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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nueva vanguardia

Una sorpresa, en la trayectoria de Roberto García, este espectáculo que aparece como dividido en dos partes diferenciadas, aunque lo que le importa al autor (aquí, también, director) es la continuidad de los afectos, a partir de una situación de apariencia única en la que sólo habría pasado el tiempo, ese temible agente devastador.

En la (aparente) primera parte, Juan Mandli interpreta a un médico, probablemente de influencia vienesa, un neurólogo que indaga en la presunta enfermedad psíquica de una joven paciente marcada por la indiferencia a la que finalmente somete a algo muy parecido a la lobotomía. La joven, María, ni siente ni padece a partir de ese momento, con lo que acaso paga una cierta propensión al romanticismo de silueta recortada. A ese primer juego de sombras sigue lo que habría que tomar como su consecuencia en el mundo actual, todo incardinado en un marco que protesta sagazmente contra los poderes de la muerte.

Pica, ratlla, tritura

De Roberto García, por L?Horta Teatre. Intérpretes. Juan Mandli, Maribel Bravo. Iluminación, Juan Pablo Mendiola. Vestuario y espacio escénico, Joan Miquel Reig. Música y Audiovisual, Juno Son. Dirección, Roberto García. Una coproducción entre L?Horta Teatre y Teatres de la Generalitat. Teatro Talía. Valencia.

Una larga, a veces insufrible por su intensidad, conversación entre una operadora informática de una empresa de servicios y un enfermo terminal constituye el núcleo de la segunda parte, en un contexto plástico de audiovisual previamente anunciado. La que cree controlar el juego, que no es otra que María, acaba por desconcertarse, como es natural, ante las insólitas demandas de un interlocutor que, por una vez, juega en serio. Recursos fáciles de diálogo al margen, esta segunda parte, sobre todo por la feliz omnipresencia en pantalla del rostro de Maribel Bravo, resulta de un dramatismo feroz, y recupera en algunos de sus hilos algunos pasajes de lo que, un tanto a la manera freudiana, se relata en la primera media hora. En resumen, un relato más intrincado y con mayores alusiones de las que sugiere su apariencia lineal, donde son muchas sus líneas de fuerza y donde, además de la función del audiovisual, hay que destacar la solvencia en primer plano de pantalla de Maribel Bravo. Un hallazgo inquietante. Una obra que conviene ver.

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