"Marraquech es una isla dentro del islam"
"Soy barcelonés, he sido parisiense; soy marrakehí, he sido neoyorquino; soy español, a menudo sin ganas, como dijo Cernuda, y, a veces, honrado de serlo". Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) describe así su vocación cosmopolita. El autor de Duelo en el paraíso, Coto vedado, Makbara o Paisajes después de la batalla ha recorrido junto al equipo de Ésta es mi tierra (La 2, 21.50) tres ciudades que han marcado su vida y han dejado una visible huella en su obra: Tánger, Marraquech y Barcelona. Cree que en tiempos en los que abunda "la basura y la improvisación" la serie de TVE huye de los lugares comunes y de la superficialidad.
Pregunta. ¿Se entiende Marruecos a este lado del Mediterráneo?
Respuesta. Muy poco. No hay que creer en la visión idílica que da el turismo ni lo que leo en determinada prensa, donde no hay aparentemente nada bueno en este país, sino que todo está visto desde un prisma político muy negativo.
P. Se instaló en Marraquech hace más de 20 años. ¿Qué imagen ha plasmado en la serie?
R. No podría vivir en otra ciudad de Marruecos. Marraquech es abierta y tolerante. La gente está acostumbrada a la diversidad. Es como una isla dentro del islam.
P. ¿Y Tánger?
R. Es una ciudad muy bella, con contrastes muy fuertes. La conozco como la palma de mi mano. El misterio es que cuando uno mira los detalles, a menudo es la suciedad, el abandono; pero el conjunto es maravilloso. Evoco el Tánger de la primera vez que fui allí, en 1965, cuando era un proscrito en España y mis obras no se publicaban.
P. ¿Cómo han influido estas ciudades en su creación literaria?
R. Soy un animal urbano. Fuera de las cosas que escribí de joven sobre Campos de Níjar he aprendido tanto de las ciudades como de leer lo que yo llamo "el árbol de la literatura" y a los autores españoles medievales y clásicos. He aprendido muchísimo de París, Nueva York, Estambul o Marraquech.
P. En la serie dice que se ha reconciliado con Barcelona.
R. Cuando regresé, a la muerte de Franco, encontraba a Barcelona como el resto de las ciudades españolas: muy homogénea. Estaba acostumbrado a la diversidad de mi barrio en París o de Nueva York. Pero con la llegada masiva de inmigrantes de Iberoamérica, del Magreb, de Pakistán y de India ha cambiado completamente. Ahora en las Ramblas me siento absolutamente en casa.
P. Su anterior experiencia en TVE, Alquibla, mostraba el universo vitalista y heterodoxo del islam. ¿En los tiempos que corren cree que se debería volver a ver la serie?
R. Creo que sí. Algunos episodios no quedaron como yo deseaba por razones de presupuesto, de censura o de lo que fuera, pero sería interesante volver a verla. Tocaba algunos de los aspectos que están en esta civilización tan próxima y tan lejana. Intentamos mostrar la gran variedad de situaciones, porque el islam de Marruecos no es el de Arabia Saudí, ni el de Arabia Saudí es el de Irán. Es como hablar de cristiandad. Hay una gran diferencia entre ser católico, protestante, anglicano, de la Teología de la Liberación, del Opus Dei o de los Guerrilleros de Cristo Rey. Hablando del mundo islámico se simplifica con gran facilidad.
P. En el mundo árabe, ¿que impacto tiene la televisión que recibe de Occidente?
R. En cualquier ciudad marroquí brotan las parabólicas como millares de hongos blancos. La gente ve los canales europeos, se informa de lo que la televisión local a veces no dice. Conectan con Al Yazira o Al Arabiya.
P. ¿Qué función están desempeñando estos canales árabes?
R. Impiden la ocultación de ciertas cosas. Durante la primera guerra del Golfo había un monopolio total de la CNN y no vimos la guerra, sino el montaje de la guerra fabricado por el Pentágono. Hoy esto ya no es posible. Cada día vemos los horrores de Irak o la tragedia del pueblo palestino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.