la matanza del 11-M tendrá un perfil más bien bajo. "Mejor, eso sería muy positivo", dice Lucía Sutil, psicóloga de la Asociación 11-M, Afectados por el Terrorismo. "Las víctimas tienen que aprender a no ser tan protagonistas. Un perfil más moderado será bueno para todos".

A la vista de la escasez de preparativos, es posible suponer que será un sábado casi normal en una ciudad que vive cada día renovados y viejos problemas. Madrid ha reabsorbido la sangre y el terror de aquel día de marzo de 2004 con más velocidad que otras ciudades heridas por el terrorismo. El pabellón de Ifema, de escalofriante memoria, acoge ferias y congresos sin parar -en 2006 el recinto prevé una facturación el 10,9% superior a la de hace dos años-, y más de la mitad de los vagones de aquellos trenes de la muerte (13 de 24) circulan desde hace meses por los 336 kilómetros de vías de cercanías de la Comunidad de Madrid. Un servicio clave que transporta a diario a 900.000 pasajeros.

Ante la escasez de preparativos es posible suponer que será un sábado casi normal
Duque: "Un recuerdo tiene que haber, pero hay que recuperar Madrid cuanto antes"
Ferre: "Madrid ha superado el trauma. No percibo una ciudad marcada por el 11-M"

Cuesta creer que un golpe de tanta violencia no haya cambiado nada en la compañía a la que alcanzó de lleno. "Se ha reforzado la seguridad en los trenes, pero no es cosa nuestra, sino del Ministerio del Interior", puntualiza una portavoz de Renfe. En todas las estaciones siguen funcionando las cámaras de vídeo que había antes, aunque tuvieron nulo papel en la identificación de los terroristas. Y si los más de 80 nuevos trenes que pondrá en servicio la compañía (de aquí a 2008) llevarán incorporadas cámaras, no será por el terrorismo, sino por los graffiteros.

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En la estación de Atocha, por ejemplo, se respira normalidad. En el vestíbulo donde quedó instalado el Espacio de Palabras -en sustitución del monumento inicial casi funerario de velas y flores-, un par de viajeros hablan por el móvil, aprovechando la soledad del lugar. En las pantallas de los dos ordenadores puede leerse aún el último mensaje escrito por Sandra (Fuenlabrada) el miércoles 1 de marzo. "Hemos aprendido a volar como los pájaros, hemos aprendido a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos. Espero que un día seamos capaces de ello". La cita es de Martin Luther King.

También está desierto el Bosque de los Ausentes, el jardín que recuerda a las 191 víctimas mortales de aquel atentado, en el Parque del Retiro. Aunque últimamente hay guardas de seguridad privada a todas horas, el que acaba de tomar el relevo explica que durante todo el año hay vigilancia nocturna en el jardín. "Pero ahora tenemos turnos de 24 horas. Más que nada para que no se estropee el césped". A él le han dicho que habrá un acto oficial coincidiendo con este aniversario. En lo alto de la pequeña colina plantada de cipreses y olivos alguien ha depositado una vela y un clavel blanco.

A María Lozano, gerente de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, le basta con que haya un discreto homenaje. "Nosotros hemos organizado un acto para recordarles", dice. Los monumentos y las placas conmemorativas no le parecen un baremo suficiente para evaluar "el apoyo magnífico que Madrid nos ofreció. Pero la vida continúa, y eso es lo que queremos las víctimas, que nuestra vida continúe". El acto que han organizado es una lectura de textos sobre la paz y la concordia y contra el terrorismo en el Círculo de Bellas Artes. Hay muchos ilustres invitados, pero no será algo oficial. En la sede de la otra asociación, la que preside Pilar Manjón, tienen noticia de que habrá una ofrenda floral ese sábado, pero no saben si asistirán. Se habla también de la colocación de una campana con los 191 nombres grabados. ¿De quién es la iniciativa? No hay respuestas precisas. Tampoco saben nada en Presidencia del Gobierno, ni en la Comunidad ni en el Ayuntamiento de Madrid. "De momento no hay noticia sobre ninguna ceremonia". Ésa era más o menos la respuesta de los distintos gabinetes de prensa a 10 días de la fecha. La fundación que representa a todas las víctimas organiza, discretamente, un concierto en Madrid el día antes. "Es un homenaje conjunto para las víctimas del 11-M y para las que murieron en los atentados del 7-J, en Londres", dice un portavoz. Perfil bajo: no quieren molestar.

"Un recuerdo tiene que haber, pero hay que recuperar Madrid cuanto antes". Francisco Duque, psicólogo del Gregorio Marañón de Madrid, el más grande de Europa, no dice estas palabras a la ligera. El 11-M, su hospital estuvo en el centro de la vorágine, metido de lleno en la mayor emergencia asistencial que se recuerda. Y él, con un equipo de 40 personas, atendió decenas de heridos, familiares de víctimas y personas traumatizadas, desde primeras horas de aquel fatídico jueves. Desde el principio tuvo clara una cosa: "Nuestro trabajo con las víctimas es que dejen de serlo". Duque, experto en la atención a personas en crisis aguda, ha redactado un informe con las experiencias de aquellos días. Inicialmente recogía el proceso de recuperación de las víctimas, pero se ha transformado en un manual de intervención.

Sentado en un despacho del Gregorio Marañón, busca algunos pasajes. Testimonios de gente que ha salido enriquecida de la terrible experiencia. "Nadie quiere verse sometido a una prueba así, pero una vez que ha ocurrido, es algo tan tremendo que te habla de tus límites y te permite aumentar tu capacidad humana. Hay gente que consigue aprender, que consigue ver los mimbres de esa prueba y consigue mejorar".

Duque sigue atendiendo a algunos pacientes de aquella carnicería. Les ayuda a volver a subirse al tren de cercanías, a completar el mismo itinerario. "Los traumas se van cuando se recupera el pulso de la vida normal. Yo no sé lo que es el eso del estrés postraumático. Sólo he atendido a gente con estrés agudo". En su informe hay pintado un gráfico que representa la evolución de los casos. Cuando se ha producido el hundimiento total de la persona, sólo se la puede apoyar, a veces sin palabras. De ahí se pasa a la integración y luego a la adaptación a la pérdida ("nunca a la aceptación", advierte), más tarde llega la estabilización y finalmente se le orienta hacia el futuro. Algunos no vuelven a ser lo que fueron; otros, se hacen más grandes. Dentro de ese proceso, un papel importante lo ocupa el olvido.

"Para olvidar, por paradójico que resulte, hay que haber registrado claramente el hecho. Sólo a partir de ahí se puede lograr. El objetivo de la salud es que los traumas se recuerden como datos", dice José Luis González de Rivera, jefe de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz. González de Rivera trató algún caso tremendo aquel 11-M, pero hace meses que en su consulta sólo ve cosas normales. "Yo diría que Madrid ha olvidado, pero no de forma patológica, sino natural. La ciudad se ha enterado de lo que ocurrió, pero es muy dinámica y está preparada para asimilarlo todo". Aunque no conviene abusar de la memoria. Por eso, es mejor que haya pocas ceremonias y que no vuelvan a verse imágenes de aquellos trenes. "Eso abre las heridas, la gente se pone enferma otra vez", opina Francisco Ferre, responsable de Salud Mental de la Comunidad de Madrid. Ferre está razonablemente satisfecho de cómo han ido las cosas. "Madrid ha superado el trauma. No percibo una ciudad marcada por el 11-M".

Es difícil darle la razón. El atentado causó estragos en el tejido social ciudadano, abrió un foso -todavía no cerrado- entre los dos grandes partidos políticos y a la larga generó inquinas entre las víctimas de los distintos terrorismos. "Hay un antes y un después del 11-M", reflexiona Javier, un joven veterinario madrileño mientras pasea por el Bosque de los Ausentes. A Javier le gusta este jardín. "Me siento bien aquí. Habré venido tres o cuatro veces desde que se inauguró". Le acompaña Melanie, una amiga de los años de facultad. Para ella es la primera visita. El clavel y la vela de hace tres días han desaparecido y el jardín ha recuperado su armonía un poco aséptica. Javier se casó con su novia, Sara, ocho días después de aquel 11-M. Pronuncia tres palabras para resumir su recuerdo: miedo, dolor, rabia.

Muchas de las víctimas experimentan aún estas emociones aunque en distinto grado. "Hay un grupo de afectados que no sufrieron heridas, sólo el trauma psíquico, y estos son lo que están peor", según Lucía Sutil. "Han recibido menos ayudas económicas, menos reconocimiento social, en algunos casos no tienen ni la consideración legal de víctimas". La psicóloga sabe lo que significa el apoyo social, porque trata todavía a cuatro o cinco víctimas del atentado del restaurante El Descanso -el primer golpe del terrorismo islamista en España-, del que se cumplen ahora 21 años. "Estas personas sufrieron más porque estuvieron completamente olvidados, no recibieron ni dinero ni atención social". Algo así les ha ocurrido a muchas otras víctimas hasta no hace muchos años. No a las del 11-M, aunque tienen otros motivos de dolor. La última Navidad ha sido muy dura. "Este año brindaron porque fuera el año del juicio a los culpables y, sin embargo, no parece que vaya a ser así". El juez Juan del Olmo sigue enredado en un sumario interminable, sin que los anuncios reiterados de un inminente procesamiento de 40 encausados se haya hecho realidad.

La justicia se retrasa y eso contribuye a perpetuar en algunas personas el sentimiento de víctimas, a aferrarse a ese papel. A Francisco Duque le gustaría decirles que hagan un esfuerzo, que la vida sigue. Que no se dejen atrapar en el juego. Lo peor, dice "es hacerse famoso como víctima".

A su juicio, lo que necesitan "es recibir indemnizaciones económicas, reconocimiento social y una restitución de la pérdida" por otras vías. Pero deben recuperar su identidad cuanto antes. "Ser víctima no puede formar parte de las señas de identidad de ninguna persona". Hay que abrirse al olvido.

Un vigilante pasa delante del Bosque de los Ausentes, el jardín del parque del Retiro que recuerda a las 191 víctimas.
Un vigilante pasa delante del Bosque de los Ausentes, el jardín del parque del Retiro que recuerda a las 191 víctimas.CLAUDIO ÁLVAREZ

Niños traumatizados

Hay un fenómeno que preocupa al psiquiatra Francisco Ferre cuando repasa sus estadísticas, en la sede de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, de la que es coordinador: "Se ha producido en 2005 un pequeño pico de niños con traumas". En cifras absolutas no suponen un número excesivo, son 35, de un total de 264 personas atendidas en estos momentos en el dispositivo del 11-M organizado por los servicios de Salud Mental de la Comunidad. Son 71 hombres y 158 mujeres, con problemas de cierta gravedad. "La cifra de mujeres es muy elevada, pero se debe a que los hombres acaban por dejar de ir a la consulta, las mujeres son más constantes", dice Ferre.

El caso de los niños es diferente. "La mayoría son familiares directos de las víctimas mortales. Al principio no parecieron registrar el trauma, pero después se ha ido viendo que algunos tenían problemas serios. A veces el trauma surge aunque no sean las víctimas directas, aunque sea el padre del amigo el que ha muerto. Los niños acusan mucho ese dolor".

Bastaba ver los dibujos realizados por algunos de estos pequeños, en los programas organizados con la colaboración del Defensor del Menor, para darse cuenta de sus problemas. "El asunto es muy serio. Los niños internalizan el dolor más, y el daño aflora más tarde. Ven que el mundo de los mayores, que es el que les proporciona seguridad, no es tan seguro. Hay críos desconcertados que preguntan si los malos van a volver a atacar".

El grueso de los pacientes atendidos procede de las zonas más golpeadas. Hay 84 casos en Vallecas y Santa Eugenia, 51 de Alcalá de Henares, 84 de Coslada. No es el único motivo de inquietud de los psicólogos. La psicóloga Lucía Sutil ha observado cómo entre sus pacientes del 11-M está aflorando lo que ella denomina "xenofobia racial". Sentimientos de odio hacia los árabes. Algo que no se vio en los primeros meses después del 11-M, se está abriendo paso ahora.

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