Nos queda Morante
Nos queda Morante y es un alivio. Una felicidad, mejor dicho. Y eso andando sólo a medias, puntualizo. Y si andando a medias mandó a todo el mundo a casa, ya sabemos qué puede pasar si redondea su actuación. El asunto está en que en medio de un sistema mecanizado, amorfo y reiterativo, aparece de vez en cuando un torero, Morante de la Puebla sin ir más lejos, demostrando que esto de torear puede ser elevado a la categoría de arte. Y eso es lo que a mí me parece y lo que le pareció al resto de la plaza, dispuesta a concederle trofeos en su primero y forzándole a salir al platillo tras haber paseado la oreja de su segundo. Las maneras, la forma de ir al toro e irse de él, los remates de las tandas o el embeleso de un pase por bajo; una media verónica que si la pilla Benlliure hace la obra de su vida, todo ese sin fin de detalles que salpican de torería y ponen los vellos de punta sin poder dar explicación.
El Pilar / Rincón, Morante, El Capea
Toros de El Pilar y uno, el 1º de Moisés Fraile con movilidad y nobleza. César Rincón: pitos y silencio. Morante de la Puebla: saludos y oreja. El Capea: pitos y bronca. Plaza de la Glorieta, 16 de septiembre. 6ª de feria. Tres cuartos de entrada.
César Rincón anduvo desvaído, aceleradísimo en su primero y como de trámite en el cuatro. A El Capea se le fue sin torear su primero y en el segundo, enganchado y sin sitio, enfadó a sus paisanos.