El Barça abusa de un feo Estudiantes
El conjunto azulgrana bate récords ante un adversario en crisis galopante
Ivanovic exigía a grito pelado a sus jugadores más cosas y mejor hechas, incluso cuando ya ganaban por más de 30 puntos, mientras que, en el fondo del banquillo de al lado, Carlos Jiménez era una estatua de sal. La actitud de uno y otro personificaron en el Palau Blaugrana la abismal diferencia entre el Winterthur Barça y el Adecco Estudiantes, entre un equipo que no para de echar carbón a la máquina y otro que no sabe cómo defenderse, cómo atacar ni cómo jugar con un poquito de brío. El resultado es que el Barça arrolló al Estudiantes más blandito y menos batallador de los últimos tiempos, nada que ver con el equipo que hace sólo unos meses eliminó a los del Palau en los cuartos de final por el título.
BARCELONA 100 - ESTUDIANTES 66
Winterthur Barcelona: Williams (10), Basile (11), Thorton (17), Fucka (8), Marconato (2) -quinteto inicial-; Kakiuzis (25), Navarro (9), De la Fuente (3), Sada (3), Trías (8) y Marc Gasol (4).
Estudiantes: Azofra (3), Suárez (-), Jasen (17), Iturbe (4), Vidaurreta (10) -quinteto inicial-; McDonald (11), Mendiburu (5), Sergio Rodríguez (4), Bueno (12) y Miso (-)
Árbitros: Pérez Pérez, Pérez Pizarro y Ortega. Excluyeron por faltas personales a Iturbe en el m. 34 y McDonald en el m. 36.
4.327 espectadores en el Palau Blaugrana.
1º CUARTO: 25-14
2º CUARTO: 25-8
3º CUARTO: 27-25
4º CUARTO: 23-19
El mal rollo en el Estudiantes empieza por la forzada presencia de Jiménez en su plantilla. Su mejor jugador de las últimas temporadas anda enfrascado en una batalla por romper su contrato y largarse al Madrid. Su entrenador, José Antonio Orenga, dice abiertamente que Jiménez ya no cuenta para su equipo y en el Palau, por primera vez, no le dio ni un minuto. El caso es que el Estudiantes dio muy poco de sí frente a un Barça que, sin llegar a cotas muy brillantes en cuanto a su juego colectivo, estuvo a años luz de su rival.
No se enteró la defensa estudiantil de la abrumadora tanda de triples con la que Basile marcó distancias nada más empezar, no encontró manera de contrarrestar la versatilidad de un cuatro con tan buena mano como Kakiuzis, ni pudo tampoco con Thornton. Ni siquiera con el ritmo impuesto por los bases del Barça, Williams y Sada, en uno de los aspectos que se presumían como uno de sus puntos débiles. El otro es su juego interior, la carencia de un pívot intimidador que juegue cerca del aro. Tampoco el Estudiantes aprovechó ese aspecto a pesar de una corta fase en la que McDonald hizo dos o tres cositas interesantes.
El Barça ganó el partido de calle, dominó de principio a fin y ofreció un festival anotador que le permitió cruzar la barrera de los 100 puntos por primera vez desde marzo de 2003, cuando venció en la pista del Tau por 98-108. Ivanovic todavía observa muchas lagunas en los movimientos de sus jugadores, demasiado precipitados a veces, muy reacios a jugar balones bajo el aro, con notables errores en sus movimientos ofensivos en determinadas jugadas... Nadie discute su autoridad. Por eso nadie dice ni mu si Navarro no está en un quinteto inicial totalmente integrado por jugadores extranjeros ni si saca a De la Fuente y lo devuelve al banco en apenas un par de minutos o si dirige bronca tras a bronca a Fucka o Williams. Su equipo está tensionado. Cuando Basile baja el pistón, aparece Kakiuzis, que batió un récord con 25 puntos en 18 minutos y 33 segundos, dos más que Vázquez en la temporada 1997-98 con el Manresa en 18 minutos y 10 segundos.
El Estudiantes, repleto de jugadores todavía poco consistentes en la Liga ACB, como Suárez o Mendiburu, y de otros más veteranos, pero incapaces de dar réplica adecuada, como Vidaurreta, Bueno, Iturbe o Miso, acabó ofreciendo la peor de las impresiones que puede deparar un equipo. Su entrenador no encontró ningún reactivo táctico ni tampoco en el banquillo. Cada uno hizo la guerra por su cuenta y Sergio Rodríguez, en ese aspecto, se llevó la palma. El Barça intimida, pero el Estudiantes, que no ha ganado todavía ningún partido, fue incapaz de hacerle frente y cada vez tiene más mala pinta.
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