Pedro Garhel, artista multimedia
Representó a España en Documenta 1987
Cuando Pedro Garhel desde Tenerife vino a Madrid, a finales de los años setenta del siglo pasado, ya sabía que quería convertirse en un artista multimedia, capaz de aprovechar las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías en beneficio de un proyecto estético donde la acción de su cuerpo en el espacio era el principal medio de establecer relaciones inéditas consigo mismo, con los otros y con las tensiones y conflictos que tienen lugar en esa frontera inestable donde el arte siempre se topa con la vida.
Cuando Garhel llegó era apenas un adolescente, pero pronto dejó claro a todos los que quisieron enterarse que era lo suficientemente carismático y enérgico como para hacerse a pulso su propio camino, manteniendo una saludable distancia crítica de las instituciones del mundo del arte, llámense museos, centros de arte o galerías.
Y no es que las desdeñara -que nunca lo hizo- ni que rechazara las invitaciones que ellas le cursaron, que las aceptó todas. No. Él se dio cuenta rápidamente de que las instituciones artísticas de entonces no se habían comprometido tan radicalmente como él lo había hecho con el arte innovador y experimental, y que si quería satisfacer plenamente sus ambiciones artísticas tenía que generar su propio espacio y sus propias posibilidades. De allí que decidiera convertir su estudio de la calle de Núñez de Arce de Madrid en el Espacio P, en un lugar abierto a todos los artistas y los aficionados interesados en los performances, los eventos, el vídeo, el cine independiente, la producción teórica y en general la investigación y la experimentación artística.
Por allí pasaron entre 1980 y 1994 -el año de su cierre definitivo- una importante nómina de artistas, la mayoría inconformes con la imposición de la pintura como modelo hegemónico en la escena artística de esos años. En esa nómina figuran artistas españoles como Llorenç Barber, Antonio Cano, Darío Corbeira, Francisco Felipe, Marisa González, Fátima Miranda, Fernando Suárez y Santiago Sierra. Eso para no hablar del Pedro Almodóvar, todavía rockero y performance, que realizó allí una instalación que era una fotonovela imaginada por él, con cada una de sus fotos pegada en un ladrillo. Y entre los artistas extranjeros hay que contar la presencia de figuras tan destacadas como Meredith Monk o Peter Weibel. Fue clave igualmente el enorme trabajo de Karin Ohlensläger.
El Espacio P no agotó, sin embargo, las enormes energías de Pedro Garhel, quien simultaneó las responsabilidades de su gestión con su propio trabajo artístico personal y sobre todo con el trabajo que realizó junto con la artista Rosa Galindo del rótulo de Depósito dental. Para ambos la música era el arte crucial, por esa razón compusieron sus propias piezas musicales y por esa misma razón la música ocupó siempre un lugar destacado en sus performances y espectáculos multimedia.
Probablemente el más notable de ellos fue el que Depósito dental realizó, junto con Antonio Cano, Luis Gutiérrez y Fernando Suárez en la Documenta de Kassel de 1987. Se tituló Dedicado a la memoria y fundió en un conjunto de acciones corporales, danza, música, proyecciones de vídeo y diapositivas los logros y las intensidades de por lo menos seis performances realizadas previamente por Garhel y por Rosa Galindo.
El Espacio P cerró, como ya en 1994, debido a la falta total de apoyo institucional Pedro Garhel no perdió el deseo de repetir la experiencia. Y así lo hizo en el año 2000, cuando obligado por los problemas cardiacos que al final causaron su muerte prematura regresó al Puerto de la Cruz, en Tenerife, donde transformó con sus propias manos una antigua empaquetadora en el Empaquetado, un espacio que durante los tres años siguientes fue un auténtico agitador artístico y cultural en las Canarias. La tristeza que le causó el cierre del mismo -de nuevo por falta de apoyo-, sumado al trauma de la muerte de su madre, seguramente contaron en el desenlace fatal de la vida de este gran artista e inolvidable promotor cultural.
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