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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Francisco Javier Yubero, futbolista

A Francisco Javier Yubero (Irún, 1972) la vida le había regalado uno de sus mejores placeres: vivir de lo que le gustaba y jugar con la Real Sociedad, el equipo de su vida. Ayer se lo quitó todo de cuajo a causa de un cáncer de páncreas que se le detectó en 2003 cuando defendía la portería del Torredonjimeno, en Segunda B, ya moviendo su profesionalidad por donde le llamaran tras haber tocado el cielo, el purgatorio y el infierno del fútbol en esa trayectoria que a veces el fútbol depara a su protagonistas para que conozcan a la ida o a la vuelta que no todo son parabienes, contratos multimillonarios o televisiones permanentes.

Yubero era un portero vasco clásico: alto, de brazos largos, delgado, ágil, al que le cayó esa enorme responsabilidad de suceder a un mito, a Luis Arconada, una misión casi imposible incluso para un portero guipuzcoano, algo así como la quintaesencia durante mucho tiempo de los guardametas españoles.

Debutó en 1992 con la Real frente al Espanyol el 7 de junio de 1992 y en esa temporada y la siguiente defendió la portería del equipo donostiarra en 40 partidos. Algo se torció y la Real apostó por otro guardameta, Alberto, (aún en activo) por lo que Yubero comenzó el peregrinaje habitual de muchos futbolistas.

Con la casa a cuestas y las esperanza intacta, Yubero jugó en el Betis, el Mérida y el Rayo Vallecano, con los que logró otros tantos ascensos a Primera División. Entre medias defendió la portería el Eibar, y después su deambular le llevó a equipos de la parte más baja como el Amurrio, Zamora, Lanzarote y Torredonjimeno. Aquel portero llamado a suceder al gran Arconada se vio inmerso en un trasiego geográfico-deportivo hasta que la enfermedad llamó a su puerta. Fue una época en la que los porteros vivieron malos tragos. El suyo fue el más fuerte aunque por momentos se veía alguna luz al final del túnel, como si el último gol pudiera ser evitado.

Sus compañeros del Torredonjimeno, humildes como él le brindaron todo su poyo anímico. Pancartas, ejercicios de sinceridad, también los de la Real que le vieron llegar a lo más alto y los de los otros equipos, se volcaron con un compañero que afrontaba el partido de su vida. El partido fue largo, lleno de prórrogas y remontadas, desde el 2003 hasta ayer, cuando el balón se coló en la red con toda la ira que sólo un portero sabe sentir al verse superado sin remisión.

La Real y el Torredonjimeno, su primer y su último clubes, han anunciado que lucirán brazaletes negros en señal de duelo por la pérdida de un futbolista singular, de esos que saben asumir su papel de estrellas o de currantes de un deporte que tiende a la aristocracia invalidando al proletariado. Yubero vivió ambas cosas con igual talante. No hizo ruido al principio ni al final.

Francisco Javier Yubero.
Francisco Javier Yubero.EFE

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