San Mamés recobra la épica
Un gol de Orbaiz en el último segundo castiga la falta de fe de un Atlético muy conservador
San Mamés vive en estado de alerta. El miedo ha generado un clima de entusiasmo que probablemente ayer le llevó al Athletic a conseguir un empate agonístico celebrado como una victoria. Tan épico fue el asunto que el equipo bilbaíno empató en el último segundo de la prolongación, y antes el portero, Dani Aranzubia, como si de una final se tratara, subió a rematar un córner y a punto estuvo de conseguir el gol, que depués logró Orbaiz. Quizá fue el justo premio al esfuerzo y el justo castigo al conservadurismo de un Atlético que quiso vivir de una exigua renta y al final se tuvo que conformar con el reintegro de lo jugado. Athletic y Atlético fueron el vivo reflejo de sí mismos. El Athletic acuciado, agobiado, juega a ráfagas; el Atlético, dudoso, amodorrado, juega como sin fe.
ATHLETIC -1 ATLÉTICO 1
Athletic: Aranzubia; Iraola, Lacruz, Murillo (Tiko, m. 53), Luis Prieto, Casas; Etxeberria, Gurpegui Dañobeitia, m. 80), Orbaiz, Yeste; y Urzaiz (Guerrero, m. 75).
Atlético: Leo Franco (Falcón, m. 38); Valera, García Calvo, Perea, Molinero; Maxi, Gabi, Ibagaza, Zahínos; Petrov y Kezman (Mario, m. 87).
Goles: 0-1. M. 12. Balón desde el medio campo en profundidad a Kezman que gana la espalda a Murillo y bate a Aranzubia con la puntera. 1-1. M. 95. Orbaiz cabecea un centro de Yeste.
Árbitro: González Vázquez. Amonestó a Valera, Petrov, Luis Prieto, Perea, Ibagaza, Tiko y Yeste.
Unos 38.000 espectadores en San Mamés.
A la vista de la poca consistencia defensiva de su equipo, lo primero que hizo Javier Clemente al regresar al Athletic fue poblar su defensa. Con más defensas, lo haremos mejor, debió pensar. Malo será que no haya siempre uno para parar al delantero de turno. Es una táctica tan conservadora como lógica. Tiene la lógica del miedo y de la falta de calidad. Pero no hay táctica que prevenga los errores humanos y en el Athletic se producen con una profusión pasmosa. Tanta que incluso un futbolista como Kezman, tan voluntarioso como carente de argumentos, es capaz de robarles la cartera a los tres centrales rojiblancos en un pelotazo desde el medio del campo. Los tres estaban mal colocados y ninguno sabía que el delantero centro rival estaba a sus espaldas. A eso hay quien lo denomina "falta de atención", otros falta de calidad y algunos, las dos cosas. Pero una vez más al Athletic que había salido con una mezcla de ritmo y rabia, le costó un gol, como dos semanas antes frente al Alavés en una jugada muy parecida.
Total, que el Atlético de Bianchi, el discutido virrey, lleno de bajas y con la vida complicada por la lesión de Leo Franco que hizo debutar al joven Falcón a los 38 minutos, se encontró con un partido encarado cuando menos creía. Bianchi, apostó por dos delanteros, al centrar a Petrov para que, con Ibagaza por detrás, ayudasen a Kezman en su presunta lucha solitaria contra la multitud de defensas rojiblancos.
Tanto le sorprendió al Atlético el gol de Kezman que le aturdió para el resto del partido. Desde entonces sólo le preocupó defender y romper el balón con pelotazos de espaldas, de costado y como hiciera falta. Bien es verdad que, entre tanto, tuvo tiempo de construir un contragolpe primoroso, entre Ibagaza, Petrov y Kezman que el yugoslavo lo tiró fuera a puerta vacía haciendo gala de su falta de capacidad goleadora. El chico sudar, suda, pero el gol le pilla lejos.
El Athletic era una bomba emocional. A pelotazos cuando la cogía cualquiera, o al toque cuando de por medio andaban Iraola o Etxeberria, se granjeó las suficientes oportunidades para empatar o ganar el partido, pero a Gurpegui se le fue junto al poste un cabezazo franco, a Prieto, por encima del larguero un cabezazo imperdonable, a Urzaiz, primero, un control tras el pase de la muerte de Etxeberria, y después un disparo en el área pequeña que rebotó en el cuerpo de Falcón.
En tiempos de pobreza, la adrenalina suele ser un medicamento habitual. Y el partido se fue enredando en un duelo de testosterona. Y el árbitro, venga a sacar tarjetas inofensivas hasta que le tocó expulsar a Perea y se echó para atrás. Más allá de la energía, sólo había dos futbolistas en el campo: Ibagaza e Iraola. Contra Iraola, poco pudo hacer Molinero (Petrov pasó de él); contra Ibagaza nada pudo (ni supo) hacer el Athletic entero. ¿Para qué tantos defensas si el medio punta juega solo? Nadie se ocupó de él y el centrocampista argentino consiguió, a base de tesón, aliviar las urgencias de su equipo cuando el Athletic, agotado, bajó el pistón. Pero al Athletic siempre le queda un gramo de sudor que ofrecer y ayer le sacó rendimiento con un cabezazo limpio de Orbaiz que dejó al Atlético más helado de lo que salió.
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