El nuevo Beckham
Andrew Flintoff se convierte en el gran icono inglés tras ser el héroe de la sorprendente victoria de Inglaterra sobre Australia en críquet
Si es verdad que el Real Madrid sólo fichó a David Beckham por cuestiones de marketing, si la idea era utilizar su imagen para conquistar el mercado anglosajón, ha llegado la hora de venderle y poner en su lugar a un jugador de críquet.
Inglaterra tiene un nuevo héroe deportivo. Beckham pertenece, como los Beatles, a yesterday. El ídolo del momento se llama Andrew Flintoff, el artífice del triunfo más glorioso que han vivido los ingleses desde que ganaron el Mundial de fútbol en 1996. Tal fue la magnitud de la victoria, tal fue el júbilo, tal el impacto que ha tenido sobre la moral de un pueblo, que hay algunos que dicen que incluso va más allá de la hazaña de Bobby Charlton, Bobby Moore y compañía; que sólo la supera la derrota de los alemanes -los soldados, no los futbolistas- en 1945.
La semana pasada Inglaterra hizo lo impensable: venció a Australia en el críquet. Inglaterra no había ganado a Australia en 18 años pero, además de eso, este equipo australiano era considerado por muchos como el mejor de todos los tiempos. Y hay más. La rivalidad entre Inglaterra y Australia en el críquet es comparable con la rivalidad entre el Madrid y el Barcelona en el fútbol. Es intensa, hóstil y de larga trayectoria. Posee esa fuerza tan especial que emana, según Sigmund Freud, del "narcisismo de las pequeñas diferencias". Un español mira a un inglés y a un australiano y no observa más diferencia de la que detecta un inglés si mira a un madrileño y a un barcelonés. Es decir, ninguna.
Entonces, que, contra todo pronóstico, Inglaterra haya vencido al hermano enemigo tras tantos años de humillación y sequía ha provocado no sólo explosiones espontáneas de alegría en todas las ciudades y todas los pueblos de Inglaterra sino también un desfile el día siguiente por el centro de Londres y una visita al 10 Downing Street a ver a Tony Blair. Aunque Flintoff recuerda poco de lo ocurrido.
La tarde de la victoria empezó bebiendo champán y a las seis de la mañana del día siguiente seguía bebiendo, vodka -según contaba, admirada, la prensa inglesa- con zumo de arándano. Flintoff no es ningún metrosexual. El metrosexualismo de Beckham ya no es cool en Inglaterra. La llegada de Flintoff representa un regreso a los valores tradicionales ingleses: es decir, el borracho bonachón, el soldado libertino, como ejemplo a seguir. Para Flintoff la idea de unas buenas vacaciones de verano no sería ir a la mansión en la Costa Azul de Elton John. Infinitamente mejor para el críquetero inglés sería una semana en la campiña inglesa yendo de pub en pub.
Claro. Todo puede cambiar. Si le ofrecen suficiente dinero podrían llegar a convencer a Flintoff de que posara como modelo para Versace. No sería mal plan. Y si el invierno que viene Inglaterra pierde en el críquet contra Pakistán mientras que en el fútbol se clasifica para el Mundial de Alemania y Beckham marca el gol decisivo (como hizo cuando Inglaterra se clasificó para el Mundial de Japón), y de repente los ingleses se convencen de que tienen posibilidades reales de ser coronados campeones del mundo, pues Flintoff caerá en desgracia -porque así de infiel es la prensa y el público inglés- y Beckham volverá a ser una vez más una mezcla entre el Duque de Wellington, el Almirante Nelson y Winston Churchill.
Pero hoy por hoy el capitán inglés de fútbol anda de capa caída en su país. La derrota ante Irlanda del Norte en una eliminatoria del Mundial mientras que Flintoff y los demás boys anti-fashion de la selección de críquet ganaban -tras seis semanas de combate- a Australia ha impactado seriamente en la capacidad de Beckham de vender camisetas en su tierra natal. Sí, desde el 21 de julio, se jugaron cinco partidos de cinco días cada uno, con interrupciones siempre para la comida y el té, e Inglaterra ganó 2 a 1, con dos empates. Pero explicar cómo ocurrió, y exactamente por qué los lanzamientos de bola de Flintoff causaron tanta felicidad entre el pueblo inglés, bueno, eso se explica mejor a lo largo de una intensa noche de cervezas y vodka con zumo de arándano en un pub...
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