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Crítica:FESTIVAL DE CANARIAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Camino de perfección

Uno de los alicientes del Festival de Canarias de este año era escuchar el estreno de una de sus obras de encargo, La rosa y el ruiseñor, de José María Sánchez Verdú (Algeciras, 1968). La nueva pieza se basa en el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, y mira a sus orígenes y a sus resultados, de manera que podría decirse que nos hallamos, a la vez, ante la indagación de la experiencia mística y en lo que llamaríamos su consumación, dejarse y entregarse. Por ese camino de perfección nos lleva la música de Sánchez Verdú con el apoyo en textos sueltos, en breves frases que dan pie a un discurso que habla su propio lenguaje a través, sobre todo, de dos elementos: la tensión frente a lo que no tanto ilustra como define y una tímbrica sutilmente variada, audaz -la suma de percusiones, soplos y hasta un trío de violas de gamba- y, por qué no, espectacular. Música magnífica, en resumen, como cabía esperar de uno de los mejores compositores españoles de hoy. Marec Janowski y la Orquesta de la Suisse Romande sirvieron el estreno con atención y los dos solistas vocales, a pesar de algún problema con el acento, asumieron adecuadamente unos papeles nada fáciles.

Orquesta de la Suisse Romande

Marec Janowski, director. Claudia Barainski, soprano. Gabriel Suovanen, barítono. Banchetto Musicale. Sarah Chang, violín. Obras de Sánchez Verdú, Chausson y Brahms. Auditorio de Santa Cruz de Tenerife, 8 de febrero.

La orquesta suiza y su maestro alemán tuvieron como pieza de bravura para demostrar su forma la Sinfonía en si bemol mayor de Ernest Chausson. La versión fue, quizá, algo sólida de más, un punto densa, bien planteada en líneas generales por Janowski -que la dirigió de memoria- pero resuelta sin el grado último de finura.

Y como cierre, el Concierto para violín y orquesta de Brahms por una de las figuras rampantes del instrumento: Sarah Chang. La norteamericana de origen coreano posee una técnica apabullante que pone al servicio de un concepto demasiado vehemente, mostrado incluso en una gestualidad un tanto fuera de lugar. Muy profesional acompañamiento de Janowski, al servicio siempre de la solista.

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