Una grieta en el Atlético
Carlos Bianchi, el técnico, no se hace con el control de la plantilla, en la que destacan los incidentes protagonizados por el delantero Kezman
El Atlético flota a la deriva. El vestuario, que empezó hace ya dos meses a cuestionar el discurso y los métodos de Carlos Bianchi, se manifiesta ahora abiertamente hostil con el técnico argentino. Los jugadores se quejan de las palizas físicas, los entrenamientos monótonos, el abandono a los suplentes, de que no se trabaja lo suficiente en los aspectos tácticos y sin embargo la culpa de los goles inesperados en los últimos minutos -en cinco ocasiones les han marcado tantos en los instantes finales en lo que va de Liga- recae sobre ellos. No gusta el mantra de Bianchi, apelando a sus éxitos pasados como jugador y como técnico. "Aburre", comentan.
Según recogió el rotativo Mundo Atlético a principios de semana, la plantilla ha llegado a decir a sus directivos que está "más triste que nunca". Lo que es mucho decir en un club en el que los futbolistas viven "angustiados" desde hace, al menos, seis años. Pero los dirigentes han cerrado filas en torno a Bianchi, que cobra cerca de tres millones de euros por temporada. El mensaje a los futbolistas es claro: Carlos Bianchi se queda. Una advertencia por si a alguien se le había ocurrido tratar de mover la silla al preparador. El malestar afecta a los poco habituales, como Galleti, Colsa o Arizmendi, pero también a los pesos pesados, como Perea, Petrov, Ibagaza o... Kezman.
Radomir Antic define el carácter de Kezman (Belgrado, 1979) como "inconformista". Es una visión. El delantero, dotado, según el eufemismo de alguno de sus compañeros, de "una fuerte personalidad", ha protagonizado casi un incidente por semana desde que aterrizó a cambio de nueve millones pagados al Chelsea. Tropezones supuestamente burocráticos, ciertos excesos, peleas con compañeros y un no demasiado oculto problema con Bianchi es el balance de sus poco más de tres meses en Madrid. Además, sólo ha marcado cuatro goles.
El primer problema público de Kezman llegó en septiembre, en vísperas de que su equipo jugase contra el Deportivo. El serbio se presentó tarde en el entrenamiento. Tarde e "indispuesto", dicen. Aun así, viajó hasta A Coruña. Pero no jugó. Estuvo todo el segundo tiempo calentándose. Se le agotó la paciencia. Al ver que no saltaba al césped, arrojó una bota contra el banquillo que recogió, con cierto asombro, Arizmendi. Ese fin de semana, dicen, Bianchi, se apostó en el vestíbulo del hotel para vigilar las andanzas de sus chicos.
Hace poco más de una semana, en vísperas de la reunión que la plantilla mantuvo con su director deportivo, Toni Muñoz, Kezman abandonó de manera unilateral una sesión preparatoria tras discutir acaloradamente con Maxi Rodríguez. No mucho antes, tampoco llegó a tiempo al partido con el Celta por un supuesto problema con su visado. La cosa no quedó muy clara. El pasado viernes, tras recibir un balonazo en la práctica, estuvo vomitando en el vestuario.
"Su egoísmo es su virtud", dice Antic. Hoy, pese a todo, Bianchi le alineará frente al Alavés.
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