"Después de tanto tiempo sin cantar cuesta mucho sacar la voz"
Tras dos años alejada de los escenarios por problemas de salud, ha vuelto para cantar ante miles de personas en un concierto al aire libre en Buenos Aires. La negra Sosa, una de las grandes voces de América, ha cumplido 70 años y lo celebra con Corazón libre, un hermoso disco de zambas, chacareras y chamamés, ritmos tradicionales de Argentina que ella ha elevado a lo universal. Regresa el canto emocionado y comprometido de Gracias a la vida, Volver a los diecisiete o Alfonsina y el mar.
Está muy ilusionada con este primer disco de una "artista de América Latina, y de música popular", recalca, "para un sello de clásica como Deutsche Grammophon". "Me costó mucho grabarlo porque me enfermé grave. Me siento feliz por el resultado. Antes grababa 10 canciones en el mismo día; ahora no, sólo dos por semana. Esa tranquilidad es algo maravilloso", dice Mercedes Sosa (Tucumán, 1935) por teléfono desde su domicilio en Buenos Aires.
El dibujo de la portada y las ilustraciones son obra de la cantautora Joan Baez. "Yo había estado con Joan Baez y Konstantin Wecker haciendo una gira por Europa en 1988. Ella me sacaba los dibujos. Hizo muchos. Uno, que no salió en el disco, dice: 'Para la reina de todos nosotros".
El guitarrista Chango Farías Gómez es el productor de Corazón libre, un disco acústico y austero, con las guitarras de Jorge Giuliano y Luis Salinas, violín y bombo. El repertorio se basa en esos ritmos tradicionales -la chacarera, la zamba, la milonga o el chamamé- con los que ha trabajado siempre. Mercedes Sosa ha grabado de nuevo Todo cambia y, a dúo con Eduardo Falú, Tonada del viejo amor. Hay compositores como Gustavo Cuchi Leguizamón, Teresa Parodi o Rafael Amor, y canciones que descubre en las ondas. "Tenemos una radio que se llama La Folclórica, que sobre todo pasa cosas de los jóvenes de este país. Son extraordinarios y no se perdonan una entre ellos. El otro día de madrugada escuché a un muchacho que se llama Carlos Roldán. Tiene 16 años y es como si hubiera vuelto a la vida Atahualpa Yupanqui", cuenta entusiasmada. "Es esa alegría de ver que esa música está renovándose permanentemente, tanto en la parte literaria como en la musical".
Un año difícil por la salud: una intoxicación, caídas en el baño de su casa... "He trabajado mucho en mi vida y se me fue la mano", explica. "Canté en Madrid y a la noche siguiente comí callos y... La parte más delicada mía es el estómago y resulta que seguí la gira sin comer nada, en un estado casi anoréxico". Al llegar a Buenos Aires dio un concierto, fue a casa, se acostó y no salió más. Era el 20 de diciembre de 2003.
"Tengo puesto un corsé porque me duelen las vértebras. El doctor me dijo que me salvé de milagro. No es que me tropecé o me resbalé, es que la sangre no llegaba al cerebro", cuenta. De tanto tiempo encerrada se aficionó a las telenovelas. "Sí, sí", dice riendo. "Acá pasaron un teleteatro que se llama Machos, muy bien hecho, y, después, al tener que estar sentada en sillones grandes, me reenganché con El patrón de la vereda. ¡Nunca más yo me engancho porque estás ahí permanentemente!". Pero no se pierde la serie Mujeres asesinas. La sintonía es una canción de Bebe: "Yo adoro cómo canta. Y esa ranchera es muy hermosa realmente".
Hace unas semanas recibió la distinción Domingo Faustino Sarmiento, en el Congreso de Argentina, en presencia del vicepresidente del Gobierno y de Cristina Kirchner, que recalcó su compromiso "cuando otros callaban". "La señora del presidente me dijo: 'Voy a hablar poco porque veo que te duele mucho'. Me costó subir esas cuatro escalinatas, no se hace usted idea. Y lloré cuando vi a toda la gente de pie".
Días más tarde actuó en el Salón Blanco de la Casa Rosada y en un multitudinario recital. "Echaba mucho de menos al público porque he nacido para cantar. Tuve que empezar con profesores, estudiar otra vez suavemente. Quince minutos, luego media hora... Después de tanto tiempo sin cantar cuesta mucho sacar la voz", asegura la mujer que ha cantado a Violeta Parra, Víctor Jara o Atahualpa Yupanqui.
Mercedes Sosa se exilió de la barbarie a finales de los años setenta. "El piso de Madrid lo tenía en la calle Sor Ángela de la Cruz, número 12", recuerda. "Hay gente que ha nacido con todo en la vida y otra en una Villa Miseria. Ésa es una injusticia y creo que no voy a cambiar la manera de pensar", afirma. "No tenemos que perder la esperanza en un mundo mejor, pero me preocupa también el problema del clima. Huracanes, terremotos, el tsunami... La Madre Tierra se está defendiendo. Acá hay un lugar que se llama El Chaco y toda la vida hubo mucha agua. ¿Usted sabe que hace pocos días no salía de los grifos, había que mandarla a la gente para que tome, para que haga de comer?"."Echaba mucho de menos al público porque he nacido para cantar. Tuve que empezar con profesores, estudiar otra vez suavemente"
Babelia
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