Jaime Alpens Gasparini, promotor de la recuperación de las tradiciones en Segovia
Las cenizas de Jaime Alpens Gasparini, que murió el 16 de noviembre a los 80 años, fueron esparcidas el domingo desde lo alto del puerto del Malangosto, en la sierra del Guadarrama, a 2.006 metros de altitud, el lugar desde el que impulsó la tradicional romería, considerada como la más alta de Europa, que el año pasado alcanzó la 35ª edición con la presencia de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, elegida entonces serrana de honor.
Jaime Alpens había nacido en Niza pero fue educado en Austria y, aunque hay pocos datos acerca de las causas que le movieron a trasladarse a Segovia, en 1961, lo cierto es que se convirtió en un auténtico promotor de la conservación de la tradición segoviana, lo que le hizo merecedor del título de hijo adoptivo de la ciudad, en 1999.
Su dominio de los idiomas le llevó a abrir una de las primeras academias especializadas, a pocos metros del acueducto, incluso a impartir conocimientos básicos de francés y alemán a los trabajadores que abandonaban España por aquella época, dentro de los programas del Instituto Nacional de Emigración.
En su calidad de presidente de la Asociación de Amigos del Libro de Buen Amor, encargada de la defensa de las vías pecuarias y de la sierra de Malangosto -por donde discurría una de las calzadas romanas más importantes de la época, la que unía Compluto (Alcalá de Henares) con Segovia y Cauca (Coca)-, a Jaime Alpens le gustaba recordar todos los años cómo esta obra, uno de los hitos de la literatura universal, relata el paso del Arcipreste de Hita por ese puerto y su encuentro con la Chata. Además, la romería nació con el espíritu de unir a los habitantes de ambos lados de la sierra: el segoviano valle de Lozoya -ahora integrado en la Comunidad de Madrid- y los pueblos serranos de Segovia.
Apasionado por la obra de san Juan de la Cruz, en cuyo primer convento y donde reposan los restos del poeta místico recibió un acto de recuerdo el viernes, Alpens imprimió una concepción moderna a la fiesta de Santa Águeda, en Zamarramala, donde es tradicional que las mujeres impongan el poder sobre los hombres, instituyendo el premio de Matahombres de oro, que simboliza al alfiler con el que las damas sujetaban sus refajos y también se defendían de quienes osaban acercarse a bailar en las danzas exclusivas para ellas.
Con Alpens, como recordaban algunos amigos próximos, como el concejal socialista Juan Cruz Aragoneses, se cumplió el dicho popular que suele correr en las pequeñas capitales de provincia, y es que tiene que llegar alguien de fuera para valorar lo que existe dentro.-
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