El nuevo Abramovich
Romanov, millonario ruso, revoluciona Escocia tras comprar el Hearts
Rodeado por las aguas del mar del Norte, navegando en un submarino nuclear ruso, Vladímir Romanov no podía pensar en el futuro, en lo cerca que estaba de Escocia, en lo que cambiaría el mundo cuando acabase la guerra fría. Sólo podía pensar en el frío. En los duros tiempos que le tocaba vivir. Tiempos en los que la policía le acosaba por vender discos en el asiento trasero de su taxi, por distribuir en la Rusia soviética los ritmos alocados y sugerentes de Elvis, el rey del rock. Ruso emigrado a Lituania, Romanov sobrevivía. No pensaba en el futuro. No podía imaginar que un día sería banquero y dueño de una fortuna estimada en casi 300 millones de euros. Que cuarenta años después, en febrero de 2005, se haría con el control del 55% de las acciones del Hearts escocés por 36,76 millones. Que su capital, adquirido en los turbulentos años posteriores a la caída de la URSS, convertiría al Hearts en colíder, junto al Celtic, de la Liga escocesa, en el único club capaz de romper la hegemonía de los dos clubes de Glasgow.
Romanov, hijo de dos supervivientes a la batalla de Stalingrado, siempre se sintió intrigado por la historia. Investigó si era descendiente de los zares. Alteró una fotografía, que hoy cuelga en su despacho en las oficinas del Hearts, para aparecer junto a Lenin. Y se interesó por las razones que han llevado a que Escocia tenga una Liga tan débil, con sólo dos equipos competitivos. Conclusión: faltaba un equipo fuerte en Edimburgo. Hecho el análisis, Romanov, de 57 años, decidió cambiar el escenario. Viajó a Escocia, compró el 55% de las acciones del Hearts, anunció que lo sacaría de la Bolsa en cuanto controlara el 75% y que llegaría al 90% antes de fines de año. Colocó a su hijo Roman en el consejo directivo del club. Y, en la mejor tradición soviética, propuso un plan quinquenal: Liga escocesa en tres años. Asalto a Europa en cinco. En siete meses, ya hay resultados. Impulsado por Romanov, el Hearts se ha convertido en el equipo de moda. Hace un año acabó la Liga a 40 puntos de los equipos de Glasgow. Pero no siempre sus decisiones gustan. Los directivos George Foulkes y Phil Anderton han dado un portazo para marcharse de la entidad acusando a Romanov de "dictador".
"Creo que se puede alcanzar el éxito con trabajo duro y la honestidad", argumentó Romanov ante los accionistas del Hearts, complacidos porque Ukio, su banco, se haya hecho cargo de los 28,82 millones de deuda. Romanov ofrece trabajo. Honestidad. Pero sobre todo dinero, mucho dinero: ha fichado al lituano Jankauskas y a los checos Vendar y Liberec, además de a Camazzola, una joven promesa brasileña. También ha convencido a Hartley y Gordon, que tenían ofertas de los equipos de Glasgow, para que se queden. Y George Burley, su exitoso mánager, ha sido despedido porque no entendía que la extensa red privada de ojeadores de Romanov contase más que él a la hora de fichar.
"Durante quince años he sido patrocinador del Kaunas de Lituania", le contó el banquero al The Guardian. "Siempre he estado intrigado por la paradoja de que haya clubes que se gastan muchísimo dinero para no tener éxito. Todo el mundo está en el fútbol para hacer dinero y todo el mundo lo hace, excepto el dueño del club. Ése es el reto", continuó. "Cuando acumulas capital buscas invertir. Podía haberme comprado un castillo, aviones o una isla, pero yo quería un proyecto en el que pudiera invertir mi dinero adecuadamente. El objetivo último es la Copa de Europa", admitió. Pero hay más. El banquero quiere que Tynecastle, la casa del Hearts desde 1886, aumente su capacidad de 18.000 a 30.000 espectadores. Mucho más. El gran futuro del equipo, dice Romanov, obligará a construir un nuevo estadio para 60.000 personas en Edimburgo, que el Hearts compartiría con el Hibernians.
Romanov, dicen sus detractores, domina con mano de hierro la Liga lituana, donde hace y deshace a voluntad gracias a su dinero y a varios clubes nodriza a los que patrocina. Y ha llegado al Hearts para darse a conocer y atraer fondos de inversión británicos hacia Europa del Este. Es el nuevo Abramovich, avisan. Sus amigos, la falange lituana que le rodea en Escocia, le describen como un hombre trabajador y con estrella. Como una persona brillante con una personalidad magnética. Algo de cada cosa debe haber: los líderes de la Iglesia ortodoxa rusa y Viktor Yushenko, el liberal presidente de Ucrania, nunca hubieran hecho amistad con un simple marinero.
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