Auita, bajo sospecha
Una australiana asegura que el gran atleta marroquí intentó convencerla de que se dopara con hormona de crecimiento cuando era su entrenador
El 23 de agosto de 1985, en Berlín, Said Auita batió el récord del mundo de 1.500 metros. Fue una acción cargada de simbolismo. La distancia más aristocrática, la distancia fetiche del atletismo blanco y rubio, la distancis de Banister, Elliot, Ryun, Coe y Ovett, encontraba su mejor representante lejos de los continentes, de la cultura que inventó el atletismo. El récord voló al norte de África y allí se quedó. A Auita, marroquí, le sucedió diez años más tarde el argelino Nurredín Morcelli, y éste, el actual plusmarquista, el marroquí Hicham el Guerruj. Paralelamente, las largas distancias se convirtieron en patrimonio de otros países africanos, de los habitantes del valle del Rift, de etíopes y kenianos.
Las grandes potencias tradicionales, Reino Unido, Australia, Estados Unidos, se lamentaron, lloraron, se deprimieron. Intentaron reaccionar. Australia, la tierra de Percy Cerutti y Arthur Liddiard, los técnicos que revolucionaron el medio fondo, confió en el mismo Said Auita que personificó el rapto del mediofondo por el atletismo norteafricano, su plan de preparación para Atenas 2004. Lo contrató en 2002. Le hizo director nacional. "En fondo, no hay nada que hacer, es cosa de Etiopía y Kenia", les dijo Auita, quien tras retirarse a finales de los años fue director técnico en Marruecos, cargo que tuvo que abandonar por sus roces con Hicham el Guerruj. "Pero en medio fondo, si adoptamos nuevos métodos, mis métodos, tendremos mayores posibilidades".
Oficialmente, los métodos de Auita consistieron en una serie de concentraciones en altura en medio mundo, en Estados Unidos, en Suráfrica. En realidad, y según las revelaciones hechas públicas la semana pasada en Australia por Melissa Rollison, una de las atletas de élite del grupo de Auita, los métodos de Auita eran más peligrosos, menos éticos. "Estábamos en Albuquerque [Nuevo México, Estados Unidos] y se pasaba el día hablando de dopaje", dijo Rollison. "Tenemos que venir a Estados Unidos porque aquí es más fácil conseguir hormona de crecimiento y todo lo que haga falta. Yo le dije desde el principio que no me interesaba nada de lo que me ofrecía, pero él insistió: 'Todo el mundo lo hace, ¿por qué tú no? Además, la hormona de crecimiento no es ilegal. ¿No ves que no se detecta en los controles?'".
Poco después, las autoridades deportivas australianas recibieron una carta firmada por varios atletas denunciando a Auita. La investigación posterior no pudo demostrar nada contra Auita, pero el marroquí fue despedido antes de los Juegos de Atenas. Pero todo esto se conoce ahora porque Rollison ha reconocido que durante la investigación de entonces, en 2002, ella había sido coaccionada por las autoridades para no abrir la boca. "Pensé que si hablaba contra Auita me perdería los Juegos Olímpicos y fui estúpida. 'No, no es verdad lo de la carta', dije. Pero todo era verdad".
Auita fue contratado la semana pasada por Qatar, el país árabe que quiere construir el mejor equipo de atletismo del mundo con el atractivo de sus petrodólares, para dirigir el departamento de atletismo de Aspire, la academia deportiva para jóvenes creada en Doha. El sábado envió un email a la prensa australiana. En el escrito desmentía todas las acusaciones. Venía a decir que todo era un asunto de celos, que otro entrenador, Nic Bideau, le tenía manía porque sus atletas le preferían a él y porque tenía más subvenciones. Después de la marcha de Auita, dos de los atletas entrenados por Bideau, Craig Mottram y Benita Johnson, se han convertido en dos de los mejores fondistas blancos del momento.
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