Un empate de lujo

Tanto el Zaragoza como el Depor atienden a la consigna de no perder. Lo que hicieron anoche. Pero siempre con la portería rival en el entrecejo. Al Zaragoza le gusta salir a la contra, hurgar en las defensas cuando más desprevenidas están. El Depor, por contra, tiene a bien ganar metros poco a poco, imponerse en el centro del campo para esperar una genialidad de Valerón, Munitis o Tristán. Dos modos dispares de ver el fútbol que ayer convergieron en un partido espectacular.

Síntoma inequívoco de que el Zaragoza practica un fútbol atractivo, sugerente y efectivo, es que tiene automatismos en la quinta jornada de la Liga. Así llegó su tanto. Nació en las botas de Óscar, que asistió a Savio en profundad buscando la espalda del lateral. Y el brasileño centró raso hacia Diego Milito, que llegó desde atrás para empujarla. Parece, además, que el conjunto maño no exprima todas sus virtudes, sino que se reserve para tiempos peores. Pero la seguridad de César bajo palos, la comandancia de Gaby Milito sobre la zaga y la solvencia del otro Milito, del delantero, en los últimos metros, otorgan al Zaragoza una fiabilidad más que notoria.

Hablar de Caparrós es hablar de pragmatismo. Al técnico andaluz le gusta el orden, hacer, mediante la circulación del balón, fácil lo complicado. Alinea a un solo punta. Pero es Tristán, futbolista acostumbrado a utilizar su cuerpo para bajar al piso esos balones que bajan del cielo y abrirlos a las bandas. Y Tristán, siempre Tristán, también revolotea por el área para cazar algún balón. Como hizo ayer, que marcó tras peinar con finura un balón de Munitis. Un empate, a fin de cuentas, que a todos supo a dulce.