La voz viva del pueblo saharaui
Las jaimas [grandes tiendas del desierto] son de tela y cuando viene el viento a veces se caen. Cuando llueve es terrible porque el agua lo moja todo. Con el frío
[en invierno la temperatura de noche puede alcanzar cifras bajo cero] aún peor ya que no tenemos con qué calentar la tienda. Y en verano hace muchísimo calor", cuenta Mariem Hassan. Ella pasó estas navidades en los campamentos de refugiados de Tinduf. Llevaba 30 años sin poder pisar Smara, la ciudad en la que nació en 1958. "Yo vivía entonces con mis padres y mis hermanos, que trabajaban en el Ejército español. Recuerdo los juegos con mis amigas, cuando aprendíamos a cantar todas juntas... Tenía 18 años cuando salí de allí con mi familia".
Marruecos y Mauritania se repartieron la antigua colonia española y decenas de miles de saharauis tomaron el camino del exilio. Se instalaron en medio de un pedregal, en la inhóspita Hamada argelina. En los campamentos, organizados a modo de las cuatro wilayas
del Sáhara Occidental -Smara, El Aaiún, Auserd y Dajla-, la cantante trabaja como enfermera. La vida cotidiana es dura en ese erial. "Sobre todo para las madres. La madre se ocupa de todo. De la educación de los niños, de hacer la comida con alimentos secos, de lavar la ropa a mano, de traer el agua en garrafas... Se tarda mucho en cocinar porque el agua es muy salada".
La voz de Mariem Hassan es un símbolo de la lucha del pueblo saharaui por su independencia. Tres de sus hermanos murieron en la guerra contra las tropas de Marruecos. Ella se incorporó al grupo de música popular El Uali -por el fundador y mártir del Frente Polisario El Uali Mustafá Sayed-. "Llevo casi treinta años cantando y viajando para que todo el mundo conozca la situación de un pueblo refugiado fuera de su tierra. Mis canciones hablan de niños que no tienen padre porque se fueron a la guerra y no regresaron, y que viven en la montaña, pobrecitos, y de las mujeres que sufren en la tierra de los argelinos, a los que les doy las gracias".
Tiene a sus cinco hijos repartidos: "Dos chicas estudian en Argelia, uno en Cuba y dos en España. Hay una mezcla de culturas", dice riendo. "Ojalá haya un día una buena solución para nosotros, pero la verdad es que estamos peor que nunca. Cansadísimos porque llevamos mucho tiempo esperando. Tengo un hijo de 24 años y nunca ha visto el Sáhara Occidental".
Lleva año y medio viviendo en Sabadell. Le cuesta todavía hablar en español. "Para nosotros España es la segunda tierra. El mayor problema son los papeles. Nos resulta muy difícil poderlos sacar", explica. Su marido consiguió la residencia y ella se vino con la reunificación familiar. "Aquí están considerados como cualquier otro inmigrante. Necesitan entrar con un pasaporte en regla, en este caso el argelino. Salvo el pasaporte en sí, auténtico, es todo falso. Muchas veces firma un funcionario argelino y ellos tienen luego que imitarla", explica Manuel Domínguez, quien ha editado en el sello Nubenegra varias referencias: Medej. Cantos antiguos saharauis con Mariem Hassan, el guitarrista Nayim Alal y las voces de Jeirana, Faknash o Shueta; Nar, de Nayim Alal; Mariem Hassan con Leyoad -colectivo de músicos y cantantes saharauis- y la caja Saharauis.
Manuel Domínguez la vio por primera vez en octubre de 1997 en un viaje a los campamentos. "Cantaba en un grupo de veinte mujeres. En aquella dinámica de grupos grandes siempre se había limitado a una o dos canciones". Mariem Hassan canta el haul, un blues del desierto, interpretado históricamente con el tebal -tambor grande que tocan las mujeres con las manos- y la tidinit -especie de guitarra de cuatro cuerdas- reemplazada en los últimos tiempos por la guitarra eléctrica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.